Espectáculos y Cultura > Entrevista

Pablo Trapero entre el clan Puccio, el Buenos Aires rural y el negocio de la cocaína

El director de cine argentino habla de su nueva película "La Quietud", de su incursión en las series y sus veinte años de carrera
Tiempo de lectura: -'
16 de octubre de 2018 a las 05:03

Pablo Trapero (47) alterna universos dentro y fuera de la pantalla. Su última realización, por ejemplo, lo sacó del régimen cinematográfico y lo metió de lleno en el mundo de las series. A caballo entre cinco países y cuatro idiomas diferentes, el argentino está dirigiendo la adaptación de ZeroZeroZero,  libro del italiano Roberto Saviano sobre el negocio mundial de la cocaína. Pero eso no le impide pasearse por los últimos festivales internacionales y varios países más –entre ellos Uruguay– con su último largometraje, La Quietud

Esta película, que vuelve a estar protagonizada por su esposa Martina Gusmán después del descanso de El Clan (2015), también rompe con sus esquemas cotidianos en la ficción. En primer lugar, lo saca de sus ambientes urbanos, grises y citadinamente opresivos. Esta vez, el director de El bonaerense y Carancho se traslada a entornos rurales para proponer una turbia historia de lazos conflictivos, hermandades semi incestuosas y secretos familiares más profundos que los tajamares que hay en la estancia que da nombre a la película. Encabezada por Gusmán, la franco-argentina Bérénice Bejo y la enorme Graciela Borges en un papel que remite a La Ciénaga, La Quietud se puede ver en el Monfic este martes a las 22 y el sábado a las 19.25 horas y tendrá su estreno oficial el 15 de noviembre. De cara a esa fecha, Trapero habló sobre este choque de mundos del que es parte, de la incómoda tranquilidad de La Quietud y de una carrera que tiene diez películas en veinte años.

En El Clan y La Quietud explora a la familia desde dos enfoques diferentes. ¿Qué le interesaba plantear en ambos casos?

Ambas son muy diferentes, pero complementarias. En El Clan había un patriarcado muy fuerte, endogámico, con un padre déspota y violento. En La Quietud ese esquema se traduce a un matriarcado, donde hay dos hermanas mujeres que tienen una relación media simbiótica y donde la madre está muy presente. No es que al terminar una película haga una lista de las cosas que voy a probar en la siguiente, pero siento que busqué que sean complementarias. Las historias y los mundos que se cuentan en ambas películas se retroalimentan. 

¿De qué se nutrió para generar el clima de encierro e inquietud que atraviesa a la película?

Todos los personajes están en este mundo del que no pueden salir. En ese sentido, para mi una de las referencias fue (Luis) Buñuel. Y de hecho hay una escena particular que la llamábamos “la escena de El ángel exterminador” (película de Buñuel de 1962). La Quietud tiene dos lados. Es voluptuosa, tiene mucha sensualidad, hay seducción; pero al mismo tiempo hay frialdad, es oscura. Todo convive en una especie de cóctel explosivo. 

La Quietud sale de las ciudades y plantea la historia en el medio del campo ¿Por qué llevar sus obsesiones a ese lugar?

Así como la idea de las hermanas simbióticas estaba hace mucho tiempo, la de tener a un campo como lugar de encierro también. Desde el primer momento quise hacer una representación de las posibilidades que no pueden aprovechar estos personajes. Pueden salir, correr, hacer lo que quieran, pero sin embargo no pueden escapar de ahí. 

Hay también un abordaje al pasado reciente argentino, algo que también estaba presente en otras películas suyas. ¿Por qué ese interés en volver a la dictadura en su cine?

Tiene que ver con cómo se presenta la historia en cada uno. Para mi hijo, que tiene 16 años, todo lo que cuenta esta película y el pasado reciente está en los libros de historia. No tiene que ver con su historia personal. Para la generación de la película, para esas hermanas (los personajes de Gusmán y Bejo) que no fueron protagonistas directas de la dictadura pero la vivieron, la historia las atraviesa. Vuelve, las conmueve, las modifica, las condiciona. Y la generación de estas hermanas y la mía se vinculan mucho. Yo pasé la primaria en dictadura. Y viví un quiebre muy claro cuando llegó la democracia y pasé a la secundaria. Quedó todo muy marcado en mí, y por eso como se vive en la película es como muchas de las personas de mi generación vivimos la dictadura. Recordamos cuando éramos chicos, de cómo afectaba a los grandes de la familia y cómo te afecta eso hoy. Siento que es parte de una historia que vuelve y que van a pasar varias generaciones hasta que deje de hacerlo. 

Luego de un éxito de público y crítica como el de El Clan  ¿Hay una necesidad de alcanzar ciertas expectativas propias o externas?

Es evidente que La Quietud no tiene nada que ver con El Clan, y eso fue una decisión consciente. Después de El Clan hubiese sido fácil agarrar un proyecto basado en hechos reales o repetir ese universo transitado, pero no es la manera en la que pienso el cine ni cómo lo he venido haciendo hasta ahora. Desde mi primera película siempre digo que todo lo que desde un punto de vista podría sería angustiante, a mí me estimula. Después que terminé Mundo Grúa (1999), con la que gané premios, fui a Venecia y cumplí el sueño del pibe, la gente me preguntaba si no me daba vértigo que la segunda no me saliera tan bien. Y la verdad es que no. Lo que sea que vaya a hacer, sé que hay gente que la quiere ver, o que la espera o que la va a criticar para bien o para mal. Lo que me ha hecho sentir privilegiado durante estos años es el estímulo que me provoca que alguien se me acerque en un festival o en la calle y me diga que acaba de descubrir El Bonaerense y que le encantó. Para mí una película no se puede medir solo por el mes que estuvo en salas comerciales. Obviamente me encanta que a la película le vaya bien, pero yo tengo películas que tuvieron mucho menos espectadores que El Clan y un recorrido internacional más exitoso. Me pasa con La Quietud, que es una película que dialoga con el público de forma muy diferente, pero que llegó a países a donde El Clan no había llegado. Entonces es muy difícil evaluar el éxito de una peli en cinco meses. El éxito requiere de años. Obviamente, como soy productor y también veo el negocio detrás del cine, no puedo planificar películas que no las vea nadie porque si no se hace muy difícil filmar de esa manera. Pero también sé que no puedo filmar El Clan 2. De seguro funcionaría, pero como realizador necesito explorar nuevos caminos.

Cuando el espectador se enfrenta a su cine, lo atraviesa una sensación de incomodidad. ¿Eso es algo que busca generar?

Me han dicho varias veces que el público tiene una relación física con mis películas y me gusta, porque yo como espectador lo disfruto. Me gusta saber que te sentás a ver La Quietud y que te tenés que poner el cinturón de seguridad. Me gusta que el viaje sea agitado. Es algo que pienso siempre, en la experiencia más allá de la historia, del vínculo emocional con los personajes. Que sea una experiencia sensorial, corporal. Que se tenga una relación física con mi cine.

¿Qué le genera que se diga que una película tiene el sello de Trapero?

Me hace sentir muy orgulloso saber que hay generaciones que se sienten estimuladas por mi trabajo. Me hace sentir muy viejo, también. Es verdad que empecé de muy pibe, pero ya pasaron veinte años. Me honra saber que en una escuela de cine puede que se pase una película mía o que alguien pueda reconocer en otros directores más jóvenes algo que vieron en mis películas. Por otro lado, me siento agradecido, porque yo hago cine porque hay directores que me conmovieron y que me empujaron a ser esto que soy. Y siento que contribuye a que la rueda siga girando. Y sobre todo me entusiasma, me dan ganas de seguir haciendo más cosas.

¿Qué piensa cuando ve para atrás y tiene veinte años de carrera y diez películas?

Pienso en la época en que me sorprendía con los directores orientales que filmaban una película por año o año y medio. O cuando veía realizadores con cientos de proyectos en los que estaban acreditados. Pensaba que no da la vida para hacerlos. Y la verdad que no tengo un promedio tan malo (risas) y me entusiasma. Pero a la vez todavía me falta filmar un montón. Me pasa eso: miro lo que hice hasta ahora y siento que es un mucho. Pero miro todo lo que quiero hacer y todavía me falta filmar muchísimo más.

Comentarios

Registrate gratis y seguí navegando.

¿Ya estás registrado? iniciá sesión aquí.

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 345 / mes

Elegí tu plan

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Te quedan 3 notas gratuitas.

Accedé ilimitado desde US$ 345 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 345 / mes

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Elegí tu plan y accedé sin límites.

Ver planes

Contenido exclusivo de

Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.

Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá

Cargando...