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Ocho editores uruguayos cuentan cuáles son los libros que los esperan en sus mesas de luz

¿Qué leen los que viven de leer? Una copiosa lista de los hombres y mujeres que trabajan en el mundo editorial uruguayo
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26 de mayo de 2018 a las 05:00
Primero están las razones. Leemos por necesidad; convicción; para evadir lo que no se puede tolerar; como antídoto; para entender lo inentendible; para sufrir menos, para sufrir más; para encontrar las palabras; por amor o desamor; porque así nos lo enseñaron, porque alguien alguna vez nos ordenó: "Leé esto"; porque es inevitable, porque no sabemos hacer otra cosa. Después están las formas y los lugares. Esos hábitos particulares que hacen que cada uno tenga sus rutinas y manías. En la masa inmensa de lectores están los editores, hombres y mujeres que viven de leer y son responsables de publicar lo que, después, consumiremos con hambre o, en el peor de los casos, abandonaremos hastiados.

Los editores –habitualmente de un bajo perfil extremo, salvo excepciones que podemos enumerar de memoria, como Maxwell Perkins, Gordon Lish, Carmen Balcells– tienen, para muchos, un trabajo envidiable. Aunque solo ellos saben lo difícil que resulta diferenciar el placer de los plazos, los límites, los autos llenos de sobres con manuscritos, los escritorios repletos de papeles, los PDF a medio leer, las devoluciones. Lo cierto es que un buen editor es, sin duda, un buen lector.

Con motivo del Día del Libro, El Observador les consultó a ocho editores uruguayos cuáles son los libros que están leyendo en este momento, cuáles son los que los esperan en la mesa de luz y cuáles son sus pequeños trucos para diferenciar el deleite de la labor.

Alcides Abella - Director de Banda Oriental

Por razones de trabajo estoy leyendo un texto de Martín Ponce de León y Enrique Rubio relativo a un período de la historia reciente. También, un libro de periodismo narrativo, entrevistas vinculadas al fútbol. En la lista de espera tengo Logicómix, una propuesta muy original en torno a Bertrand Russell, la lógica y la matemática. Veré si por fin puedo entender algo de esas temáticas. Por razones de trabajo y también por disfrute es habitual que esté con dos o tres libros en la vuelta. Lo curioso es que muchos de esos títulos vinculados a lo laboral son muy disfrutables. Tengo un puñadito de libros en mi casa de los cuales no quiero desprenderme. Por afecto, por la forma en que están escritos o por lo que incidieron en mi formación (soy egresado del IPA en Literatura), hay títulos a los cuales quiero volver cada tanto. La educación sentimental de Gustave Flaubert, por ejemplo.

Virginia Arlington - Editora de Palabra Santa

Cuando leo en español no puedo evitar sentir que estoy trabajando, así que el placer de la lectura, ese que te permite perderte entre los renglones y formar parte del mundo que te propone la autora o el autor, lo reservo para los libros en inglés. Tengo montones en mi Kindle, pero ahora abrió Bookshop a la vuelta de casa y estoy copada. Terminé dos al toque: Get a life de Nadine Gordimer y Nutshell de Ian McEwan. Ahora estoy con The little friend de Donna Tart que me tiene enferma. Todo lo que hago que no sea leer me resulta un fastidio, por lo que estoy la mayor parte del día fastidiada. Disfruto montones los libros de fotos, me dan mucha paz, la contemplación pura sin palabras o con apenas una leyenda, ejercitan otra área de mi cuerpo y no la que está acostumbrada a lo literario. Me fijo mucho en el diseño, soy bastante novelera en esa área y he comprado libros "lindos" cuyo contenido no estaba a la altura.

El libro de cabecera es uno que reúne notas de prensa de Gabriel García Márquez, otro de cuentos completos de Roald Dahl, The catcher in the rye de JD Salinger, True tales of American Life, un hallazgo editado por Paul Auster y escrito por gente que no se dedica a escribir. Amo a Siri Hustvedt, a una escocesa crack que se llama Maggie O'Farrell; hay una editora divina recontra inglesa que se llama Diana Athill que escribe con una honestidad brutal. No tengo lista de espera, soy de las que va a la librería –virtual o física– y elige ahí mismo.

Gonzalo Baz y Daniela Olivar - Fundadores y editores de Pez en el hielo Ediciones

Baz
Estoy leyendo La última noche de Federico Campagna y En el cuerpo una voz de Maximiliano Barrientos; A resistência de Julián Fuks, Luz de última hora de Horacio Cavallo, Silex de Martín Cerisola, Las bellas extranjeras de Mircea Cartarescu, Deleuze y la brujería de Mark Fisher y Matt Lee. Intercalo entre narrativa y teoría más que nada. Mis lecturas son bastante intuitivas, nada sistemáticas. Desde hace años, leo mucha narrativa brasilera y latinoamericana, pero cada tanto mecho algún norteamericano o algún ruso. Sigo a varios escritores que me gustan. Me gusta leer siempre lo que están escribiendo mis amigos. Intento seguir lo que están publicando las editoriales independientes de Uruguay, Argentina, Chile y Brasil. Después, el trabajo es establecer rutinas para leer, corregir, escribir, planificar. He perdido mi neurosis de terminar con todos los libros que empiezo. Y fue lo mejor que me ha pasado como lector. Hay libros que vuelven a mi mesa de luz cada tanto. El último que volvió es Los emigrados de WG Sebald.

Olivar
Ahora estoy leyendo Declaración de Michael Hardt y Antonio Negri. El que siempre leo un poco y dejo es El psiquiatra, el loco y su psicoanálisis de Maud Mannoni. Soy de dejar libros por la mitad y retomarlos años después. Estoy por terminar La adopción y otros relatos de Sylvia Lago. Creo que la diferencia entre el trabajo y el placer es el deseo de terminar.

Martín Fernández - Fundador y editor de Casa editorial Hum y Estuario Editora

Muchos me hablan de mi "lindo y envidiable trabajo" y es que, realmente, no sé cómo sería trabajar de otra cosa. Muchas veces me gustaría marcar tarjeta y tener un jefe, saber que me retiro a tal hora y que puedo desenchufar, cosa que lamentablemente no se me da por el simple hecho de estar al frente de este buque. Ser tu propio jefe no está bueno. Está claro que se camufla la presión y te tranquiliza que el contador de la empresa no te va a echar por errarle a cada bola, pero sos tu propio secretario 24/7.

Todo esto a cuento de las lecturas constantemente pendientes: rara vez tengo tiempo para leer libros que no estén relacionados con la editorial e impliquen un informe de lectura, devolución al autor o edición de texto. Por suerte me gustan todos los títulos con los que trabajamos y eso sí que está bueno: poder leer a autores que te copan, y que encima te son cercanos y a los que, en muchos casos, admirás.

Por todo lo anterior, al darme vuelta me encuentran: una biografía de Alberto Nin Frías y su correlato con la homosexualidad en el 900, a cargo de José Assandri, que es un despelote, se lee como una historia del arte universal hasta comienzos de siglo, años 30, con una variedad de personajes reales híper conocidos que lo junaban y lo tenían como referente; un ensayo sobre Teoría del color en las artes visuales, de Fernando López Lage, con muchísimas referencias al arte contemporáneo desde su experiencia y la de otros referentes ineludibles en ese campo; y en ficción entro y salgo de las nuevas novelas de Renzo Rossello (una tetralogía policial que saldrá por la colección de novela negra Cosecha Roja) y de Damián González Bertolino (su proyecto más ambicioso a la fecha, oscurito, un Poe siglo XXI, impresionante). ¿Qué más puedo pedir? Están buenísimos los cuatro, súper distintos y de un gran nivel intelectual y con oficio, cada uno desde su lugar de creación.

En la lista de espera, tengo debes varios con autores que nos están esperando. Somos lentos, no nos da la espalda ni la cabeza; pocos pero buena gente.

Desde que tengo memoria, llevo varios libros a la vez. Incluso parece hasta ser obligatorio intercalar géneros. Una vez que le entro a algún título en especial, es difícil no terminarlo. Para no dejarlos por la mitad, capaz alguna que otra vez me salteo algún capítulo, como para acelerar el final y decir "terminé".
Me gusta picotear en la biblioteca, agarrar algún libro –que ya haya leído, claro– al azar y tratar de acordarme de qué iba, cómo era el tono, tratar de recordar incluso cuándo y dónde lo leí, porque eso es clave para uno, suma satisfacciones personales al acto de la lectura. Es recordar el libro pero también la vida de uno mismo, recordarte en otros tiempos, en otros contextos, con otra cabeza.

Claudia Garín - Directora editorial de Planeta

Estoy leyendo siete libros entre infantiles, ficción y biografía: por suerte siempre tengo libros infantiles por descubrir: Arturo y Clementina, que es un clásico y Mishiyu, un libro de Ricardo Alcántara, un uruguayo que vive en España. Terminé de leer el segundo tomo de Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes que podría decirse que es un juvenil. Además: Las hijas del capitán, la última novela de María Dueñas, Patria de (Fernando) Aramburu que la estoy estirando porque me gusta mucho y no quiero que termine, Relatos de lo inesperado de Roald Dahl, excelentes cuentos, Cuentos reunidos de Clarice Lispector y El agente Zigzag, una biografía sobre un espía de la segunda Guerra. Normalmente durante varias semanas sobreviven las lecturas y si me aburro o se cruza algo más interesante las abandono y las retomo al tiempo. Soy súper desordenada para leer porque, por suerte, encuentro muchas cosas que me interesan.
Por mi trabajo, necesito alternar lecturas. Si edité ensayo de historia o autoayuda me obligo a leer ficción en mis ratos libres para cambiar el chip y a la inversa. También, siempre leo infantiles porque quiero mejorar mi formación en edición infantil y trato de saber qué se publica. Sobre mi mesa de luz siempre hay pendientes y alterno manuscritos pendientes con libros. Hay un género por el que tengo debilidad: las biografías.

Julia Ortiz - Editora de Criatura

Leo más de un libro simultáneamente, pero no soy de las que tienen la mesa de luz detonada. Los libros tienen un corto pasaje por ahí, ya sea porque los termino o porque los abandono. La única excepción es Los libros de los otros, la correspondencia de Italo Calvino (edición de Tusquets), que hace más de un año que está ahí, mudanza de por medio, y que leo de vez en cuando un poco para no saturar el género cartas y un poco porque no quiero que se termine. Ahora están los que acabo de traer de la Feria del Libro de Buenos Aires. Los recién leídos son Los mejores días, de Magalí Etchebarne (Tenemos las máquinas); Varia imaginación, de Sylvia Molloy (Beatriz Viterbo) y el que estoy leyendo: Los niños, de Carolina Sanín (Estruendomudo); además del pendiente de lectura Diario del afuera/La vida exterior, de Annie Ernaux (Milena Caserola). Tengo La pasión según GH, de Clarice Lispector (Cuenco de Plata), hace algunas semanas, esperando el momento perfecto para leerlo. ¡Ah! Me olvidaba, hace como dos años leemos en voz alta con mi pareja Rojo y negro, de Stendhal.

Julián Ubiría

Director literario de Penguin Random House

Estoy leyendo ahora: una colección de ensayos de varios autores que se llama Aceleracionismo. Estrategias para una transición hacia el postcapitalismo, de Caja Negra, estoy terminando Fractura, de Andrés Neuman (Alfaguara), y Caos, de Magalí Tajes (Sudamericana). También estoy leyendo textos aún no publicados. Las lecturas que vendrán a continuación son: El banquete celestial de Donald Ray Pollock (Random House), porque me fascinó Knockemstiff, y Evasión y otros ensayos, de César Aira. Leo muchos libros al mismo tiempo (intercalo libros que leo por placer con libros en los que estoy trabajando). Si me deja de interesar abandono. Tengo más facilidad para abandonar un texto de no ficción que una novela, por ejemplo.

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