Charley Prie

Opinión > COLUMNA/ EDUARDO ESPINA

Si se calla el cantor, calla la vida

El covid-19 hizo estragos en el mundo de la música en 2020 y se llevó a tres leyendas
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25 de diciembre de 2020 a las 05:04

La universidad estadounidense Johns Hopkins creó a un tablero (coronavirus.jhu.edu) que todas las mañanas informa sobre la cifra de contagiados y fallecidos a nivel mundial. Como si fueran la cuenta regresiva de la NASA, pero al revés, en orden ascendente, los mapas animados del Coronavirus Resource Center notifican sobre los triunfos y derrotas de la muerte, que convirtió a un virus con varios alias en sicario. Ha sido un año, al que le queda menos de una semana de vida, para el olvido, aunque de seguro nadie lo va a olvidar. Tampoco nadie se lo imaginó tan nefasto. Quién en diciembre de 2019 habría imaginado que 12 meses después la realidad iba a ser tan insólita como la que estamos viviendo en estos últimos días de 2020. Ya habían advertido los mayas que la cifra 20 está asociada con malos augurios. Poner dos 20 juntos ha producido una combinación letal.
Han sido meses que permanecerán en los libros de historia, pues desde hacía 60 años, desde la guerra fría, que la investigación científica no era puesta a prueba con tanta rigurosidad como en el presente. El salto cualitativo que veremos a raíz de los avances de la ciencia acelerados por las circunstancias presentes, será difícil de explicar con palabras de hoy. Algo de lo que vendrá en los próximos años ya lo estamos viendo: en menos de nueve meses los laboratorios han podido tener lista una vacuna contra el virus que causa el covid-19. 

El año que termina el jueves será recordado –más que nada por eso– por la enorme cantidad de muertos originados por la enfermedad, una cifra cercana a los dos millones. Entre ellos figuran decenas de artistas en las diferentes disciplinas. La música, por razones que no quedan del todo claras, fue donde mayor número de contagiados y fallecidos hubo. Tras recuperarse, todos los enfermos comentaron lo mismo: pensaron que se iban a morir. La lista de supervivientes la integran: Madonna, J Balvin, Mark Mothersbaugh (fundador de la legendaria banda Devo), Gloria Estefan, Ashanti, Bernard Sumner (líder de New Order), Ben Platt, Maynard James Keenan, Trey Songz, Prince Royce, Doja Cat, Karol G, Kanye West, Andrea Bocelli, Damian Kulash (vocalista de OK Go), DJ Jazzy Jeff, Sturgill Simpson, P!nk, Babyface, Christopher Cross, Sara Bareilles, YNW Melly, Larry Campbell, Runaway June’s Jennifer Wayne, John Taylor (Duran Duran), Wreckless Eric, Kalie Shorr, Juan Pablo Villamil (Morat), Caroline Polachek, Chris Sligh, BeBe Winans, Scarface, Ray Benson (Asleep at the Wheel), Sam Smith, Slim Thug, Jackson Browne, Charlotte Lawrence, Andrew Watt, DJ Webstar, David Bryan (Bon Jovi), Plácido Domingo, Sandi Patty, Ocean Grove, Thelma Plum, Idris Elba, Brandon Hoover (Crown the Empire), DJ Black N Mild, Chucky Billy (Testament), y Ed O’Brien (Radiohead). 

John Pride

En la lista de fallecidos figuran: John Prine, Manu Dibango, Charley Pride, Joe Diffie, Adam Schlesinger, Alan Merrill (autor del clásico I Love Rock ’N’Roll), Wallace Roney, el rapero Fred the Godson, Trini Lopez (cuya canción If I Had a Hammer fue éxito mundial), Ellis Marsalis Jr., Henry Grimes, Harold Budd, Chris Trousdale (Dream Street ), la estrella de la música tejana, Guadalupe “Shorty” Ortiz, Tommy DeVito (The Four Seasons), Wallace Roney, DJ Black N Mild, Hal Willner, Vincent Lionti, Troy Sneed, Bootsie Barnes, Cristina, Lee Konitz, Warren Pohl, Jerry Demara, William Pursell, Dave Greenfield (The Stranglers), DJ Mike Huckaby, Matthew Seligman (The Soft Boys), Wallace Roney, Eddy Davis, John “Bucky” Pizzarelli, y el cantante y compositor mexicano Óscar Chávez. El diario español El País reportó: “Chávez fue para México lo que Silvio Rodríguez para Cuba, Caetano Veloso para Brasil o Luis Eduardo Aute para España: la voz que le cantaba al desamor y a las ansias por un mundo más justo”. En esa lista conviene destacar a tres músicos, no solo por su carácter legendario, sino porque la muerte los vino a buscar cuando, a pesar de su edad, estaban viviendo un momento tardío fenomenal en sus carreras, una especie de renacimiento. 

Manu Dibango

El 24 de marzo, a los 86 años, murió Manu Dibango, primer músico africano en tener éxito internacional. En el Uruguay de hoy pocos han de saber quién fue. En 1972 tuvo gran popularidad en nuestro país y en todas partes, con la canción Soul Makossa, de amplia difusión en el programa Impactos de Radio Independencia, y cuyo contagioso estribillo, “ma-ma-se, ma-ma-sa, ma-ma-ko-sa”, le encantaba a Michael Jackson. Les recomiendo el álbum The Very Best of Manu Dibango: Afrosouljazz From The Original Makossa Man, de 2000. Pueden encontrarlo en internet. La misma edad de Dibango tenía Charley Pride; 86 años y una salud de fierro. Estaba en la plenitud de sus facultades, disfrutando de su condición de leyenda. Fue el primer negro en convertirse en estrella de la música country. Tuvo 51 números uno.

Cuando el Uruguay era más culto que hoy y no se miraba tanto al ombligo como si el resto del mundo no existiera, Pride tuvo en nuestro país muchos seguidores que escuchaban en CX 44 Radio Panamericana el programa Highway 66, conducido por Hamlet Faux, leyenda del dial nacional. La muerte de Pride se pudo evitar de haberse puesto en práctica todos los protocolos sanitarios. En uno de los días en que más contagios hubo en Estados Unidos, el pasado 11 de noviembre, Pride se presentó en vivo en la 54a. edición de los premio de Country Music Association. Canto a dúo con la nueva luminaria, Jimmie Allen, su canción más conocida, Kiss an Angel Good Mornin’, uno de los mayores éxitos musicales de la década de 1970. Ni en el escenario ni en la audiencia había muchos con máscara puesta. Presentarse en vivo, sobre un escenario con mucha gente alrededor fue como jugar a la ruleta rusa. Y la bala en el tambor estaba esperando por Pride, quien murió a causa del virus un mes después, el 12 de diciembre.

El 7 de abril, a los 73 años de edad, en el mejor momento de su carrera ya que dos años antes había editado un disco fenomenal, The Tree of Forgiveness (el cual, vaya casualidad, salió a la venta en abril de 2018), murió John Prine, convirtiéndose en el segundo cantante estadounidense de renombre en morir de covid-19. El primero había sido Adam Schlesinger, prolífico compositor de bandas sonoras y musicales de Broadway e integrante del grupo Fountains of Wayne, muerto seis días antes de Prine. Una mañana de marzo pasado, Prine se levantó con escalofríos y problemas para respirar. La noche anterior había estado conversando con su esposa sobre las canciones que formarían parte del repertorio de la gira planeada por la segunda mitad de 2020. Presento este dato, para que vean qué rápido se puede pasar de sentirse físicamente bien, al desastre final. En pocas horas, el gran John Prine entró en la pendiente del fin. Fue uno de los mejores cantautores estadounidenses de todos los tiempos. Bob Dylan opina que la canción Lake Marie, es una obra maestra. 

Considerado “el Mark Twain” de la música, Prine había sobrevivido muchas cosas en su vida, depresiones, alcoholismo, y un cáncer que lo visitó dos veces y que abandonó la pelea al ver el tesón del cantante por mantenerse vivo. Pero además de recobrar su salud, Prine había conseguido que la inspiración al más alto nivel regresara. Cuando otros a esa edad están jubilado o pasaron a formar parte del panteón de la nostalgia, Prine editó The Tree of Forgiveness (El árbol del perdón), uno de los mejores discos de lo que va del siglo XXI, uno de los pocos realmente trascendentes, el cual incluye Boundless Love, dedicada a su esposa, canción antológica sobre los sentimientos profundos y sobre el hecho de sentirse un resucitado del amor. 

Las críticas del álbum fueron excelentes y sirvieron para que un nuevo público descubriera la música de Prine. Aprovechando el renacimiento, Prine hizo una gira mundial con salas llenas. Tan exitosa fue la gira, que tenía planeado iniciar la segunda parte de la misma en junio del presente año. La enfermedad con número impar quiso sin embargo lo contrario. 

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