Sebastián Auyanet

Sebastián Auyanet

Shuffle

Un nerd cualquiera y los Beastie Boys

A propósito de la muerte de MCA y de una banda esencial que se termina de golpe después de influir mucha música y unas cuántas adolescencias.
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11 de mayo de 2012 a las 00:00

El nerd puede ser el que firma este blog pero eso no importa, porque este no es (no debería ser) un post biográfico. O por lo menos, no un post biográfico personal, sino más bien generacional. O de algo a lo que se le podría llamar “nicho generacional”.

A ver si me explico: solemos escribir que hay artistas, discos o canciones que definen una generación. “Generación” es un concepto bien amplio, que definido muy a lo bruto cruza a personas que proceden de diferentes clases sociales, con distintas inquietudes y recorridos de vida. Cuando se piensa en un artista que define a una generación, se puede pensar en Bob Dylan, en los Rolling Stones o en Paul McCartney, como bien pudo notarse hace unas semanas en el Centenario.

Por supuesto, ser los de espectro más amplio no los hace ser los únicos. La llegada y la transversalidad de la música pop en los últimos 50 años ha hecho que los referentes sean muchos y muy variados según la persona, la región geográfica y el contexto histórico. Con seguridad uno agarra a diez uruguayos hoy día y, con el acceso a la música que hay, todos tienen lo que para ellos es un “referente generacional” diferente, desde los beatlemaníacos hasta los metaleros, pasando por los cantantes de protesta, los murgueros y un largo etcétera.

Pero muchos adolescentes nerds de los años ochenta y noventa no tenían esa referencia tan clara. No hasta que aparecieron los Beastie Boys. En pleno auge de la computación, la ciencia y esa primaria concepción de futurismo que parecía de Commodore 64, aparecieron tres raperos blancos y judíos que bien podían haber salido de un salón de maquinitas. Aparecieron películas como la de Ferris Bueller (con un Matthew Broderick estrenándose como alumno que se hace el enfermo) y, sobre todo, apareció La Venganza de los Nerds. Fue la primera película en la que se tomaba a un grupo muy marginal de tipos apasionados por lo que estudiaban y se los convertía en personas capaces de superar en popularidad a los “populares”, una dicotomía que seguro se veía (y se ve) en cada liceo o secundaria del mundo. De hecho, ver el videoclip de nuevo de ese momento es revelador: ¿cuántas de las cosas que se ven en ese video son lo ultra “cool” y moderno ahora, desde la ropa hasta lo que suena?

Encontré este video leyendo el perfil de MCA escrito por Daniel Brockman del Boston Phoenix esta semana. Para mí, el mejor de todos los que encontré. Y ahí, después de muchos años, empecé a recordar el mundo del que salieron los Beastie Boys: pasacasettes, comida rápida, películas clase B en videoclubs, televisión aburridísima de pocos canales. De ahí veníamos unos cuantos que si bien en los años 80 eramos unos nenes de pocos años, por aquello de que a Uruguay todo llega un poco más tarde nuestros noventa eran iguales.

Pero yo no conocí a los Beastie Boys de verdad hasta fines de los años noventa. No me lo habían permitido las radios locales, monopolizadas con Hot Veintes y maratones de marcha, ni tampoco tenía amigos que trajeran discos desde afuera, o dinero para comprar los que llegaban acá en dólares. Fue la MTV la que me mostró los primeros especiales de los Beasties.

Por suerte, no precisé entrarle a ellos antes. Decía que mis noventa habían sido parecidos a sus ochenta en varios de los ítems mencionados arriba. Y de repente, escuchar temas del disco Hello Nasty cada tanto en los recreos del liceo me activaba un sentimiento de compañía. Con casi veinte años más que yo, los Beastie Boys conectaban con muchas de las referencias que habían hecho a mi adolescencia. Y eran los nerds con más onda del mundo. Meterse en la discografía previa era entrar de lleno en esa conexión que compartía con algún que otro amigo. “No estamos solos” es una buena frase para definir la interacción entre un grupo de gente y unos músicos que logran conectar con su forma de ser.

Esto es algo que se ha dicho en posteos y perfiles durante toda la semana, porque esto mismo pasó en varias partes del mundo, lo comprueba la popularidad planetaria del trío, al que pude ver en 2006 y sentir el shot de energía que eran en vivo. Las canciones de los Beasties, esencialmente raperas y también rockeras, punk, tontas y a la vez inteligentes como pocas, hablaban de cosas que tenían más que ver con lo que a uno pensaba o le pasaba por la cabeza. Y si no era así, era la música la que activaba esa fibra cuya chispa siempre es un misterio. Un poquito más adelante, los que mirábamos a los Beasties encontramos cosas de ellos en particular en los Peyote Asesino y Plátano Macho. Pero la chispa, en mi caso, empezó con ellos. Fueron, como dice el propio Brockman, los creadores de un pastiche de todos esos años de adolescencia que consumíamos como álbums de figuritas.

Digo y cuento todo esto un poco en forma desordenada porque con la muerte de Adam Yauch, el astuto MCA, los Beastie Boys se terminaron. Hagan lo que hagan luego, sea tocar solos o sumar un reemplazante. Y porque de alguna manera, cuando se muere alguien así de vital, de importante y de joven, nos morimos un poco los que vivimos cosas gracias a ellos. Los mismos que al menos por unos días, vamos a seguir escuchando las canciones de los Beasties con una leve mueca de resignación.

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