Fanny Fernández necesita reunir fondos para costear su tratamiento en Colombia

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Su marido le pegó cinco tiros, padece dolores crónicos y necesita costear un tratamiento en Colombia

Una de las balas le rozó la médula y le provocó daño nervioso, desde entonces no puede caminar y padece dolores que le hacen la vida insoportable
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16 de agosto de 2021 a las 05:00

"Un día salía para el trabajo a las 7:30 de la mañana en Carrasco y a una cuadra me estaba esperando él. Me hacía señas de que me bajara. Yo pensé que me iba hablar del divorcio. Cuando estaciono el auto, se sube y me dice 'si te querés divorciar, se termina para los dos'. Saca una pistola del bolsillo y me empieza a disparar; después se dispara él en la cabeza. Yo lo vi todo. Él pensaba que yo estaba muerta, pero no. Incluso le grité que no se matara, después de lo que él me había hecho. Ahí ya tenía los dos brazos quebrados. Agarré el celular con los dientes, lo puse en mi falda, toqué el llamado rápido -que lo tenía a mi padre- y le dije que me estaba muriendo en la calle Bolivia y Boston", cuenta Fanny Fernández.

Esa mañana la encontraron dos corredores que pasaban por la zona y la vieron llena de sangre. Fueron corriendo hasta la emergencia que queda a mitad de cuadra y de allí la trasladaron al hospital. Los cinco tiros que le pegó su marido le valieron 15 días en coma farmacológico y un mes en CTI. También perdió parte del hígado, el bazo y el riñón. Hoy, tres años después, ese episodio le sigue costando tiempo, dinero y sobre todo mucho dolor: otra de las balas le rozó la médula y le provocó daño nervioso. No puede caminar y tiene unos dolores neuropáticos que le hacen la vida insoportable.

“Ahora estoy con morfina, por eso puedo hacer la nota”, cuenta a El Observador. Aún así, en varios momentos de la entrevista se agarra fuerte la pierna izquierda o dobla el cuello de dolor. Además, tiene la movilidad reducida en sus brazos. Una bala le había quebrado el derecho y otro proyectil le pasó a un centímetro del corazón, le salió por detrás del seno y le quebró el brazo izquierdo. Se salvó el dedo anular de la mano derecha porque una de las balas pegó en un anillo que tenía puesto.

“Siento un hormigueo como cuando te pegás el codo con algo. También como una corriente eléctrica. Como si fueran cables pelados que me mandan electricidad a la pierna, como si se prendiera fuego. Como cuando tocás un enchufe y te da un choque de corriente. Así son los espasmos que me dan. A veces son tan fuertes que lloro del dolor. No hay quien me pare. Grito y lloro y no hay manera de tranquilizarme”, describe sobre sus piernas.

Esa mañana su vida dio un giro de 180 grados, pero los problemas habían arrancado antes. El fallecimiento de su suegro, ocurrido un año antes, había empeorado el carácter de su marido a niveles que ella nunca había visto. “Él arrancó a cambiar actitudes, enloqueció. No aguantó con todas las tareas que el padre hacía. Le pusieron la responsabilidad de que pasaba a ser el hombre de la familia. Yo vi que la relación ya no era la misma y le pedí el divorcio”, recuerda.

Antes –asegura- siempre había sido un “caballero” con ella, pero ahora, viéndolo en retrospectiva, se da cuenta de que había violencia psicológica. “Como yo estaba tan enamorada de él no me daba cuenta de la situación, de que él manejaba todo”, lamenta y agrega: “Él se quería matar, pienso yo, y dijo 'ta la mato conmigo para que no sea de más nadie'. Fue un comportamiento así, muy machista y acá estoy yo, pagando los platos rotos por nada. Por querer estar al lado de una persona, por querer ayudarlo y mostrarle que la vida podía ser distinta. No pude y terminé en silla de ruedas”.

Cuando recuerda el episodio, enumera las cosas que podría haber hecho diferente. Pese a eso, concluye el razonamiento diciendo que si su marido estaba decidido a matarla, igual lo hubiera hecho en cualquier lado. “Me tendría que haber ido antes de la casa, pero no pude por mis siete perros. Quizá alguien de su familia le hizo un lavado de cerebro de que yo me quería quedar con la casa, no sé, no sé qué se le pasó a él por la mente. Se te pasan 80 mil cosas por la mente de por qué lo pudo haber hecho y no sabés. Pero si me lo hubiera imaginado, nunca hubiera frenado el auto, nunca me imaginé que me podía hacer algo así”, sostiene.

Antes del crimen, Fernández vivía en Carrasco y trabajaba en una empresa de extintores. Le gustaba ir al gimnasio, andar en bicicleta, salir con sus perros. Cinco tiros y dolores crónicos convirtieron su vida en un círculo infinito de morfina, tramadol y alguna de las 13 pastillas que debe tomar por día. Vive en Atlántida con su padre, está jubilada por discapacidad y hace una hora de fisioterapia por día. Su vida cambió por completo.

Su madre “quedó muy mal” después de lo que pasó y actualmente vive en un residencial, debido a que padece Alzheimer. Su padre, jubilado de arquitecto, no puede cuidarlas a las dos.  

Pese a eso, es un rayo de optimismo en la vida de su hija. Intenta desdramatizar todo lo que sucede. “No tiene vida propia para cuidarme a mí. Siento que no tiene tiempo para hacer algo que le guste. Salir a algún lado. Tiene que cuidar a un niño chico“, lamenta ella.

Después de lo que pasó, Fanny se deprimió. No quería hacer la fisioterapia por el dolor que sufría y lloraba todos los días. Ahora tiene una motivación y una esperanza.

Colombia y el tratamiento en la mira

“Todo este tiempo me fui quedando, perdí masa muscular, pero ahora la estoy recuperando porque si me voy a Colombia tampoco quiero llegar con dos palitos de piernas”, dice y se ríe. En Cali está su esperanza de reducir los dolores y hasta, quizá, volver a caminar.

Para eso necesita juntar fondos. En una primera instancia habían calculado que necesitaría US$ 30 mil, pero se dieron cuenta que no será suficiente. Debe costear el pasaje, el tratamiento y el alojamiento por seis meses.

Su idea es viajar en el mes de enero, para que coincida con la vuelta del exfutbolista Alexis Viera a Colombia. Fue él quien le hizo el vínculo con esta clínica y trabaja en todos los preparativos para su estadía allá. El futbolista fue baleado en 2015 en Cali en un asalto y se vio obligado a abandonar el deporte.

Un sueño a caballo para aguantar el dolor

Fanny Fernández el día que se volvió a subir a un caballo

“El sueño que tengo lo tengo desde antes de que me pasara esto”, dice añorando su antigua vida y asegura que siempre quiso poner una escuela de equinoterapia.

Monta desde muy chica y los caballos son su pasión. Después de lo que pasó, no subirse fue una tortura, pero entre tanto día gris tuvo un día de disfrute pleno.

“Un día, Alfonsina Maldonado, me subió al caballo de una. Sentí que me quebraba las piernas porque pasé la pierna para el otro lado del caballo y la ingle me sonó y dije 'chau'. Ella me dijo 'aguantá el dolor, aguantá y disfrutá el momento'. Vine con unos dolores increíbles. Estuve en cama por tres días y no me podía mover, porque el caballo te mueve todo el esqueleto, me dolía la espalda, la cabeza, el cuello, todo... Pero en ese momento no me importaba más nada”, recuerda.

Para colaborar 

Para colaborar con Fanny Fernández a través de su cuenta en Santander (en pesos y en dólares) y a través de su cuenta en Abitab. 
Cuenta Santander sucursal Ombú 05. En pesos, número: 1202665388. En dólares, número: 5202821253
Cuenta Abitab: 117339

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