El domingo pasado me desperté a media mañana, leí un rato, desayuné tarde e intenté no mirar el teléfono hasta pasado el mediodía. Cuando lo miré casi infarto, porque ahora existe una notificación que informa –justamente los domingos, qué inoportuna– cuántas horas por día en promedio pasaste frente a la “máquina infernal”.
A esta altura no hay duda: la nueva forma de tortura es chequear cuánto tiempo interactuás con tu teléfono. Decir “interactuar” suena bien y hasta productivo, pero en realidad en buena parte paveamos frente a las pantallitas de mil maneras diferentes. Desde hace ya un tiempo era posible monitorear esta variable que se come buena parte de nuestros días, pero ahora los principales sistemas operativos permiten directamente comprobar esta horrenda realidad directamente y hasta te informan con descaro que sos una persona sin ningún tipo de control frente a la adicción más básica del ser humano moderno(so): el celular.
La buena noticia es que incluso casos casi perdidos como el de una servidora pueden tener solución, si se aplican (si aplico) algunas de las muchas herramientas y estrategias que existen para que el celular cumpla la función para la que fue desarrollado: hacernos la vida más sencilla sin que todos sus tentáculos se metan en cada segundo de ella.
En primer lugar les paso un resumen de algunas de las estrategias fundamentales. Elijan ustedes cuáles utilizan, instalan o activan.
- Desactivar TODAS las notificaciones (y no solo el sonido).
- Eliminar el correo de voz (se le puede pedir a la telefónica; realmente admiro a quienes lo siguen chequeando).
- Esconder o borrar las apps de algunas redes sociales. Mantener en el smartphone la que más te gusta y la que más suma a la vida laboral/personal. Deshacerse del resto. Corazón que no ve, corazón que no siente.
- Hacer lo mismo con las apps de mensajería (confieso que fantaseo con borrar Whatsapp, pero todavía no me animo).
- Utilizar con frecuencia la función de “no molestar”.
- Usar las funciones que permiten acotar el tiempo que se invierte en cada app o actividad. Restringir las que insumen más tiempo y generan menos productividad (aunque algo de felicidad virtual siempre está permitida).
- Minimizar el tiempo de uso de las apps y actividades que no podés controlar. Y sé honesto, son unas cuantas (ese jueguito adictivo ¿realmente vale la pena? Buscá un juego productivo o que enseñe algo).
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Organizar el celular. Si se tienen 50 apps desperdigadas, hacer limpieza, eliminar las que no se usan y utilizar carpetas para crear grupos que ordenen visualmente ese desorden.
- Utilizar toda la suite de productos Google para maximizar la productividad: de Gmail a Google Photos, todas se comunican entre sí.
- Programar la función “noche” para que ayude a no tentarse y consultar el celular a las dos de la mañana, cuando invade el insomio. Antes, tomar la determinación de cargarlo fuera del dormitorio.
- Organizar el centro de control con las herramientas que más se usan y sacar provecho de ese acceso directo del celular.
- Aprender a sacar el mejor partido del asistente de voz que use el celular, ya sea Google Voice o Siri.
1) Fuera notificaciones
¿Por qué? Son las principales culpables de que el celular se transforme en una constante fuente de distracción. El cerebro humano no puede evitar la tentación de chequear cada vez que escucha un sonido o cuando aparece una barrita que dice algo o incluso esos globitos rojos que informan cuántos mails tenés sin leer o cuántos posteos de Facebook nunca viste y seguramente jamás verás. Es imposible ganarle a la lógica de las notificaciones, por lo cual la única solución es matarlas por knockout.
Hay que ir a Ajustes y buscar, ya sea en Android o iOS, el capítulo de Notificaciones. En ambos casos se pueden desactivar una a una o, en Android, todas juntas. Lo mejor no es andar con medias tintas y desactivarlas todas, pero también es posible ingresar en cada app y definir si aún se quiere recibir alguna notificación, pero sin sonido o sin globitos.
Si tenés iPhone, hay que ir a Ajustes/Notificaciones y definir en cada app si se desactiva por completo o algunas de las otras opciones (con pantalla bloqueada, en centro de notificaciones o tiras), con o sin sonidos y con o sin globos.
Aunque existen todas estas posibilidades, para hacerlo bien desactivá todo. En serio, no te vas a perder de nada. Si no llegó por mail, Whatsapp o alguna red social, seguramente no tiene urgencia.
Las únicas excepciones podrían ser las notificaciones que informan de un servicio, como las de transporte (Uber o aerolíneas, por ejemplo) o de envíos (como Pedidos Ya, Uber Eats, etc).
Otra app que conviene dejar con notificaciones activadas es la del calendario de Google (o cualquier otro calendario) porque ese es su cometido original: avisar que tenés una cita. Nunca jamás dejar activadas las del mail: es una verdadera invasión a los sentidos.
Si sos usuario de Waze o de cualquier aplicación de transporte, las notificaciones también son útiles porque avisan la hora a la que deberías salir a un determinado destino dependiendo del tráfico en tiempo real (si previamente lo conectaste con el calendario)..
Para no ver más los molestos globitos rojos que informan sobre deudas digitales, en iPhone ir a Notificaciones, ingresar en la app deseada y desmarcar Globos. En Android es similar: Ajustes/Notificaciones y apagar el botón de Globos (o badges, en inglés).
Correo de voz
Es una verdadera peste porque te hace perder el tiempo chequeando los mensajes. Hay dos opciones: desactivarlo por completo (hay que solicitarlo al proveedor de telefonía celular) o dejar un mensaje de voz en el que se aclara que no chequeás ese sistema y que agradecés que te dejen un mensaje de texto o por Whatsapp.
Redes sociales: borrá algunas y escondé otras
Como sucede con las notificaciones, las apps de redes sociales son un llamador poderoso que incita a la pérdida de tiempo y productividad, o directamente que evitan que inviertas tus escasas horas libres en actividades que seguramente te depararán más placer y paz mental.
La estrategia de la bomba nuclear supone borrar todas las apps de las redes que menos se usan (o la de la que más se usa, si sos muy valiente). En ese caso siempre está la posibilidad de ingresar vía navegador (Chrome o Safari, por ejemplo).
Otra opción es quedarse con las apps de redes que más se usan o que resultan esenciales incluso en el ámbito laboral, pero en una carpeta que no esté ubicada en la primera pantalla del celular. Si no las ves de primera no vas directamente a ellas cada mañana, cuando lo primero que se suele hacer es agarrar el celular (una de las conductas más nocivas, según expertos en manejo del tiempo).
Si todavía tenés dudas pensá cuántas notificaciones y mails te llegan alertando que Fulano de Tal recién posteó algo en Facebook o Mengano de Cual está transmitiendo en vivo en Instagram. ¿Y cuántas veces reaccionaste ante tal alerta como si fuera el aviso de un tsunami? Honestidad por favor… Todos estos mecanismos fueron cuidadosamente pensados para generar conductas adictivas.
Doy por sentado que ya desactivaste todo tipo de notificaciones en todas las apps de redes sociales. De esta manera podrás elegir cuándo y cómo ingresar. Si no confiás en tu poder de control personal, establecé un máximo de uso por día.
Los números asustan. Me asustan. La semana pasada estuve 28 horas "haciendo algo” con el celular. Es decir, más de un día, más de tres noches bien dormidas. Más de… Y aunque intente justificarme alegando que es una herramienta de trabajo, bueno… ya sabemos cuál es la verdad. Este sistema infernal también me dice que lo consulté en total 415 veces, 59 veces por día.
El susto me llevó a restringir el tiempo en Instagram, que sería algo así como el chupete digital de los adultos agotados. Yo creo que uno le va dando al timeline como entre sueños, sin saber bien ni qué se está mirando. No soy capaz de tanta valentía como para confesar qué cantidad de tiempo pasé la semana pasada en esta red. Desde hoy tengo 15 minutos por día (máximo) para dedicarle a Instagram ¿Resistiré o deberé contratar un coach que me haga finalmente entender que es mejor pasar una hora por día haciendo ejercicio, charlando con la familia o amigos o directamente respirando al aire libre, que entre las paredes doradas de esta red?
En el caso de apps de mensajería (sobre todo Whatsapp pero podría ser también Telegram o cualquier otra), se puede recurrir a una estrategia similar a la descrita para las redes sociales: borrar o esconder. Es posible además aplicar algunas de las recomendaciones de productividad que cada vez más se están usando para intentar controlar la desesperación por chequear constantemente el mail. Es mucho más eficiente mirar muchos correos todos al mismo tiempo y contestar los que sea necesario contestar que estar mirando el Whatsapp cada vez que suena el ping de uno nuevo.
Para evitar que nuestros cerebros reaccionen adictivamente, lo mejor es silenciar todo lo que se pueda silenciar. Para los casos en que sí o sí necesitás enterarte inmediatamente de un mensaje (hijos, padres, etc.), se puede elegir un sonido diferente para cada uno, lo que permite identificar quién te manda un mensaje y calibrar la urgencia de mirarlo.
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Vamos cuatro puntos. Si a esta altura no admitiste que el celular es tu jefe, no te recomiendo que leas las próximas dos partes de esta serie. Si te diste cuenta de que estás pasado, es hora de que este intento de autorregulación (!) llegue a su fin. Porque seguramente lo estás leyendo en el celular y no quiero ser yo la responsable de que, si llegaste hasta acá, te excedas.