Tecnología > 30° Aniversario

Photoshop, la cultura de la manipulación y los límites entre lo real y lo artificial

La popular herramienta de Adobe cumplió 30 años y fotógrafos y creadores digitales debaten sobre el impacto del retoque en la sociedad actual
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04 de marzo de 2020 a las 05:04

La cultura de la modificación es incómoda. Todavía a las personas nos alarma y sorprende cómo la tecnología es una herramienta que permite falsear la realidad con apenas un par de clicks. Como si no estuviéramos ya bastante acostumbrados.

Cada semana, los titulares llegan de todas partes del mundo y reavivan una conversación en la que nadie obtiene la última palabra. Técnicas rebuscadas para la usurpación de imagen, nuevos videos en los que una persona lleva puesta la cara de otra, y programas de edición que permiten poner ante los ojos del mundo una imagen que congela un momento artificial, inexistente.

La modificación es tan vieja como la fotografía, pero alcanzó en un nuevo nivel de perfeccionamiento durante la década de 1930. Una vez que Joseph Stalin alcanzó el poder y alzó la Unión Soviética, el retoque fotográfico se volvió una herramienta de censura y manipulación política a gran escala.

Stalin tenía su propia plantilla de retocadores fotográficos que utilizaban técnicas analógicas para eliminar de fotografías documentales a los enemigos del régimen. Stalin no fue el único. Los gobiernos totalitarios de Hitler y Mussolini también utilizaron el retoque fotográfico para intentar modificar la historia y ajustarla a su propio relato.

Desde entonces el retoque de fotografías es casi tan común como sacarlas. En aquella época había que recurrir a un profesional, personas que dedicaban su vida entera a entender y perfeccionar la técnica de la edición. Pero hace 30 años que falsear una imagen ya no es un asunto tan complicado y cualquiera que tenga una computadora (ni tanto, con un celular ya alcanza) y se de un poco de maña, puede ajustar una imagen a su antojo.

Photoshop, la popular herramienta de Adobe responsable de esta democratización tecnológica, cumplió tres décadas la semana pasada. El editor de imágenes por excelencia acompañó la revolución de la fotografía digital y ayudó a moldear la cultura visual de hoy.

Su impacto en la creación digital y en la manera en la que percibimos y consumimos imágenes es incalculable. Aún así –como con todas las nuevas y viejas tecnologías– la responsabilidad no es de la herramienta, sino de quien la usa.

Desde Hollywood hasta Silicon Valley

El origen de Photoshop fue una tesis de doctorado.

En 1987 Thomas Knoll era un ingeniero estadounidense que trabajaba en un novedoso sistema para monitores en blanco y negro capaces de reproducir una escala de grises. Thomas logró avanzar con esta tecnología y su hermano, John, lo alentó para seguir trabajando en el desarrollo del software. Juntos le dieron forma a un programa que procesaba y permitía modificar imágenes digitales.

Por esos años, John era uno de los supervisores de efectos especiales del estudio de George Lucas, el creador del universo Star Wars. Las conexiones con la industria del cine llevaron a los hermanos Knoll hasta la puerta del despacho de otro director en Hollywood, James Cameron.

Cameron tenía encaminado entonces el proyecto de su película Abyss, una historia de ciencia ficción que necesitaba de alguna técnica novedosa para poder filmarse sin mayores complicaciones. Los Knoll cumplieron con la película y ayudaron a desarrollar la fisionomía de un monstruo acuático.

Con ese éxito a cuestas, los Knoll salieron a ofrecer su programa Photoshop (fue bautizado así luego de descubrir que el nombre original, ImagePro, ya estaba registrado) en Silicon Valley.   

Adobe se convirtió así en el padrino e inversor del proyecto. En 1990 sacó al mercado la primera versión de Photoshop. Desde entonces el programa se actualiza cada año y es uno de los productos estrella de Adobe. Según publicó el diario español El Mundo, el software vendió tres millones de copias en su primera década de vida, sin contar las versiones piratas.

Con el paso del tiempo, Photoshop llegó a todas partes. Además de aplicarlo para el retoque fotográfico, la herramienta permitió crear nuevos mundos y consagró a una generación de artistas: los creadores digitales. 

Federico Bouvier es uno de ellos. Es uruguayo y aprendió a intervenir fotos antes de saber cómo sacarlas. “No sé por qué, pero me empeciné en aprender postproducción sin tener mucha idea de fotografía”, dice.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 

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Su curiosidad decantó en una especialización. Ahora, Bouvier toma y modifica fotos de paisajes y cielos estrellados que se vuelven virales en redes sociales.

“Cuando estoy sacando la foto ya estoy pensando cómo la voy a procesar en Photoshop”, explica el joven. Y agrega: “La edición no es algo que viene después de sacar la foto sino que me anticipo porque es una herramienta muy ilimitada”.

En este sentido, Photoshop es un programa que suele generar grietas en el mundo de la fotografía y el arte digital.

Por un lado de están los creadores que creen que la herramienta construye una realidad poco fiel, y por el otro los que aseguran que Photoshop es fundamental en el proceso creativo y el resultado final de la obra.

“Es un universo que genera bastante controversia. Para algunos el Photoshop no es una herramienta artística. Yo me considero un artista visual que no se pone límites a la hora de crear. Además, lo ‘real’ es bastante subjetivo”, asegura Bouvier.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 

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En el medio de la grieta está Leo Barizzoni –fotógrafo, columnista en No toquen nada, trabaja en el medio hace décadas– que utiliza la herramienta digital como antes lo hacía con prácticas analógicas en el laboratorio de revelado.  

“En mis fotos de autor no lo uso más allá de lo que me ayude. Hago un ajuste mínimo porque de lo contrario, ¿qué valor tiene si yo saco una foto y después la modifico toda y está totalmente potenciada solo por el retoque?”, se pregunta Barizzoni.

La mayoría de los fotógrafos y creadores consultados responderán la pegunta de Barizzoni justificando que siempre dependerá del valor y el uso de la foto. En fotografía documental o fotoperiodismo, por ejemplo, la manipulación está muy mal vista y es considerada una práctica deshonesta y poco ética. No obstante, para quienes se dedican a la fotografía libre o artística, los límites no existen.

“En mi laburo, el Photoshop es una herramienta de collage, de composición y creación de un imaginario que no está nunca en la realidad o en el crudo que sale de la cámara”, dice Brian Ojeda, un fotógrafo y creador digital de 30 años. Y agrega: “La gente está muy acostumbrada a ver la imagen como sale de la cámara y la tiene un poco de miedo a la postproducción”.

Para Ojeda, “el artificio es parte de la creación de una imagen” y en definitiva todo depende de lo que se quiera comunicar. La clave, dice, es hacerlo con honestidad y “no vender mentiras”.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 

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“Ahora la gente está más entrenada en ese lenguaje visual. Al principio cuando aparecieron estas herramientas la gente era más difícil de engañar”, explica el creador.

Y si hay una industria que usa y abusa de las tecnologías de retoque es la publicidad.

La "realidad" imposible

El abdomen de Susana Giménez, los brazos de Nicole Kidman, la quijada de Jennifer López: el ideal de belleza que vende la publicidad es tan imposible que enferma.

No es nuevo, lo sabemos todos. Pero es necesario destacarlo porque el uso extremo del Photoshop sobre los cuerpos moldeó el avance de esta tecnología y caló hondo en las sociedades contemporáneas.

Las prestaciones que se utilizan para hacer estas modificaciones van desde el ajuste de capas, pasando por el pincel, y la transformación de posición libre, que permite estirar cualquier parte del cuerpo para estilizar curvas y extremidades (ver video). 

“Es dantesco lo que se hace con la manipulación de la imagen a nivel publicitario. El mensaje que la industria le da a las pibas jóvenes es de legitimar un ideal de belleza que es inalcanzable porque necesita de una intervención digital”, dice Barizzoni.

Ojeda, por su parte, apunta que no solo se modifican a las personas, también la comida o cualquier otro producto de consumo. Sin embargo, soplan vientos de cambio: “Estamos desenmarañando todo esto”, asegura.

Barizzoni coincide: “Ahora está de moda la poca intervención, la imagen más natural”. El fotógrafo también señala que muchas veces el retoque juega en contra o es un arma de doble filo porque las fotos pueden quedar “pasadas de efecto” y con una estética demasiado plástica. El fotógrafo lo resume así: “La realidad no es perfecta, la luz no es perfecta. Hay sombras, luces, zonas más oscuras, más claras, más grises. Es decir: nunca jamás hay uniformidad en la realidad y mucho menos perfección. Entonces cuando veo una foto tan perfecta la veo como irreal”.

Bouvier lava de culpas a la herramienta y apunta contra los códigos del marketing y la publicidad. También dice que en su fotografía no corre tanto peligro porque no trabaja con cuerpos, sino con paisajes. Aún así, cuando empezó a subir sus composiciones a Instagram, varios usuarios lo criticaban por alterar tanto las imágenes. “Con el tiempo eso fue disminuyendo y hoy casi que no recibo ese tipo de comentarios. La gente ya sabe y entiende que son fotografías retocadas”, dice.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 

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Para Ojeda, se “debería partir de la base de que todo es un artificio” porque la cámara captura apenas una parte de la realidad. Además, una imagen puede ser modificada incluso antes de pasar a las postproducción, con luces y otras técnicas. “Photoshop está ahí como una herramienta de comunicación”, termina.

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