Ian Buruma, editor del New York Times Book Review, tuvo que renunciar a puesto este mes después de publicar un artículo del escritor y músico canadiense Jian Ghomeshi, quien había sido acusado de conductas sexuales indebidas y declarado inocente en la justicia canadiense. La presión manifestada en redes sociales fue suficiente para liquidar al periodista holandés, que ejercía el prestigioso puesto en el New York Times Book Review desde principios de 2017. Ghomeshi fue declarado inocente en las cortes pero se lo sigue presumiendo culpable y con él caen todos los que le dan espacio para escribir un artículo, ahora o en el futuro.
Con todo, hay que tener cuidado al acusar aunque sea con razón. La actriz italiana Asia Argento, una de las primeras mujeres en acusar públicamente al productor cinematográfico Harvey Weinstein de abuso sexual y con ello dar inicio a lo que luego se convirtió en el movimiento #Metoo, fue acusada de un abuso a un menor en 2013 y con pruebas: la actriz pagó U$S 380.000 a su excompañero de reparto Jimmy Bennett para evitar la denuncia.
El juez Brett Kavanaugh, nominado por Trump para ocupar el cargo vacante en la Corte Suprema de Estados Unidos, fue acusado por la psicóloga Christine Blasey Ford de conducta inapropiada e intento de violación hace 36 años durante una fiesta juvenil cuando el tenía 17 años y ella 15. Kavanaugh lo negó rotundamente. Este jueves ambos testificaron ante el Comité de Nominaciones del Senado americano para tratar de discernir quien decía la verdad.
Con todo lo que significa el movimiento #Metoo en defensa de los derechos de las mujeres y, en especial, en los abusos sexuales cometidos durante décadas por hombres con el poder de abusar y de conseguir que el abusado callara, es preciso andar con cuidado. Harvey Weinstein fue acusado creíblemente por más de 80 mujeres, fue despedido de la compañía para la que trabajaba y su mujer le pidió el divorcio. Otros actores, entre ellos el famoso Kevin Spacey de House of Cards, reconocieron que eran ciertas las acusaciones de acoso sexual formuladas en su contra. En el caso de Spacey, Netflix lo suspendió de la famosa serie. Bill Cosby, famoso actor norteamericano y durante años uno de los mejor pagados, fue condenado en estos días a servir entre 3 y 7 años de prisión por ser un depredador sexual.
Entre acusaciones personales y juicios civiles o penales, muchos abusos sexuales salieron a luz para bien. Pero se deben manejar con cuidado pues se pueden convertir en un arma de doble filo. La civilización occidental dio un paso enorme en la protección de los derechos individuales cuando logró establecer el principio de que todas las personas son inocentes en tanto no se pruebe su culpabilidad. Es un principio fundamental de la vida social y también un principio clave del derecho penal, donde está en juego la libertad de una persona e incluso su buen nombre.
Con todo lo que significa el movimiento #Metoo en defensa de los derechos de las mujeres y, en especial, en los abusos sexuales cometidos durante décadas por hombres con el poder de abusar y de conseguir que el abusado callara, es preciso andar con cuidado.
En el caso del juez Kavanaugh no habrá juicio ante los tribunales. De hecho, no hubo siquiera denuncia cuando el supuesto acoso ocurrió. Tuvieron que pasar 36 años y que la nominación del juez generara una gran batalla ideológica entre demócratas y republicanos, para que la presunta agredida saliera a dar a luz la presunta agresión. Hoy, es la palabra de ella contra la palabra de él y cada quién creerá lo que quiera creer. Pero no ha habido un debido proceso de juicio, ni acusación formal con pruebas y testigos ni la posibilidad de defensa. Es más, en estos casos, el supuesto agredido por el acoso no tiene que probar la verdad de sus dichos sino ser medianamente verosímil.
Pero aunque Kavanaugh sea confirmado para la Corte Suprema, un halo de duda quedará flotando para siempre.
Sin embargo, Kavanaugh debería gozar de la presunción de inocencia en tanto no haya condena firme sobre las acusaciones. Sin el principio de la presunción de inocencia, la reputación de las personas quedará reducida a migajas y a merced de quien sea el que grite más fuerte o tenga más poder.
Sin embargo, Kavanaugh debería gozar de la presunción de inocencia en tanto no haya condena firme sobre las acusaciones.
Y no solo en el campo de la agresión sexual, bastante más extendida de lo que parecía en muchos ámbitos de la vida civil, especialmente en la industria cinematográfica. Es preciso proteger como nunca el debido proceso para que alguien sea declarado culpable. Los linchamientos públicos, que ahora están potenciados por el alcance global de las redes sociales, donde muchos de los que gritan se escudan en el anonimato, deben ser reprobados. Si no, volvemos a la ley de la selva donde abrevan y ganan fuerza los populismos y fanatismos tanto de derecha como de izquierda y donde la capacidad de razonar desaparece. Y con ella, el deterioro de la vida civilizada.
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