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Qué hay detrás y qué dudas deja el impuesto a las multinacionales que impulsan los países ricos

El G7 anunció un acuerdo para gravar con una tasa mínima del 15% a las grandes empresas globales ¿cuán factible es su instrumentación?
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09 de junio de 2021 a las 05:01

Por Fabián Birnbaum*-Especial El Observador

El G7 anunció un acuerdo para gravar con una tasa mínima del 15% a las multinacionales a través de un comunicado cuya primera lectura parece incuestionable. Sin embargo, intentaremos darle una mirada más allá del discurso para así comentar nuestro escepticismo a un acuerdo real, cuestionar la presunta globalidad y finalmente comentar más dudas que certezas.

¿Acuerdo?

Nos es menester recordar que la historia ha demostrado que, en materia fiscal, los países siempre antepusieron sus intereses nacionales ante cualquier interés global. 

De hecho, ya en el año 2013 se emitió un informe de la OCDE conocido por sus siglas en inglés como BEPS (Base Erosion Profit Shifting) en el cual ya se discutían varios de los aspectos del presente acuerdo y que a la fecha no se ha podido consolidar principalmente por falta de acuerdos políticos más que técnicos.

Asimismo, el señalamiento sobre las empresas multinacionales tiene poco de sorpresivo y mucho más de chivo expiatorio. Esto se debe a que estas empresas se beneficiaron de sistemas jurídicos en los países desarrollados que les permitió e incentivo reducir las tasas de impuestos y que no fue modificado por miedo a que dichas empresas migren a otros países.

En otro plano, pero reafirmando el escepticismo de la cooperación entre los países, al momento de escribir el presente artículo seguimos padeciendo la pandemia por el covid-19, el cual nos permitió ser testigos de un nacionalismo exacerbado en el afán de conseguir vacunas el cual se dio en una lógica de “sálvese quien pueda”.

¿Global?

Lo que llama la atención es que siete países, por más que representan el 40% del PIB mundial, puedan realizar un acuerdo y llamarlo global omitiendo así a 186 países y al 90% de la población el cual no representan.

Sin perjuicio de la falta de una real globalidad, anteriormente han podido expandirse (¿colonizar?) estas prácticas a través de sanciones como por ejemplo estar en listados de diversos colores (todos recordamos el infortunio de nuestro país en el listado negro de la OCDE).

Asimismo, la globalidad tiene limitantes propias de un mundo dividido en países cuyas políticas fiscales son parte del universo de decisiones que los gobiernos tienen que tomar en base a sus principios y necesidades existiendo asimetrías lógicas entre los mismos.

Si bien es indudable la necesidad de una reforma fiscal internacional que se aggiorne a las nuevas realidades de una economía digital y un mundo globalizado, desde estas latitudes se esperan que los incuestionables argumentos esgrimidos de justicia y equidad sean utilizados en su total (y real) dimensión. 

Más dudas que certezas 

A partir de las siguientes tres dudas pretendemos mostrar que aún si este plan avanza, existe un largo camino por recorrer. La primera de ellas refiere a la tasa del 15%, ¿es nominal o efectiva? Porque los países disponen de mecanismos como exoneraciones o deducciones para alterar la tasa efectiva de los impuestos.

La segunda duda es la base imponible sobre la que se aplica la antedicha tasa. Pueden existir (y efectivamente existen) muchos criterios para medir las ganancias de las empresas.

La tercera duda, y más importante, es cómo se va a controlar la correcta implementación de esto. No existe un órgano global que puede controlar, dictaminar, asesorar y sancionar tal como lo hacen las administraciones tributarias locales.

Reflexión 

Los problemas tributarios no son nuevos, pero la pandemia le devolvió el protagonismo. En nuestra opinión, esto se debe a las necesidades recaudatorias a partir de las crisis económica provocada, que requirió de una asistencia descomunal de los gobiernos a a sus ciudadanos (recordamos EEUU imprimiendo billetes con mayor velocidad que el fabricante del Juego Monopoly). 

De cualquier manera, a veces las crisis traen oportunidades para los gobiernos. En el mundo fiscal, la crisis del 2008 fue el punto de inflexión para el inicio del camino de transparencia fiscal. Quizás esta crisis sea el comienzo de un acuerdo (¿cartelización?) entre todos para evitar la competencia fiscal entre los países y en consecuencia la baja de la tasa de impuestos.

En definitiva, mientras los que se consideran “el mundo” intentan solucionar los problemas de caja con conmovedores discursos, el resto del mundo (entre ellos Uruguay) deberá estar atento a si efectivamente hay nuevas reglas de juego fiscales. 

Como en cualquier juego, el que lo entienda antes y juegue más rápido, terminará ganando. 

*El autor es tributarista y socio de FBM Advisory
 

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