Miles de personas se interesaron por su lucha y el fenómeno se fue de las manos. Incluso para Trump, quien volvió a disparar una frase lapidaria: "Cállense y juegen". Las cámaras de Fox, viejos aliados del presidente en la campaña electoral, no emitieron imágenes de las protestas hasta que la bronca invadió los estadios.
Trump volvió a la carga y pidió a los dueños de los equipos que expulsaran a sus jugadores. "Si los fans de la NFL se negaran a acudir a los partidos hasta que los jugadores dejaran de faltar al respeto a la bandera y al país, verás lo rápido que cambian las cosas. ¡Que les despidan o que les suspendan!", escribió el mandatario en su cuenta de Twitter.
El destino estaba dispuesto a dejar en ridículo al presidente republicano. Cientos de jugadores se arrodillaron o se tomaron de los brazos, incluso con el apoyo –y la presencia en el campo– de los propietarios de los equipos, como el millonario Shad Khan de los Jacksonville Jaguars, quien fue donante en la campaña de Trump.
Khan no fue el único, su ejemplo lo imitaron otros millonarios dueños de franquicias como Arthur Blank, de los Atlanta Falcons, Dan Snyder, de los Washington Redskins y Jeffrey Lurie, de los Philadelphia Eagles. Todos se manifestaron a favor del derecho a protestar. En la NFL, el 70% de los jugadores son negros.
El conflicto encontró rápido el eco de Bruce Maxwell, quien trasladó la discusión a las Grandes Ligas de Béisbol mientras que la NBA utilizó todo el poder de su eco mediático para pararse en la vereda opuesta al presidente.
Stephen Curry se negó a ir a la Casa Blanca como actual campeón de la NBA, LeBron James apoyó a su rival de todas las horas, el entrenador de San Antonio Spurs, Gregg Popovich, dijo que la situación era una vergüenza y hasta Michael Jordan, reacio a involucrarse en temas delicados de la política de su país, fue contundente: "Uno de los derechos fundamentales sobre los que se fundó este país es la libertad de expresión y tenemos una larga tradición de protestas pacíficas. Aquellos que ejercen su derecho a expresarse pacíficamente no deberían ser demonizados o condenados al ostracismo. En un tiempo en el que ha aumentado la división entre nosotros y el odio en este país, deberíamos buscar formas de trabajar todos juntos, apoyarnos y no crear más división".
Ante semejante revés mediático, Trump buscó aliados en los deportes más elitistas con nula presencia de latinos o negros en sus competencias. El Nascar fue el caldo de cultivo perfecto y Richard Petty, una vieja gloria de la categoría, se mostró fiel a la filosofía de su líder al anunciar que despediría a cualquier empleado que no respetara el himno.
"Trump es un presidente que inspira odio y disensión", Kobe Bryant, exjugador de la NBA En medio de tantos golpes, para Trump fue una caricia: "Muy orgulloso de la Nascar y sus aficionados. Ellos no toleran la falta de respeto a nuestro país y bandera. ¡Lo dijeron alto y claro!".
Con su verborragia característica y un gobierno marcado por la división, Trump logró algo impensado: que todas las estrellas del deporte de su país se unieran para discutir el racismo en primera plana y que la lucha de millones de personas anónimas, tenga un eco imposible de detener.