Todo por un trago

Con el voto del oficialismo y de la senadora sartorista Verónica Alonso pasó a diputados una norma que creará un registro y una comisión fiscalizadora que apunta directamente a impedir la venta de alcohol. La misma se encargará de que se cumplan las nuevas obligaciones establecidas con multas millonarias en pesos.

A partir de la aprobación de la interventora ley para vender alcohol se requerirá de un permiso especial y estar inscripto en un registro especial. Los locales que ofrezcan alcohol deberán contar con carteles que anuncien que están habilitados especialmente, y permanecerá en pie la prohibición de vender entre la medianoche y las seis de la mañana en todo el país.

Para hacerlo se creará una nueva comisión integrada nada menos que por: DGI, INAU, presidencia de la República, Pefectura Nacional Naval y los ministerios de Interior, Defensa, Trabajo y Seguridad Social, Salud Pública. Economía, Ganadería Agrciultura y Pesca, Mides, BPS, Ancap, entre otros organismos del Estado, más Inavi y el Congreso Nacional de Intendentes.

Es evidente que al presidente Tabaré Vázquez le gusta regular la libertad de los individuos en cuestiones ligadas con la alimentación, la bebida y el tabaco. Durante su gestión la sal desapareció de las mesas, el cigarrillo de los lugares cerrados y ahora el alcohol será más regulado que antes. El presidente, buscaba prohibir la venta de alcohol a partir de las 22, pero el tino hizo que el proyecto salga del Senado con la normativa a cumplirse a partir de las 24.

La nueva normativa penaliza la publicidad a menores y restringe la venta y difusión de campañas a su mínima expresión, llevando el tema a un límite de tan exagerado que es absurdo. El sistema y escalonamiento de las multas es escandaloso y tal como sugirió el senador Pedro Bordaberry, tiene un perfil recaudatorio.

Negar el problema de los estragos que provoca el alcohol no es lo que se discute en esta editorial, sino el fundamentalismo y la permanente búsqueda por parte del Estado de regular la vida y el comportamiento de los ciudadanos.

Nada como la libertad individual de hacerse cargo de uno mismo y que el Estado se preocupe por hacer buenas campañas a favor del consumo responsable, construir centros decentes de rehabilitación a las adicciones, y educar a los jóvenes y adolescentes sobre los riesgos que conlleva tomar sin moderación.

Hay otros caminos posibles, basta recordar las palabras de la ministra de Salud Pública de Noruega Sylvi Listhaug que al asumir dijo que a la gente se le debería “permitir fumar, beber y comer tanta carne roja como quiera” y agregó que no era su tarea “ser la policía moral de nadie”.

Falta mucha cultura de la libertad en Uruguay y es algo que el país entero debe lamentar y preguntarse si es con estas normas rígidas que se enfrenta el drama del alcoholismo. La libertad de comprar, consumir y beber alcohol cuando a cada individuo le plazca debería ser la única norma para respetar. Consideramos que no es con la prohibición, multas, ni las restricciones al consumo que se va a solucionar el problema.

Todo lo contrario, es probable que fomente no solo el consumo sino el mercado negro, como ya ocurre con la marihuana, de efectos más desvastador que el alcohol.