Una goleada agridulce: Peñarol ganó, pero no le alcanzó

Faltaban 9 minutos para el final en el Campeón del Siglo y llegó la noche. El oído que estaba en Jardines le indicó a los manyas que llegó el gol de Sebastián Fernández que decretaba que ganaba Nacional y con ello, el rival eterno era el campeón del Apertura.

El silencio invadió las cuatro tribunas. Fue como ver la orilla ahí nomás luego de estar náufrago unos días y no llegar a ella. Claro estaba que todo se había perdido aquella noche en la que se perdió con Torque en el Centenario en lo que fue el único triunfo en la cancha que consiguió el nuevo equipo del fútbol uruguayo.

Peñarol ganaba 3-1 y con baile en el segundo tiempo, pero ese gol de Jardines sumió a todos en el más doloroso de los silencios.

Atrás quedó el partidazo de Guzmán Pereira, el debut de Thiago Cardozo –muy nervioso en la primera parte–, la figura táctica diferente que colocó Leonardo Ramos debido a la ausencia como titular de Agustín Canobbio un tanto golpeado y la pobreza futbolística sorpresiva del rival.

Lea también: Nacional lo dio vuelta y es el campeón

Nunca en los últimos tiempos Peñarol fue tan superior a Defensor Sporting, sobre todo, en los 45 finales en los que goleó 4-1 pero podría haber ganado por un tanteador aún mayor.

Guillermo Reyes le tapó dos goles hechos en el minuto 44 en la misma jugada –ya se había producido el empate de Rodrigo Rojo– primero a Maximiliano Rodríguez y enseguida a Fabián Estoyanoff, y allí se lesionó. Ingresó Gastón Rodríguez y pese a comenzar bien, luego no repitió y llegaron los goles ante una defensa que claudicó por el lado de Ernesto Goñi.

La pulseada la ganó Ramos con el esquema táctico. Paró a Guzmán Pereira por delante de la línea de cuatro y luego cuatro volantes con el Cebolla y Franco Martínez como dobles 5, con Estoyanoff por derecha y Maximiliano Rodríguez –quien mejoró notoriamente su pobre rendimiento de partidos anteriores–, por izquierda. Contra Atlético Tucumán, como esta vez la ganó, el técnico había perdido esa pulseada, como ante Libertad en Asunción. Ese sigue siendo el gran debe del DT y lo que muchos hinchas no le perdonan.

Allí no hicieron pie ni Mathías Cardacio, ni Martín Rabuñal y los violetas sintieron muchísimo la ausencia por suspensión de Carlos Benavídez.

Por eso, ya en el complemento, hubo una gran cantidad de claros en el mediocampo de Defensor que Peñarol aprovechó muy bien para filtrar pases en profundidad, sobre todo, luego del ingreso del siempre movedizo Cristian Palacios quien cumplió con su cuota y por partida doble.

Tanta fue la diferencia entre uno y otro que ni siquiera tuvo que aparecer el fútbol del Cebolla Rodríguez, quien esta vez entró poco en juego.

Los goles fueron llegando a granel y los tantos malogrados también porque Peñarol en los últimos 15 minutos se podría haber llevado una goleada histórica.

Pero lo que se llevaron los futbolistas fue el aplauso final de las cuatro tribunas, como si fuera un réquiem.

Peñarol hizo los deberes como se esperaba. Cumplió con lo que vino a buscar al Campeón del Siglo con velocidad, buenas transiciones, juego colectivo y figuras individuales. Cuando no dependía de sí mismo, fue el equipo que todos sus hinchas esperaron siempre. Todo lo contrario a lo que es en la Copa, cuando tiene que aparecer y no lo hace.

Se murió en esa orilla que lo esperó hasta faltando 9 minutos. Lo que está claro es que de Torque no se van a olvidar más.