Prefiero escuchar

La información se maneja en ese plano casi como un bien a partir del cual se negocia, se especula, se corre, se da marcha atrás y se pelea. De este lado, con la urgencia de saber que se están contando cosas nuevas que pueden ser de interés de quien acude a un medio a buscar información. Aun en tiempos de internet donde todo llega en minutos me cuesta dar el salto y cuestionarme con seriedad el valor real de una primicia. La inercia me hace muchas veces seguir en ese partido que a lo sumo ven otros periodistas pendientes de carreras como esa. Me pregunto muchas veces qué tanto importa ese periodismo de fuentes amigas y rumores adelantados en tiempos en que nos preguntamos cómo reenganchar lectores y cuánto más puede pesar en esto el plantear un análisis de algo, lleguemos antes o después.

Cuando logro abstraerme y mirar las cosas desde fuera, me doy cuenta de que quizá esa dinámica de la que soy parte haya contribuido a hacer de la profesión de periodista musical en este lugar algo casi inexistente, irrelevante para quien no tiene a la curiosidad musical como pulsión o prioridad, o que ya no cree que vaya a encontrar eso en un medio tradicional. Y nosotros, al estar más tras la noticia del momento, estamos menos en otras cosas. Entonces, ayudamos a ampliar la brecha. Una externalidad típica es el estar más lejos de los discos, algo a lo que no se le puede dedicar lo que se debería de horas de trabajo, sencillamente porque hay que cumplir con lo otro y entrar en la dinámica histérica de conseguir información.

Me doy cuenta de eso y del mandato que exige seguir escuchando y pensando lo que se escucha especialmente en ocasiones como la de esta semana, después de encontrarme con dos discos a los que no voy a permitirme eludir. En primer lugar, las últimas canciones de Maximo Park, un grupo de británicos que si bien no eran lo mejor de su generación en aquellos años en que el rock de los Strokes y los Franz Ferdinand lo dominaba todo, todavía hoy consiguen sobrevivir con dignidad gracias a piezas como esta. En segundo lugar está el nuevo disco de Rufus Wainwright, quien de verdad merece post aparte. Y no solo por canciones así.

Por lo pronto, mi compromiso tras este post debería ser recuperar esa costumbre intentando reactivar parte de la esencia de lo que creo es este trabajo, o de una de las cosas que al menos, pienso, le dan valor real: seguir buscando buena música y ofreciéndola para los usos que se le antojen a quien lee, dando al menos algún que otro argumento sustentable como para que quien lo hace llegue al menos a la instancia de la prueba y le de una chance a esa música, sea de quien sea y venga de donde venga. Es lo que tratamos de conseguir en cada página musical de sábado en O2 y lo que yo intento, por ejemplo, en espacios como este.