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Reproducción asistida: el largo camino de una no tan dulce espera

¿Cuál es el costo emocional y monetario de tener un hijo cuando el cuerpo no lo permiten de forma natural?
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02 de septiembre de 2018 a las 05:04

Masha Severov emigró de Rusia hacia Uruguay cuando tenía 15 años y con ella también viajó el sueño de ser mamá algún día. Pero el destino no le puso las cosas fáciles. Buscó hasta el cansancio el embarazo con su pareja, Alejandro Fuentes, pero la confirmación no llegaba. Intentaban, fracasaban y volvían probar. Pasaron los años y a sus 30 empezó el periplo entre mutualistas y clínicas para saber qué le impedía tener hijos. El camino fue largo, doloroso e incierto, además de caro. Recién cuando cumplió 40 años pudo por fin dar a luz a sus mellizas Noelia y Victoria, lo que consiguió gracias al proceso de reproducción asistida que financia el Fondo Nacional de Recursos (FNR) desde 2015. 

Pero si el peregrinaje de esta mujer por las clínicas hubiera tardado más de lo que le llevó, o si acaso la búsqueda hubiera comenzado un año más tarde, Masha no habría conseguido embarazarse. Es que por su edad hubiera quedado fuera de la cobertura del FNR, porque desde febrero de 2017, la prestación se ofrece solo para mujeres menores de 40 años. Masha quedó embarazada en enero de ese año tras dos intervenciones de alta complejidad y una inversión mayor a $ 300.000.

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“Yo empecé a los 30 años a consultar médicos y nunca me bajé del galope. No aflojé ni una semana. ¿Qué hubiera pasado si me cansaba? Es muy duro enfrentarte cada día durante 10 años a la idea de no poder ser madre. Y si hubiera bajado la marcha unos meses, tal vez no tenía a mis niñas”, relató Masha.

Cuando se aprobó la ley que contempla la reproducción asistida en febrero de 2015, las mujeres podían enviar su solicitud sin importar si tenían 30, 47 o 54 años. El límite estaba pautado recién a los 60. Pero la ley especificó que esa flexibilidad funcionaría únicamente durante un período ventana de 24 meses. En febrero de 2017, entonces, las reglas cambiaron y se habilitó la financiación solo para las menores de 40 años. Aquellas mujeres que ya habían iniciado el proceso con más de esa edad, podían finalizarlo. El resto directamente dejaría de tener el derecho a postularse.
“Creo que el Fondo debería permitir un poquito más de edad. Porque el proceso no es rápido, hay mucha burocracia en Uruguay. Es difícil. Y muchas mujeres quedan por el camino por culpa de tiempos que ellas no manejan. Solo un poquito más. Está en juego su maternidad. Es muy duro perderla por un año o unos meses”, opinó Masha. 

Rosana Gambogi, médica directora técnica del FNR, explicó a El Observador que las mujeres deben conocer los riesgos que implica postergar la maternidad. “Existe la tendencia actual de decidir libremente dilatar el momento de tener hijos. Es entendible pero también es importante manejar cierta información antes de tomar esa decisión. Después de los 35 años la tasa de embarazos baja sustancialmente”, aseguró la experta y especificó que pasados de los 40 el descenso de fertilidad es significativo. 

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Hay estudios que demuestran que las técnicas de reproducción asistida de alta complejidad no logran equiparar la pérdida de fertilidad que se produce con el paso del tiempo. Gambogi indicó que si la mujer pospone su embarazo de los 30 a los 35 años, la chance de embarazarse cae casi un 10% y las técnicas alcanzan compensar solo un 4% de ese descenso. 
“Si se pospone de los 35 a los 40 la posibilidad del llegar al embarazo baja un 25% y las técnicas compensan solamente un 7% esa baja”, detalló. Según dijo la médica, las intervenciones tienen resultados favorables cuando las mujeres son menores de 34 años, con un 33% de efectividad. Después de los 40, los resultados caen a un 8%. 

El camino para embarazarse

Cuando una mujer no consigue quedar embarazada luego de tener relaciones sexuales habituales durante 12 meses o más, y no empleó métodos anticonceptivos, se supone que ella o su pareja, o incluso ambos, son infértiles. 
Frente a ese escenario existen dos técnicas de reproducción asistida. Las de baja complejidad, que son los tratamientos que cubren las instituciones de salud y que suponen que el óvulo y el espermatozoide se unan dentro del útero de la madre; y las de alta complejidad, donde la unión se realiza en un laboratorio, y posteriormente, el embrión fecundado se transfiere al útero de la madre mediante diferentes técnicas especializadas. Este mecanismo lo financia el FNR y se aplican en tres clínicas privadas autorizadas por el Ministerio de Salud Pública para operar. 

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En función de los ingresos que perciba el núcleo familiar se determinará cuánto cubrirá el fondo. A más ingresos, menos financiación. El fondo ampara un máximo de tres intentos de tratamiento por mujer. Y a medida que fracasa cada uno de ellos, la financiación disminuye y, por lo tanto, la mujer deberá pagar más. 
“Deberían hacer las tablas al revés. Cada vez que un tratamiento sale mal, el desgaste emocional es muy fuerte y a eso le tenés que sumar la incertidumbre de no saber si vas a poder pagar el intento siguiente. A medida que empeorás, lo económico te puede resultar prohibitivo para continuar. Los costos deberían bajar, no subir”, opinó esta madre. 

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Masha quedó embarazada en el segundo intento y el FNR le cubrió, en la primera instancia, el 75% del tratamiento, el cual no funcionó. En ese momento abonó cerca de $ 53.000. Pero aparte tuvo que pagar cada transferencia de embrión que le hicieron, que fueron dos, ya que las células no lograban prenderse en su útero. Esto le significó un valor adicional de $ 110.000. Y el tratamiento no sirvió. 
La segunda vez el fondo financió el 50% del procedimiento. Masha pagó cerca de $ 105.000 en esa oportunidad. Y finalmente quedó embarazada. En total tuvo que abonar unos $ 215.000.  Tardó cerca de seis meses en conseguirlo. Pero si se suman los estudios y tratamientos que tuvo que realizarse antes de postularse al FNR, se deberían añadir cerca de $ 80.000 más, lo que da un resultado por encima de los $ 300.000. 

“Además de enfrentar la desilusión de no poder tener un hijo hay que asumir el miedo de no poder llegar a pagar todo lo que necesitás”, dijo Masha. Ella debió conseguir dos trabajos para poder solventar el gasto. “Las esperas además son largas y difíciles. Nunca sabés se te van a aceptar y te jugás tu vida esa espera. Te jugás tener o no tener un hijo, formar o no formar tu familia”, se lamentó. 

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Gambogi destacó que en 2017 casi el 80% de las personas autorizadas a recibir el tratamiento debieron abonar el 50% de su costo. “Y casi un 20% de las mujeres atendidas no pagó absolutamente nada por quedar embarazada”, agregó. La médica señaló que Uruguay es uno de los pioneros en la región, y casi en el mundo entero, en ofrecer este servicio con un esquema de financiación amigable para el paciente. “Antes de la ley, quien no podía solventar la totalidad del tratamiento, directamente no podía tener hijos”, concluyó.
Más allá de algunos cuestionamientos al funcionamiento del sistema, Masha hoy se siente plena. “La felicidad que sentí al convertirme en madre fue mágica. Ese instante en que vives cuando ves a tu bebito es impresionante. Es la alegría más grande que existe en el mundo por la cual siempre vale la pena luchar”, dijo conmovida. 

Estadísticas y costos: 

En 2017 el FNR recibió 2213 solicitudes de cobertura financiera para procedimientos de alta complejidad. Se autorizaron 2036 de ellos, de los cuales 1685 fueron tratamientos con óvulos y espermatozoides propios y 351 con células donadas. Casi 9 de cada 10 casos son mujeres afiliadas al sistema de salud privado. Los costos dependen del tipo de tratamiento que se necesite. Si se trata de un tratamiento de alta complejidad completo, que incluye medicación y una transferencia embrionaria, cuesta $ 211.662. La persona deberá pagar el porcentaje que corresponda de acuerdo a su ingreso y el número de tratamiento del que se trate.

En cifras

$ 211 mil es el costo de un tratamiento de reproducción asistida de alta complejidad completo, que incluye medicación y una transferencia embrionaria. Una transferencia de embriones criopreservados cuesta unos $ 54 mil, y el tratamiento con semen donado $ 7.549, según datos del FNR. Lo que cada persona pague y depende de sus ingresos y de la cantidad de intentos.

Quienes tienen ingresos hasta $ 38.480, en el primer intento no tienen ningún costo. Si necesitan un segundo intento deberán abonar el 10% del tratamiento, y 20% si llegan a un tercero. Para quienes tienen ingresos de hasta $ 76.960 el primer intento tiene un costo del 25% del total, un 50% el segundo y 65% el tercero. Los que perciben ingresos mayores a $ 130.832 deben abonar el 50% del total en el primer intento, 70% en el segundo y 85% en el tercero. Hasta $ 230 mil de ingresos los porcentajes son de 75% el primer intento, 85% el segundo y 90% el tercero. Y quienes superen esa suma deberán abonar el 85% del tratamiento en el primer intento, 90% en el segundo y 95% en el tercero.

 

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