Mundo > Elecciones Argentina
Suspenso por la victoria de Scioli o un balotaje con Macri
Las encuestas marcan un escenario de difícil pronóstico: el oficialista está al borde del triunfo en primera vuelta pero no termina de confirmarse; la oposición se ilusiona con una "polarización de último minuto"
Tiempo de lectura: -'
25 de octubre de 2015 a las 05:00
Debe ser uno de los pronósticos políticos más erróneos de los últimos tiempos en la política argentina: prácticamente todos los analistas, encuestadores, dirigentes partidarios, periodistas y choferes de taxi afirmaban de manera contundente que, luego de las primarias, se produciría la polarización del electorado entre el primero y el segundo.
Los motivos para hacer esa afirmación parecían más que fundados: desde que se instauró el sistema de las PASO, siempre se produjo una "fuga de votos" desde los rezagados hacia el primero y el segundo. Lo cual parecía confirmar que, en los hechos, las primarias funcionaban como una primera vuelta y transformaban todo el sistema en una especie de balotaje informal.
Si, además, lo que estaba en juego era la Presidencia de la Nación, y en un contexto de efervescencia política e incertidumbre económica, todos los ingredientes parecían estar presentes.
Sin embargo, la polarización, esperada por algunos y temida por otros, no se produjo. Al menos, no hasta ahora.
Las encuestas muestran, hasta pocos días antes de la votación, una asombrosa similitud con el resultado de las PASO. Es decir, con Daniel Scioli como claro líder pero sin marcar una distancia lo suficientemente grande respecto de Mauricio Macri, que tampoco puede aglutinar el voto opositor.
Los guarismos de las consultoras fluctúan entre sí pero pueden sintetizarse de la siguiente manera: Scioli reuniría entre el 39% y el 41% del electorado; Macri va desde un piso de 29% hasta un techo del 31 %; y Massa, del 18% al 20%.
De manera que la gran duda que se instaló para esta elección consiste en saber si existe margen para una polarización de último minuto. En otras palabras, si hay posibilidades de que quienes en las encuestas respondieron que votarían por Sergio Massa cambien de opinión, influidos por el deseo de emitir un "voto útil" y se decidan por Macri.
Es la gran apuesta que se hace en el comité de campaña del PRO y sus socios de la coalición Cambiemos. Si eso ocurriera, todo el panorama político cambiaría, porque hay cierto consenso respecto de que el "piso" de votos de Scioli es muy parecido a su "techo". Es decir, que cualquiera que enfrente al candidato oficialista en un mano a mano está en condiciones de ganarle.
Para que hoy se elija presidente alguien debe tener más del 45% de los votos o más de 40% y una ventaja de 10 puntos sobre el segundo.
Puede resultar extraño en otros países en los cuales las fidelidades partidarias están más arraigadas, pero en Argentina no resultan imposible esos giros bruscos en la intención de voto. Hay algunos sondeos de opinión pública que afirman que el porcentaje de voto volátil, pasible de cambiar a último minuto, es lo suficientemente alto como para torcer el resultado de la elección.
Una encuesta de Managment & Fit revela que entre los indecisos y los que podrían cambiar su sufragio, suman 17%. Una cifra descomunal teniendo en cuenta que unos pocos miles de votos podrían habilitar o no un escenario de balotaje.
Ahora bien, ¿cuáles son las chances reales de que se produzca una polarización de último minuto que hasta ahora las encuestadoras no pueden predecir?
Para el politólogo Sergio Berensztein, el escenario más probable es el de una segunda vuelta.
"Hay una gran chance de balotaje. Pocos sondeos sugieren un triunfo del candidato oficialista el 25 de octubre. Y hay un núcleo importante de votantes que en este contexto de volatilidad quieren modificar su primera preferencia", aseguró.
Para el analista, la gran cantidad de personas que hará uso del "voto útil" le agrega un "dramatismo inusitado a estas elecciones".
"Hay entre 8 % y 12 % de gente que está pensando en esta elección con una distancia crítica muy acentuada, y es probable que se defina en los últimos días o incluso en las últimas horas", agregó.
En tanto, el encuestador Enrique Zuleta Puceiro opina que "aunque hay efectivamente 25% que manifiesta que ya se ha decidido, puede cambiar su voto".
"No es que están desinformados, sino que tienen una saludable distancia respecto de sus opciones definitivas. No están comprometidos, no tienen una militancia y estarán analizando la elección hasta el último momento".
¿Qué puede llevarlos a cambiar? "Algún error grave, alguna 'transfugada', algo que los irrite".
Es por eso que los analistas coinciden en que el tono predominante en esta etapa final de la campaña ha sido el del tratar de evitar el error. Por ponerlo en términos futboleros, todos han optado por una estrategia "ultra defensiva", sin arriesgar con propuestas audaces.
El primero es la provincia de Córdoba, donde se impuso la coalición de Sergio Massa en las primarias de agosto. Pero el factor clave había sido el voto por el gobernador José Manuel de la Sota, el socio de Massa. En todos los comités de campaña se estima difícil que el candidato que ahora va tercero logre retener todos los votos que su aliado había sacado en agosto.
En consecuencia, allí se prevé una polarización y se pelea por un jugoso 4% del padrón nacional. Scioli trata de explotar el hecho de que los votos por De la Sota son tradicionalmente peronistas, mientras que Macri trata de explotar el sentimiento antikirchnerista existente en la provincia.
El otro gran distrito que puede definir la elección es la provincia de Buenos Aires, que concentra al 38% del electorado. Allí, Scioli cuenta con dos problemas. El primero es que Massa tiene una base sólida que puede dividir al voto peronista. El segundo problema se llama Aníbal Fernández: el candidato a gobernador por el kirchnerismo tiene mala imagen, está acusado de vínculos con el narcotráfico y puede representar una fuga de votos.
Además, todavía no está claro de qué manera incidirá la dramática inundación de la provincia ocurrida en agosto. Si los afectados creen que la gestión sciolista es la responsable, habrá también allí un efecto "voto castigo".
Finalmente, está la incógnita por saber si en el norte del país, donde Scioli arrasó en las primarias, podrá haber una pérdida de votos influenciada por la escandalosa elección provincial de Tucumán, que incluyó quema de urnas, denuncias de fraude y represión policial.
Pero, sobre todo, la clave para el resultado debe buscarse en quién tuvo mayor éxito en no provocar el temor del electorado. Por eso, todos los mensajes de campaña, en alguna medida, prometieron una mezcla de continuidad del "modelo K" con algunas reformas que no impliquen un ajuste.
Los motivos para hacer esa afirmación parecían más que fundados: desde que se instauró el sistema de las PASO, siempre se produjo una "fuga de votos" desde los rezagados hacia el primero y el segundo. Lo cual parecía confirmar que, en los hechos, las primarias funcionaban como una primera vuelta y transformaban todo el sistema en una especie de balotaje informal.
Si, además, lo que estaba en juego era la Presidencia de la Nación, y en un contexto de efervescencia política e incertidumbre económica, todos los ingredientes parecían estar presentes.
Sin embargo, la polarización, esperada por algunos y temida por otros, no se produjo. Al menos, no hasta ahora.
Las encuestas muestran, hasta pocos días antes de la votación, una asombrosa similitud con el resultado de las PASO. Es decir, con Daniel Scioli como claro líder pero sin marcar una distancia lo suficientemente grande respecto de Mauricio Macri, que tampoco puede aglutinar el voto opositor.
Los guarismos de las consultoras fluctúan entre sí pero pueden sintetizarse de la siguiente manera: Scioli reuniría entre el 39% y el 41% del electorado; Macri va desde un piso de 29% hasta un techo del 31 %; y Massa, del 18% al 20%.
De manera que la gran duda que se instaló para esta elección consiste en saber si existe margen para una polarización de último minuto. En otras palabras, si hay posibilidades de que quienes en las encuestas respondieron que votarían por Sergio Massa cambien de opinión, influidos por el deseo de emitir un "voto útil" y se decidan por Macri.
Es la gran apuesta que se hace en el comité de campaña del PRO y sus socios de la coalición Cambiemos. Si eso ocurriera, todo el panorama político cambiaría, porque hay cierto consenso respecto de que el "piso" de votos de Scioli es muy parecido a su "techo". Es decir, que cualquiera que enfrente al candidato oficialista en un mano a mano está en condiciones de ganarle.
Para que hoy se elija presidente alguien debe tener más del 45% de los votos o más de 40% y una ventaja de 10 puntos sobre el segundo.
La duda del minuto final
Puede resultar extraño en otros países en los cuales las fidelidades partidarias están más arraigadas, pero en Argentina no resultan imposible esos giros bruscos en la intención de voto. Hay algunos sondeos de opinión pública que afirman que el porcentaje de voto volátil, pasible de cambiar a último minuto, es lo suficientemente alto como para torcer el resultado de la elección.
Una encuesta de Managment & Fit revela que entre los indecisos y los que podrían cambiar su sufragio, suman 17%. Una cifra descomunal teniendo en cuenta que unos pocos miles de votos podrían habilitar o no un escenario de balotaje.
Ahora bien, ¿cuáles son las chances reales de que se produzca una polarización de último minuto que hasta ahora las encuestadoras no pueden predecir?
Para el politólogo Sergio Berensztein, el escenario más probable es el de una segunda vuelta.
"Hay una gran chance de balotaje. Pocos sondeos sugieren un triunfo del candidato oficialista el 25 de octubre. Y hay un núcleo importante de votantes que en este contexto de volatilidad quieren modificar su primera preferencia", aseguró.
Para el analista, la gran cantidad de personas que hará uso del "voto útil" le agrega un "dramatismo inusitado a estas elecciones".
"Hay entre 8 % y 12 % de gente que está pensando en esta elección con una distancia crítica muy acentuada, y es probable que se defina en los últimos días o incluso en las últimas horas", agregó.
En tanto, el encuestador Enrique Zuleta Puceiro opina que "aunque hay efectivamente 25% que manifiesta que ya se ha decidido, puede cambiar su voto".
"No es que están desinformados, sino que tienen una saludable distancia respecto de sus opciones definitivas. No están comprometidos, no tienen una militancia y estarán analizando la elección hasta el último momento".
¿Qué puede llevarlos a cambiar? "Algún error grave, alguna 'transfugada', algo que los irrite".
Es por eso que los analistas coinciden en que el tono predominante en esta etapa final de la campaña ha sido el del tratar de evitar el error. Por ponerlo en términos futboleros, todos han optado por una estrategia "ultra defensiva", sin arriesgar con propuestas audaces.
El foco en las zonas claves
En un panorama en el que medio punto porcentual puede torcer la elección, los esfuerzos de los candidatos han estado concentrados en algunas zonas específicas en las cuales se estima que es más alta la probabilidad de cambios de último minuto en la intención de voto.
El primero es la provincia de Córdoba, donde se impuso la coalición de Sergio Massa en las primarias de agosto. Pero el factor clave había sido el voto por el gobernador José Manuel de la Sota, el socio de Massa. En todos los comités de campaña se estima difícil que el candidato que ahora va tercero logre retener todos los votos que su aliado había sacado en agosto.
En consecuencia, allí se prevé una polarización y se pelea por un jugoso 4% del padrón nacional. Scioli trata de explotar el hecho de que los votos por De la Sota son tradicionalmente peronistas, mientras que Macri trata de explotar el sentimiento antikirchnerista existente en la provincia.
El otro gran distrito que puede definir la elección es la provincia de Buenos Aires, que concentra al 38% del electorado. Allí, Scioli cuenta con dos problemas. El primero es que Massa tiene una base sólida que puede dividir al voto peronista. El segundo problema se llama Aníbal Fernández: el candidato a gobernador por el kirchnerismo tiene mala imagen, está acusado de vínculos con el narcotráfico y puede representar una fuga de votos.
Además, todavía no está claro de qué manera incidirá la dramática inundación de la provincia ocurrida en agosto. Si los afectados creen que la gestión sciolista es la responsable, habrá también allí un efecto "voto castigo".
Finalmente, está la incógnita por saber si en el norte del país, donde Scioli arrasó en las primarias, podrá haber una pérdida de votos influenciada por la escandalosa elección provincial de Tucumán, que incluyó quema de urnas, denuncias de fraude y represión policial.
Pero, sobre todo, la clave para el resultado debe buscarse en quién tuvo mayor éxito en no provocar el temor del electorado. Por eso, todos los mensajes de campaña, en alguna medida, prometieron una mezcla de continuidad del "modelo K" con algunas reformas que no impliquen un ajuste.
En números
- 32 millones son las personas habilitadas para votar hoy en Argentina
- 154 legisladores son los que se elígen hoy: 130 diputados (la mitad del total) y 24 senadores (un tercio del total de la cámara alta)
- 11 provincias de un total de 24 votan hoy a un gobernador. Buenos Aires es una de ellas.
- 40% mínimo es el piso que impone la Constitución para que un candidato pueda ganar en primera vuelta, con una distancia de 10 puntos respecto del segundo
- 38% es el peso específico de la provincia de Buenos Aires, la de mayor incidencia en el país
