Teatro que tira a Juan Manuel Blanes por la borda

Con un banquete de recursos escénicos, la directora y dramaturga Marianella Morena estrenó Ella sobre ella en la Zavala Muniz del Teatro Solís. Mané Pérez protagoniza este trabajo teatral basado en la figura de Carlota Ferreira, que explota sobre el escenario en un llamado a la ruptura con lo establecido.

En el escenario, Pérez es Carlota, Juan Manuel Blanes y Nicanor, el hijo de Blanes, con quien Carlota se casa después de haber sido amante de su padre. Otro dato transgresor: Nicanor tenía la mitad de edad que ella. Todo esto en la segunda mitad del siglo XIX. Y si desde el prejuicio poco se imaginaba de este trasfondo amoroso al ver a la señora encorsetada y elegante del cuadro, espere a ver Ella sobre ella.

"Puta, regalada, ofertada, histérica, ninfómana. Subilo", dice la protagonista en un loop, haciendo una acertadísima referencia a las redes sociales y a la hiper ventilación actual de la intimidad. Las definiciones que imperan en la vida cotidiana son un tema recurrente en la obra que trata sobre una mujer que escapa de la representación esperable de una dama de su época.

La fuerza que transmitía Carlota desde la pintura de Blanes siempre le llamó la atención a Morena y por eso resolvió trabajar sobre ella. La directora viene de presentar No daré hijos, daré versos en un festival en Medellín, una obra sobre Delmira Agustini, la primera uruguaya en desarrollar la poesía erótica y que fue asesinada por su expareja. Ahora llega Carlota con su desenfreno. Morena aprovecha el conocimiento previo del espectador sobre la figura histórica para trasgredir desde lo escénico y plantear el conflicto como algo que lo impregna todo, hasta lo que llamamos historia, quién la escribe o quién la pinta.

Es un material sumamente generoso para hablar de muchas cosas. Es como trabajar un clásico. Tenés un material previo conocido; en este caso es un contexto cercano. Tenés muchas más posibilidades de trasgredir escénicamente sobre algo que ya es conocido. Te habilita un montón de posibilidades, de riesgo, de atrevimiento, de rupturas. Es una zona sumamente política, sin que sea panfletario ni evidentemente político. Tiene que ver con interpelar la historia. Estoy en contra de lo fijo, lo rígido; de que esto es así y se termina y se cierra. Estoy a favor de lo vivo. Como dicen los médicos, lo estable es la muerte. Me interesan mucho estas mujeres adelantadas. Me interesa mucho, desde lo sensible, conectar con ese espíritu libre. Ahí me interesan estas mujeres que han tenido la irreverencia de decir no o decir sí cuando había que decir lo contrario. Lo que genera el dolor de la soledad.

Me parece que estaría bueno hablar qué es el machismo para los hombres en una sociedad donde todo el mundo se está definiendo: soy hetero, soy homo, soy bi, soy trans. Yo a mis padres no los llamé y les dije: le hago sexo oral a mi novio. No se por qué hay tanta necesidad. Hemos padecido tanto hombres como mujeres un sistema moral obsoleto, católico, donde el cuerpo en vez de ser una fiesta es un pecado. Y yo reivindico la fiesta. El teatro es una fiesta y el cuerpo es una fiesta.

Ahora está recontra de moda ser feminista. No tolero el casillero. Cada vez lo tolero menos. Tengo una intolerancia biológica al casillero. No tengo nada en contra de los principios feministas, sí me molesta que digan: sos hetero, sos feminista, sos de izquierda. Me da miedo. Es la misma sensación de cuando iba a la escuela y me ponían uniforme. Hice un espectáculo sobre violencia de género en 2008, Jaula de amor, cuando no se hacían espectáculos sobre eso. Para eso hice una investigación cerca de un año con organizaciones que en ese momento no se llamaban feministas ni mucho menos.

También trabajé a Trinidad Guevara, para mí la primera feminista del Río de la Plata. Nació en 1789, madre soltera, siete hijos de padres distintos, actriz, viviendo sola. Esa sí que era "puta, puta, puta". Y sin embargo, nada la detuvo. Nada ni nadie.

Me gustaría que la gente fuera menos hipócrita e hiciera denuncias de verdad. Estoy de acuerdo si la denuncia no es una pose. Si lo es, me parece de una frivolidad absoluta. Estamos llenos de casos. Denunciá al que conocés, al que se acostaba con la alumna menor de edad. ¡Denunciá eso! La línea es muy delgada entre lo que yo digo porque quedo bien, al linchamiento, o si realmente tengo una postura comprometida contra el abuso a alguien que está en inferioridad de condiciones. La dirección es un espacio de poder. Yo elegí en mi vida no tener nunca un vínculo sexual con un actor o una actriz. No todos lo hacen. Ni todos, ni todas. Si vamos a hablar del tema en serio, hablemos en serio. ¿Qué hacés con tu espacio de poder? ¿Lo usás? Está lleno de eso y está legitimado y naturalizado. Y del otro lado la persona siente que se está llevando el premio. Hay una construcción cultural que hemos alimentado. El punto es qué hace cada uno cuando tiene un espacio de poder.

Es tremendo. Me he dado cuenta de que es muy poco lo que se ha avanzado de verdad. En lo concreto, en lo cotidiano, en las relaciones, en el mano a mano, es todo falso. La gente está llena de prejuicios. Yo tengo un comportamiento en el que no estoy atada a tener que sentarme con las piernas cruzadas y hacerme un brushing. A veces ven raro que siga teniendo rulos a mi edad. No tenés que cruzar el río a nado o desnudarte en la escollera Sarandí, gritando. No, no. Es con mucho menos que chocás con el prejuicio. Y eso es muy terrible. La construcción del prejuicio no es responsabilidad solamente de un género. La construcción del prejuicio es responsabilidad de todos los que hacemos que ese prejuicio sobreviva. Alimentado por hombres y mujeres. Que la mujer esté libre de acostarse con quien quiera es la única batalla ganada.