Durante años el bordado fue considerado un arte menor, pero la técnica tiene más fuerza de lo que parece
Pañuelos que las sufragistas bordaban en prisión con sus firmas
Pañuelos que las sufragistas bordaban en prisión con sus firmas

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Que sepa bordar: aguja e hilo como herramienta feminista

El arte del bordado guarda una historia secreta que hasta el día de hoy se sigue escribiendo
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04 de abril de 2021 a las 05:20

“No da puntada sin hilo”. ¿Cuántas veces escuchaste esta expresión? En este caso el hilo que sucede a cada puntada conecta directamente con bordadoras pasadas, mujeres que supieron convertir un arte feminizado en una herramienta de emancipación. De femenino a feminista.

En 1984 la historiadora del arte Rozsika Parker publicó La puntada subversiva: el bordado y la construcción de lo femenino, en el que abordaba la historia del arte textil en relación con la femineidad. ¿Cuáles son los atributos asignados exclusivamente a las mujeres? ¿Eran considerados fortalezas o debilidades? Spoiler alert: históricamente, debilidades.

A comienzos del siglo XX en Gran Bretaña, las sufragistas subvirtieron las prácticas textiles y las utilizaron para modificar el ideal femenino. Banderas, pancartas y estandartes confeccionados en el espacio doméstico salieron a las calles para representar una lucha tan política como el derecho a ejercer el voto. 

 

Ya en la segunda mitad del siglo XX la artista Judy Chicago ejecutó The Dinner Party, una instalación compuesta por una mesa triangular donde recuerda a 39 mujeres relegadas en los libros de historia y cada sitio tiene el nombre bordado junto con imágenes o símbolos relacionados con sus logros. El proyecto generó un revuelo en el circulo artístico y revalorizó las artes domésticas.

Que sepa coser, que sepa bordar

Virginia Sosa es diseñadora teatral y explica que el trabajo con el lenguaje textil la llevó a vincularse con diferentes tipos de prácticas. Una fue el bordado, y el encuentro fue removedor. “El bordado era la expresión de una identidad femenina que no me representaba, y me costaba incluso decir que estaba bordando”, recuerda Sosa y explica que esa reacción la llevó a cuestionarse sus propias concepciones de lo femenino:“¿Qué es lo que me cae tan mal? Esa pregunta me llevó a vincularme desde la investigación”.

Empezó a estudiar en base a historiadoras de arte y descubrió un mundo diferente al que le habían contado. Volvió a los libros de estudio, pero ese relato no estaba allí y decidió armar el rompecabezas desde una postura donde las fortalezas de la mujer no hubiesen sido disfrazadas de debilidades. “La mayoría de la gente piensa que una mujer es sumisa si borda, cuando en su momento las sufragistas encontraron un lugar de conspiración en las reuniones de bordado”, recuerda Sosa.

Virginia Sosa, creadora de Nuevo Reino

“El bordado pasa a ser una herramienta subversiva con un hilo muy continuo que yo desconocía hasta el momento y que es casi como una historia secreta”. 

Encontró que las artistas en la década de 1970 se planteaban lo mismo que ella, con respecto al textil y al feminismo; que en el siglo XI las mujeres ya contaban abusos a través del bordado en el tapiz de Bayeux y descubrió el lugar que ocupaban las bordadoras luego de la Revolución Industrial.

Hace seis años comenzó con el proyecto de Nuevo Reino, donde formó círculos y talleres de bordado. “Me di cuenta de que esa imagen de las mujeres bordando y charlando era poderosa por todas las cosas que ocurrían en torno a eso”, dice Sosa y cuenta que los encuentros le permitieron comprender que para muchas mujeres el bordado colectivo puede haber sido su único espacio de expresión artística.

Bordado colectivo en Nuevo Reino

“Es algo latente que en un momento ya se vuelve un volcán”, dice, y señala que toda la tradición textil desemboca en el movimiento que tiene lugar ahora en Uruguay y en el mundo. “No era que no estaba, no estaba teniendo su lugar. Sé que me paro sobre los hombros de anónimas”, apunta.

“Creo que es uno de los momentos en los que se está reescribiendo la historia del bordado”

En la ropa o en las banderas, en pancartas y carteles, cada vez hay más bordados en las marchas del 8M. “Yo bordo mis pancartas, me junto con mis amigas antes de ir a la marcha para bordarnos las remeras, es como una reivindicación de la técnica y de nuestra historia”, cuenta Sosa. Destaca también que hay colectivos feministas que arman espacios colectivos y de debate en torno al bordado. “Veo a las pibas con bastidores y una frase bordada y no puedo creerlo. Es histórico", asegura. 

El bordado es una técnica cada vez más presente en las marchas feministas

Toda puntada es política 

Romina Lapaz decidió usar hilo y aguja para contar historias. La emergencia sanitaria la relegó a su casa sin poder ir a trabajar y necesitaba encontrar una actividad. Estudiante del Centro de Diseño y militante feminista, decidió utilizar el bordado para profundizar en la vida de las mujeres y las disidencias, a quienes considera por fuera de la “historia oficial”.

Romina Lapaz con los bordados de Luisa Cuesta e Idea Vilariño

Cuando Lapaz eligió la técnica, no tenía tanto conocimiento sobre su trasfondo histórico y social. Luego empezó a investigar y fue abstraída por el lenguaje. “Se planteó como una técnica para someter a las mujeres, un trabajo doméstico para que se queden en la casa. Ellas lo dieron vuelta por completo”, comenta.

La primera mujer que la inspiró a comenzar el proyecto fue la francesa Clementine Delait, mejor conocida como la mujer barbuda, nacida en Francia en 1865. Le siguieron Louise Bourgeois, Marsha P. Johnson, Luisa Cuesta, María Elena Walsh, Marielle Franco, Joséphine Baker, Marie Curie, Tove Jansson y las hermanas Mirabal. El bordado que ahora tiene en proceso es el de una uruguaya: Idea Vilariño.

Guía de Lapaz antes de bordar el retrato de Marielle Franco

“Estás llorando por las manos”

En plena cuarentena, Serrana Dibarboure no podía para de bordar. La tarea se había convertido en una forma de terapia. Su psicóloga fue muy clara: “estás llorando por las manos”, le dijo. 

Durante generaciones hemos llorado por las manos a través del bordado y las distintas técnicas manuales de arte”, sostiene Dibarboure, que considera que esta generación de bordadoras llega a reivindicar la labor manual de las mujeres en la historia. “Siempre ha sido un medio de comunión entre las mujeres, pero también de comunicación. Es hasta una herramienta política”, agrega.

Su proyecto se llama Mujeres poesía, y así recuerda su creación: “Agarré distintas mujeres y bordé en papel postales con sus fotos y frases de ellas sobre lo que era la escritura y la poesía”, dice.

Bordar sobre el discurso hegemónico

Sofía Beceiro es vestuarista y docente de Historia del diseño en el Centro de Diseño Industrial. El arte textil es para ella un lenguaje que le permite expresarse y esa necesidad muchas veces está relacionada con discursos de corte político-social. “En el arte contemporáneo el que crea es un vehículo para transmitir un mensaje que es más universal que uno mismo, pero es parte de una experiencia subjetiva”, dice Beceiro. “Una de las temáticas que más abordo es el tema de los cuerpos disidentes, en mi caso es el tema del cuerpo gordo”, agrega.

Sofía Beceiro

Beceiro combina fotografía con bordados y pedrería para visibilizar los discursos que se ejercen sobre los cuerpos. “Trabajo el bordado en pedrería y el bordado crochet de Luneville porque me parece que esa técnica le imprime valor al discurso, creo que logra tender un puente entre algo totalmente mundano como el cuerpo y un discurso universal”.

Beceiro combina fotografía y bordado

En 2019, Beceiro pasó de espectadora a trabajadora del Carnaval, y allí sucedió algo que disparó su interés. “Dentro del Carnaval empecé a entender que hay dobles discursos groseros, y que la mayoría están relacionados al trato con las mujeres”, recuerda. A raíz de las denuncias publicadas en 2020 en la cuenta Varones Carnaval y su repercusión, Beceiro decidió utilizar el bordado como una forma de expresión y denuncia. 

Los bordados los hago con cosas que realmente me interpelan. Son cosas que me atraviesan y que necesito poner en perspectiva”, cuenta. “Para mí era importante retratar como algunas personas no tienen otra herramienta más que una cuenta de Instagram para expresar algo que es extremadamente duro como un abuso, y que hay personas que tienen redes de contención muy fuertes y pueden permitirse pedir disculpas, pero sin asumir realmente esa culpa”. 

Proyecto Varones Carnaval
Proyecto Varones Carnaval

Beceiro tomó recortes de las denuncia y los pasó a papel. En el centro colocó un bastidor bordado con un fragmento de las disculpas que ofrecieron varios de los hombres denunciados. “Elegí un bordado con canutillos, un bordado muy recargado y asociado a la realeza e instituciones súper estructuradas para demostrar que había una intención específica detrás de las disculpas, que no es la misma que la fragilidad con la que se presenta a una persona que está diciendo que fue abusada”, señala. 

Hilando la herencia familiar

El hilo del bordado también atraviesa el ámbito privado. Las cuatro mujeres identifican que el bordado es una forma de tender puentes con aquellas abuelas que lo hacían en el ámbito doméstico y que fueron desvalorizadas por una generación que se dedicó a profesionalizarse en esferas públicas.

Beceiro sostiene que en la técnica encontró "una memoria de lo femenino". Heredó el bordado, sus primeros hilos y bastidores de su abuela. "Mi madre pertenece a una parte del feminismo que desprecia un poco esos lugares y siempre ha sido muy reticente a lo textil, al bordado y a todas esas cosas que mi abuela siempre sostuvo", cuenta.

Bordado sobre una fotografía de la abuela de Sofía Beceiro

Perla y Blanca, las abuelas de Dibarboure, también bordaban. Sus madres les enseñaron a ellas, y ellas sus hijas. "Se corta un poco con la generación de mi madre y conmigo, pero yo lo retomé y empecé a buscar cosas de mis abuelas", cuenta, y considera que es algo que le sucede a muchas bordadoras de su generación.

"La generación de nuestras madres fue la que más salió a laburar, nuestras abuelas todavía eran más amas de casa. Nosotras, por más de que también salimos a trabajar, lo tomamos como una herramienta reivindicativa"

La aguja y el hilo van bordando la vida. De manera privada se encargan de hilvanar el hilo de un árbol genealógico que se creía perdido. En público, generan redes desde el pasado hacia el futuro.

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