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Romeo y Julieta, la mayor producción del Ballet del Sodre

La primera bailarina María Noel Riccetto se pone en la piel del personaje shakesperiano
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07 de diciembre de 2015 a las 05:00
Ella bailaba los pasos de Julieta, pero no llevaba su nombre. Entonces solista del American Ballet Theatre (ABT), María Noel Riccetto practicaba todos los días, de la mano de Romeo, pero sabía que su romance no terminaría en tragedia. Sabía que sería otra, la bailarina Paloma Herrera, la que recorrería el escenario con su etéreo vestido ondulando y la que, veneno en mano, marcaría el final del fallido romance.

"Paloma iba a estar en Argentina durante todo el período de ensayos y David Hallberg (Romeo) no iba a tener con quién ensayar", recuerda Riccetto, cuando en 2009 el director del ABT, Kevin McKenzie, le pidió que se colocara las zapatillas de Julieta, aunque solo tras bambalinas. "Yo sabía que cuando regresara Paloma ella iba a empezar a ensayar la obra y que yo iba a estar un poco desplazada. Pero también sabía que la oportunidad iba a llegar en algún momento. Solo que nunca llegó".

Las sucesivas Julietas del ABT adoptaron las facciones de bailarinas invitadas, de renombre internacional, pero ninguno de los rostros correspondían al de Riccetto. "Esperé, esperé y esperé", dice, y su período de trece años dentro de la compañía estadounidense culminó en 2012 con un amplio repertorio de personajes, aunque desprovisto de la legendaria enamorada.

"Es uno de mis personajes favoritos, uno de los ballets que siempre quise bailar. Me vine a Uruguay sin haberlo hecho en Estados Unidos. Siempre fue algo que me quedó en el tintero", comenta la actual primera bailarina del Ballet Nacional del Sodre (BNS). Pero la oportunidad la alcanzó de la forma más inesperada: con la producción de ballet más grande de Uruguay, realizada en un auditorio que, solo seis años antes, era una promesa inconclusa.

Ahora, los intrincados telones que evocan a la Verona de Romeo y Julieta se alzarán sobre las tablas del Auditorio Adela Reta el jueves 10, y Riccetto logrará finalmente convertirse en Capuleto. "Este es el momento indicado. De repente entiendo por qué no lo hice antes. Lo tenía que preparar de esta manera, ensayarlo de esta manera, vivirlo de esta manera. Siempre pensaba, cuando estaba en Nueva York, que si era para mí, alguna vez llegaría. Y me pasa ahora, en el que creo que es el mejor momento de mi carrera".

En la piel del mito

Movida por la coreografía del británico Kenneth MacMillan y la música del ruso Sergei Prokofiev, la Julieta de Riccetto no llegó sola. Tras ser elegida por el director Julio Bocca para interpretar el intrincado papel, la bailarina requería el beneplácito de los repositores de MacMillan, que esperaban ciertas líneas corporales, ciertas condiciones físicas.

Incluso con su anuencia, no fue solo cuestión de desempolvar los movimientos practicados junto a Hallberg y ponerse a bailar. "Me encanta la investigación y creación del personaje", sostiene Riccetto, quien recurrió a la obra original de William Shakespeare y a las interpretaciones de las Julietas que llegaron después de la primigenia, de Margot Fonteyn.

Sin embargo, los videos, los recuerdos y los pentámetros yámbicos no eran suficientes. "Creo que para desarrollar un rol tan humano necesitás agarrarte de todas tus experiencias personales, de todos los golpes, las frustraciones, las alegrías, el amor. Hubiera sido muy diferente hacer Romeo y Julieta hace seis años. Tengo otra cabeza, otra madurez, otra experiencia".

Más allá de las dificultades técnicas, las especificidades de los repositores de MacMillan y los dúos complejos con su nuevo partenaire, Gustavo Carvalho, el rol le demanda sentimiento, naturalidad. "Es un personaje muy vulnerable que pasa por diferentes estados. Al público que no sabe o no comprende la parte técnica, lo que le llega es otra cosa. La emotividad. Te genera algo diferente, que no se remueve cuando el bailarín levanta una pierna o salta altísimo".

En ciertos instantes, incluso, el dramatismo hace que el movimiento se torne secundario. "A veces se dice mucho más estando quieta que moviéndote. Las cosas simples se entienden más que todo el adorno que le puedas poner. Romeo y Julieta tiene muchas caminatas, muchas frenadas, mucho mirarnos a los ojos y que todo pase alrededor", señala, y la quietud, entonces, se carga de significado.

Junto a Giselle, Catalina la Grande de Hamlet Ruso y Emilia de Otello, Julieta es de las más dramáticas, aunque no supera al resto. "Sí ha sido el rol que más me ha permitido dejarme llevar. Todos los roles que he hecho han tenido algo especial para mí, pero este he querido hacerlo desde hace mucho tiempo. No me cansa, nunca es suficiente. Desde el día uno hasta hoy he trabajado con la misma intensidad y las mismas ganas".

Los estados por los que debe oscilar, desde la inconsciencia del enamoramiento hasta la consciencia del dolor, hacen del personaje una entidad tangible, profunda. Y quizás, incluso, las capas abran en Riccetto una nueva exploración, como lo hicieron con Fonteyn. "Desde el momento que uno empieza hasta la última entrada, es un proceso. Es un crecimiento. Empezar en escena bailando como una niña, y terminar muerta, como una mujer. Es dejarte confiar en ese proceso y vivirlo. Si logro comenzar siendo Julieta de una manera, y que, al terminar, la gente me perciba como Julieta de otra manera, ahí me voy a sentir satisfecha".

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