A tres kilómetros en línea recta del lugar de la explosión, donde se encuentra el sismógrafo más cercano, la geóloga Leda Sánchez comprobó una vibración del suelo superior a dos de magnitud local, en una escala del cero al diez.
“Como a priori la explosión no fue subterránea, sino en la altura de un edificio, es probable que la magnitud real haya sido mayor y que eso no se percibe en los aparatos de medición”, explicó la científica.
Uruguay, a diferencia de los países en que los terremotos de gran magnitud son frecuentes, no cuenta con un apoyo estatal destinado a la medición del movimiento subterráneo. Sánchez, como académica, desplegó una serie de sensores para sus investigaciones.
En este caso, el mejor registro se consiguió en el sismógrafo que la geóloga tiene instalado en su casa, en un segundo piso de un edificio del Cordón (cuando la explosión aconteció en un tercer piso de un edificio frente al parque Villa Biarritz).
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