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Un mundo nuevo, ¿un Uruguay nuevo?

Uruguay es como un bello velero que, sin brújula, sin timón, falto de combustible y con exceso de carga, navega a la deriva en medio de la borrasca
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28 de febrero de 2017 a las 05:00

Para poder tomarme la atribución de opinar sobre Uruguay, debo primero hacer un disclaimer sobre lo que pienso de Argentina. Veo a mi país paralizado, confundido y equivocado. Atrapado en una web, una telaraña de corrupción que no puede ser eliminada con ningún plumero político. Esa telaraña no es kirchnerista. No es solo kirchnerista. No es nueva, no tiene 12 años, ni fue desbaratada por el viento el 10 de diciembre de 2015.

Esa telaraña no es la culpable exclusiva del desperdicio y dispendio económico irresponsable que la desangra. Pero sí es el impedimento para llevar adelante políticas de estado. Para el o los actos de grandeza que cambien el rumbo de la mediocridad actual. Por eso nada cambia. Argentina es hoy un país de titulares de diarios o de hashtags, sin ningún significado serio. Una mayoría de la población solo está interesada en ganar más, sin producir ni trabajar más, mantener su quintita, que no suba ninguna tarifa y que no echen a nadie. O sea, conservar su prebenda. Los empresarios, el otro factor de la ecuación, piensan igual. En ese marco, los políticos hablan, se acusan con medias verdades y hacen jueguito. O visitas internacionales. Analizando los fundamentals, el futuro, si existiese, es preocupante. Más preocupa que el gobierno no advierta esa realidad, ni haga nada demasiado efectivo para cambiarla.

Pasando ahora al resto del mundo, tal vez más que opinar, lo adecuado sea preguntar y preguntarse. Está claro para cualquier observador que el mundo va hacia cambios profundos y potentes, no necesariamente por el accionar de Donald Trump, ni tampoco necesariamente en el sentido que el imitador de Alec Baldwin pretende. Por el lado de la apertura comercial, es evidente que la limitación intelectual de las masas populares que votan está pesando en favor del proteccionismo. El sistema político mundial, en manos de oportunistas, arribistas y populistas de izquierda y derecha, no quiere desaprovechar la ocasión que tienen de hacerse con el poder. No tiene entonces la voluntad de salir al cruce de los errores conceptuales si es gobierno, ni de campañar o educar en favor de conductas serias.

El sistema financiero trasparente a ultranza y de espionaje que ha implantado la dictadura del GAFI y la OCDE, facilita el manotazo a los ahorros acumulados, lo que ofrece un buffer global al que se puede echar mano ahora con suma facilidad y poca resistencia. Eso y el apetito por la deuda que tienen los “inversores” permite ejercer el populismo por un tiempo bastante largo, sin consecuencias inmediatas. La doctrina Keynes, basada en su famoso apotegma: “en el largo plazo todos estaremos muertos”, equivalente al “detrás de mí el diluvio”. Dos irresponsabilidades.

La democracia, globalmente, está derrotando no sólo al capitalismo, ya distorsionado y falsificado hasta el ridículo, sino a los principios económicos más aceptados y hasta a la lógica más elemental. No hay ninguna razón por la que las masas no voten por lo que consideran sus derechos adquiridos, con prescindencia de que ello sea justo o no. Las masas votan irracionalmente, siempre, pero siempre también a favor de su ventaja inmediata.

Frente a este camino que parece inexorable, la dicotomía que plantea Trump será contrastada por una reacción saludable en otros países y otras áreas. La posición de China no es un aspecto menor. El gigante asiático viene trabajando muy duro para transformar su economía en ortodoxa. Cuando se analiza su legislación, los cambios impositivos y sus políticas internas, se evidencia que no cederá ahora a la tentación de las democracias populistas occidentales, que se parecen cada vez más al marxismo en alguno de sus formatos-disfraces. El Reino Unido también luce encaminado a una política de apertura, que incluye su sistema financiero, emasculado ahora por las reglas orwellianas de la Patriot Act. ¿El brexit fue para seguir con las normas de la unión aduanera europea, o para recrear una economía liberal? He ahí una pregunta para estadistas, si los hubiera.

La Unión Europea es el centro de todos los interrogantes. Por un lado luce claro que el manejo del gasto, los déficits y el endeudamiento ha sido liviano y permisivo, y ha llevado a múltiples crisis ocultas. Por el otro luce también claro que los votantes se están expresando del modo más rudimentario y precario en favor del dispendio y un proteccionismo que los alejará del bienestar sin alternativas. También aquí hacen falta los estadistas que se eleven por encima de las masas precarias y los políticos inútiles. Un poco el dilema histórico de Europa. Canadá, Oceanía, un gran sector asiático de países exitosos, empujan hacia la seriedad y la apertura.

El mundo parece estar cerca de la aparición de dos hemisferios, pero no necesariamente dos hemisferios geográficos: un hemisferio proteccionista, inflacionario, de alto déficit y grandes exacciones impositivas, otro hemisferio de libertad de comercio, seriedad fiscal y respeto jurídico por la propiedad, la creación y la generación de riqueza. Otra vez más, el hemisferio estatista y el hemisferio de la libertad. El Big Brother y la Mano invisible.

Y ahora vienen las preguntas: ¿Qué hará Uruguay? En el camino de hoy y sus diversas ramificaciones, llega en poco tiempo a chocar con la muralla. El proteccionismo a ultranza, la población que defiende su derecho a un ingreso protegido y eterno que le debe garantizar la sociedad injusta, un socialismo triste y obsoleto que se disfraza de moderno pero que concluye en el círculo vicioso de gasto-déficit-más-impuestos que lleva al rigor mortis. Un sistema de discusión permanente donde lo único que se discute es qué gasto aumentar y a quién cobrarle ese gasto con impuestos. Un seguro dado por Dios contra la inflación, como si la inflación no surgiera precisamente de ese mismo mecanismo de garantía divina de bienestar.

¿Habrá que copiar la cerrazón mental y económica de Trump? Difícil. Uruguay está más adelantado en el cierre y el estatismo que lo que el funambulesco presidente quiere. ¿Abrirse? ¿Qué significa localmente abrirse? ¿Acercarse al Mercosur? Uruguay desconfía del Mercosur. Cree que sus socios grandes lo aplastarán, una buena manera de no hacer nada.

¿Es el Frente Amplio la fuerza que guiará alguna clase de transformación? ¿Hay alguna otra fuerza en condiciones de hacerlo? ¿Hay algún líder, estadista o guía en el horizonte? No hay cambio sin un líder. Los cambios no los hacen los partidos. Detrás del cristianismo está la idea de Cristo muerto y resucitado. Sin esos requisitos, el riesgo es continuar por el actual sendero, creyendo que como todavía no se chocó todo está en orden.

En este océano de dudas que solo me he limitado a describir, Argentina es como un transatlántico repleto, que navega a toda máquina hacia el inevitable témpano fatal.

Uruguay es como un bello velero que, sin brújula, sin timón, falto de combustible y con exceso de carga, navega a la deriva en medio de la borrasca.

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