¿Cuándo fue la última vez que se emocionó a causa de algo bello? No le pregunto cuándo alguna cosa pudo parecerle linda ni cuándo fue la última vez que se enamoró. Sino, concretamente, cuándo algo tan inexplicablemente bello le desacomodó, aunque sea momentáneamente, la existencia.
Es irónico, porque antes de ver el Taj Mahal ya lo había visto un montón de veces. En fotografías y documentales, en publicaciones de influencers de viajes en redes sociales, en tazas kitsch y en imanes para la heladera, en miniaturas encerradas en globos de vidrio sobre las que cae nieve artificial. Cuando era niña lo vi durante años en el living de la casa de mi abuela, en una foto en la que mi prima posaba frente al monumento durante el viaje de Ciencias Económicas que se había convertido en mi favorita entre la galería de instantáneas familiares.
“Una lágrima en la mejilla del tiempo”
Taj Mahal es un palacio y un mausoleo. Un palacio construido para los restos de una emperatriz.
Arjumand Banu Begam, conocida como Mumtaz Mahal, que se traduce como “la elegida de palacio”, dicen que fue la esposa favorita de Shah Jahan, el quinto emperador de la dinastía mogol. La segunda de cuatro esposas, además de las cientos de concubinas del harén. La mujer más hermosa del siglo XVI, según dijeron durante los 400 años posteriores, estuvo junto al emperador por 19 años en los que tuvieron 14 hijos. Pero murió durante el parto del último.
“Taj Mahal es la devoción de un marido hacia su esposa. Lo que un hombre puede hacer por amor”, dice Shamsuddin, que oficia de guía en uno de los monumentos más concurridos del mundo.
La construcción empezó en 1632 y tardó apenas 22 años en completarse. El emperador, conocido por su gusto refinado y su rol como mecenas de las artes, encontraba a la arquitectura entre sus actividades preferidas. Así lo demuestran los enormes edificios que encomendó durante su mandato, entre los que el Taj Mahal se destaca como el más admirado.
Ustad-Ahmad Lahori fue el arquitecto principal del Taj Mahal, pero no fue el único. La construcción implicó a más de 20.000 trabajadores y se trasladaron hasta Agra algunos de los mejores artesanos de la época. Albañiles, jardineros, talladores, escultores, calígrafos, constructores de cúpulas y artífices de todo el imperio pero también desde diferentes partes del mundo con los que el imperio ya había entablado relaciones comerciales.
Carla Colman Al caminar por la magnífica puerta de entrada sobre el muro sur del complejo se va descubriendo entre la multitud la silueta blanquísima del mausoleo, al final de un jardín dividido en cuadrantes por canales de agua y un estanque central. La representación del jardín del paraíso. A los lados se levantan dos edificios simétricos, construidos en arenisca roja en contraste con el edificio central: una mezquita al este y el Mehmaan khana o casa de huéspedes.
A pesar de su tamaño, el Taj Mahal sorprende por su aspecto etéreo. El mármol blanquísimo que trasladaron desde Makrana refleja la luz, adoptando diferentes matices al amanecer, el atardecer y con la luna llena.
Las incrustaciones de piedras preciosas y semipreciosas –incluyendo ónix, lapislázuli, jade, cristal, turquesa y amatista– dibujan diseños florales en el mármol blanco en todo el complejo y escriben versos del Corán en las entradas con caligrafía diseñada para que cada letra se vea del mismo tamaño a pesar de la diminuta perspectiva que siento tener al mirar la inmensidad de sus paredes. Los grabados en las placas de mármol son tan intrincados como delicados y demuestran el talento de los artesanos, con técnicas que se han heredado por generaciones.
Las imponentes bóvedas están flanqueadas por cuatro minaretes que se construyeron levemente inclinados hacia afuera, para evitar que se derrumbaran sobre el mausoleo en caso de terremoto o cualquier otro evento que pudiera desestabilizarlos. Para ingresar al Taj Mahal es necesario cubrirse los zapatos y subir por una escalera de mármol hacia un segundo nivel donde se revelan las enormes puertas y se aprecia cada detalle de su ornamentación.
Carla Colman El interior del mausoleo gira en torno a una cámara octogonal de mármol donde están los cenotafios de Mumtaz Mahal y Shah Jahān. Dos tumbas falsas, rodeadas por una pantalla de mármol finamente labrada en un patrón de panal de abejas. Debajo de las tumbas, a nivel del jardín, están los verdaderos sarcófagos del emperador y la emperatriz.
“El mausoleo es simplemente un regalo del marido a su esposa. Con el dinero suficiente pueden ir a la luna o construir grandes torres, pero hasta el día de hoy nadie ha vuelto a construir otro Taj Mahal”, dice Shamsuddin con un gesto de romanticismo imperial.
Desde que la bóveda del paraíso ha estado en pie,
un edificio como este
Nunca se ha levantado para competir contra los
cielos.
– Abu Talib Kalim, historiador y poeta.
La historia cuenta que el emperador proyectaba una construcción idéntica en mármol negro del otro lado del río Yamuna. “El color negro es un símbolo de tristeza y luto. Él quería construir este mismo proyecto del otro lado del río y conectarlos por un puente de plata”, explica el guía. Sin embargo, en 1658 su hijo Aurangzeb lo encerró en el Fuerte Rojo de Agra hasta su muerte en 1666. Cuenta la leyenda que desde allí podía ver el Taj Mahal.
Finalmente la obra gemela nunca se completa y una de sus hijas lo enterró junto a Mumtaz Mahal. Por este motivo es que su tumba es el único elemento que rompe con la perfecta simetría bilateral que caracteriza al conjunto y por la que trabajaron 20 mil hombres.
Carla Colman Conservación del patrimonio mundial
En 1983 el complejo fue designado Patrimonio de la Humanidad y desde 2007 se lo considera una de las Siete Maravillas del mundo moderno.
Según la Unesco, el Taj Mahal es el mayor logro de la arquitectura indo islámica. “Su reconocida belleza arquitectónica tiene una combinación rítmica de llenos y vacíos, cóncavos y convexos y ligeras sombras; como arcos y cúpulas aumenta aún más el aspecto estético. La combinación de colores del exuberante paisaje verde, el camino rojizo y el cielo azul sobre él muestran el monumento en matices y estados de ánimo siempre cambiantes. Los relieves en mármol y las incrustaciones de piedras preciosas y semipreciosas lo convierten en un monumento aparte”, señala en la descripción del sitio.
Para mantener la construcción y proteger el monumento de la contaminación se definió un área de 10.400 kilómetros cuadrados alrededor del Taj Mahal.
En diciembre de 1996, la Corte Suprema de la India emitió un fallo que prohibió el uso de carbón en industrias ubicadas en la zona. Además antes de llegar a la entrada se deben dejar atrás los vehículos motorizados, solamente se puede ingresar caminando, en vehículos eléctricos, a pedal o en carros con camellos.
La gestión del complejo Taj Mahal está a cargo del Servicio Arqueológico de la India y para controlar el impacto del deterioro debido a los contaminantes atmosféricos, se instaló una estación de monitoreo de control de aire.
Es sábado y la multitud se mueve inquieta en el complejo que el emperador construyó para la mujer que amó. Una foto, una selfie, un recuerdo de una de las grandes maravillas de la arquitectura. Recién casados, niños, turistas y locales: todos intentan entender la belleza.
El poeta indio Rabindranath Tagore, ganador del Premio Nobel de Literatura, también lo intentó y lo describió como “una lágrima en la mejilla del tiempo”.
No es mi intención intentar entenderlo, pero ese día fue la última vez que me conmovió algo tan bello.
*El Observador fue invitado a conocer la India en el marco de un programa de familiarización para periodistas impulsada por el Ministerio de Relaciones Exteriores de la India.