La lucha racial generó una ola de protestas en la Casa Blanca.<br>

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Trump declaró una guerra que no puede ganar

El presidente de Estados Unidos logró lo que parecía imposible: unir a los deportes más populares en contra de su discurso racista
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01 de octubre de 2017 a las 05:00

Just in: NFL players link arms and kneel during the national anthem at the Ravens vs. Jaguars game in London https://t.co/MfmZUhyqnF

Ni la amenaza nuclear de Kim Jong-un en Corea del Norte, ni los desvastadores efectos de los huracanes en la costa este de su país, ni el atraso de su agenda legislativa a la hora de deshacer las reformas impulsadas por el gobierno de Barack Obama.

El principal interés de Donald Trump por estas horas es plantar una lucha sin cuartel contra los deportistas más famosos de su país, que aprovecharon la plataforma mediática que los impulsa para condenar la verborragia del presidente de los Estados Unidos.

Que el hombre más poderoso del mundo se ensañe con los deportistas de élite de su propio país puede parecer extraño, pero no lo es. Dueño de una cultura divisionista que consiste en generar una grieta lo suficientemente grande como para identificar aliados y enemigos, el discurso racista de Trump enfrentó una férrea defensa de los deportistas.

"No me voy a poner de pie para mostrar orgullo por una bandera de un país que oprime a la gente negra", Colin Kaepernick, exjugador de football americano
El pionero fue Colin Kaepernick, quien a finales de 2016 –en las últimas semanas del gobierno de Obama– tomó la decisión de ponerse de rodillas durante el himno nacional estadounidense en un partido de los San Francisco 49ers. El estadio quedó mudo, todos se inmutaron menos sus compañeros, que sabían la combustión interna de una de las promesas de la Liga Nacional de Fútbol Americano.

"No me voy a poner de pie para mostrar orgullo por una bandera de un país que oprime a la gente negra y a la gente de color", fue su breve declaración, cuando los medios de todo el mundo buscaban su palabra. En 2012 había guiado a su equipo al Superbowl y prometía ser un quarterback más que interesante para la NFL. Hoy, a los 29 años, no tiene equipo.

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Admirador de las ideas de Malcom X, Kaepernick se transformó en un activista contra la segregación racial y no dudó un instante en protestar contra lo que considera una injusticia. Oriundo de la Universidad de Nevada, el deportista supo desde el principio los riesgos que corría. Su gesto, de poner una rodilla en el suelo durante el himno en reclamo de respeto para una comunidad relegada, fue replicado en canchas profesionales y universitarias.

Su contrato de US$ 16,5 millones por temporada se evaporó. Sin embargo dona cientos de miles de dólares a fundaciones de caridad que atienden conflictos raciales en Georgia y Milwakee.
El precio que pagó por mojarle la oreja a Trump, fue muy caro. "Es un hijo de puta", sentenció el presidente con su habitual estilo y generó el efecto contrario.

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Miles de personas se interesaron por su lucha y el fenómeno se fue de las manos. Incluso para Trump, quien volvió a disparar una frase lapidaria: "Cállense y juegen". Las cámaras de Fox, viejos aliados del presidente en la campaña electoral, no emitieron imágenes de las protestas hasta que la bronca invadió los estadios.

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Trump volvió a la carga y pidió a los dueños de los equipos que expulsaran a sus jugadores. "Si los fans de la NFL se negaran a acudir a los partidos hasta que los jugadores dejaran de faltar al respeto a la bandera y al país, verás lo rápido que cambian las cosas. ¡Que les despidan o que les suspendan!", escribió el mandatario en su cuenta de Twitter.

El destino estaba dispuesto a dejar en ridículo al presidente republicano. Cientos de jugadores se arrodillaron o se tomaron de los brazos, incluso con el apoyo –y la presencia en el campo– de los propietarios de los equipos, como el millonario Shad Khan de los Jacksonville Jaguars, quien fue donante en la campaña de Trump.

Khan no fue el único, su ejemplo lo imitaron otros millonarios dueños de franquicias como Arthur Blank, de los Atlanta Falcons, Dan Snyder, de los Washington Redskins y Jeffrey Lurie, de los Philadelphia Eagles. Todos se manifestaron a favor del derecho a protestar. En la NFL, el 70% de los jugadores son negros.

El conflicto encontró rápido el eco de Bruce Maxwell, quien trasladó la discusión a las Grandes Ligas de Béisbol mientras que la NBA utilizó todo el poder de su eco mediático para pararse en la vereda opuesta al presidente.

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Stephen Curry se negó a ir a la Casa Blanca como actual campeón de la NBA, LeBron James apoyó a su rival de todas las horas, el entrenador de San Antonio Spurs, Gregg Popovich, dijo que la situación era una vergüenza y hasta Michael Jordan, reacio a involucrarse en temas delicados de la política de su país, fue contundente: "Uno de los derechos fundamentales sobre los que se fundó este país es la libertad de expresión y tenemos una larga tradición de protestas pacíficas. Aquellos que ejercen su derecho a expresarse pacíficamente no deberían ser demonizados o condenados al ostracismo. En un tiempo en el que ha aumentado la división entre nosotros y el odio en este país, deberíamos buscar formas de trabajar todos juntos, apoyarnos y no crear más división".

Ante semejante revés mediático, Trump buscó aliados en los deportes más elitistas con nula presencia de latinos o negros en sus competencias. El Nascar fue el caldo de cultivo perfecto y Richard Petty, una vieja gloria de la categoría, se mostró fiel a la filosofía de su líder al anunciar que despediría a cualquier empleado que no respetara el himno.

"Trump es un presidente que inspira odio y disensión", Kobe Bryant, exjugador de la NBA
En medio de tantos golpes, para Trump fue una caricia: "Muy orgulloso de la Nascar y sus aficionados. Ellos no toleran la falta de respeto a nuestro país y bandera. ¡Lo dijeron alto y claro!".

Con su verborragia característica y un gobierno marcado por la división, Trump logró algo impensado: que todas las estrellas del deporte de su país se unieran para discutir el racismo en primera plana y que la lucha de millones de personas anónimas, tenga un eco imposible de detener.



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