Elena Gómez en su casa de Capurro con vista a la cancha y el puerto<br>

Fútbol > UN VIAJE AL CORAZÓN DEL FÚTBOL

Una vida en Capurro viviendo por los colores

Carrasco llegaba a Capurro y le daba plata a un funcionario para comprar huesos a los perros; Elena Gómez la mujer que es casera, arregla camisetas, limpia, hace la cantina y es odontóloga en la sede, no lo olvida
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19 de febrero de 2018 a las 05:00
"Los técnicos todos tenían sus cosas", dice Elena antes de dar paso a las anécdotas de Juan Ramón Carrasco. "Por su personalidad era diferente. Cuando nos dijeron que venía ya nos pusimos todos a la defensiva, ¿qué trato habrá que tener con este hombre? Pero es lo más sencillo".

Y contó: "Me acuerdo de Carrasco que era superperrero. Yo tenía tres perros y él todos los días mandaba a un ayudante a la carnicería para comprarles huesos. Apenas llegaba su auto, los perros ya estaban todos rodeándolo. Carrasco entraba y se ponía en cuatro patas a jugar con ellos. Yo no lo podía creer".

La cara opuesta era Rosario Martínez. "No le gustaban los perros a Rosario y yo tengo una perra bóxer que encerraba porque se metía en la cancha. Rosario era muy compañero con mi esposo también. Un señor".

La casera de Capurro dice que tiene grabado el día que se selló el pase del Lolo. "Yo estaba embarazada de la nena chica y estábamos colocando cerámica en el piso con mi padre, que venía a ayudar. No había muchos celulares en esa época y el Lolo hizo la transacción desde el teléfono de casa. Mi padre estaba enojado porque le pisaba las baldosas".

Vivir en la cancha

La vivienda no tenía techo, el baño solo el wáter y la luz era un cable colgando con una lámpara. "Mirá, Nelson, la casa está vacía porque el casero se fue... ¿te querés mudar para ahí?", le dijo con un dejo de vergüenza el presidente de Fénix, Álvaro Chijane, a aquel defensa del equipo que con el paso del tiempo se convertiría en un símbolo del club.

Nelson Acosta, el Negro, como lo conocen para la eternidad, fue a su casa de la calle Dragones para hablar con su esposa. Elena Gómez no lo dudó. "Nos vamos ya", respondió.

Jamás imaginaron que iniciaban una historia de amor increíble con Fénix. Nelson defendió nueve años la camiseta del club, fue utilero, casero e hizo de todo.

Elena limpió los vestuarios, los baños, arregló camisetas a mano y con la vieja máquina Singer; lavó ropa, se encargó de la merienda de los juveniles en la etapa de malaria y hasta hace la cantina los días de partido. Por si fuera poco, es madre.
Como consecuencia de la multitarea, Elena no podía terminar su carrera de odontología, lo que sí logró en 2013. ¿Sabe dónde tiene el consultorio? ¡En la sede de Fénix!

La que sigue es una historia de los tantos héroes anónimos que conviven a diario en los clubes del fútbol uruguayo. Esos que no juegan, que no salen en la foto, pero que tienen un valor incalculable.
"Éramos novios con mi marido cuando vi por primera vez la casita en construcción en la cancha de Fénix. Me gustó. Y miren lo que son las cosas, al poco tiempo el presidente Chijane le ofreció a mi marido para irnos a vivir ahí. No había nada. El piso no tenía contrapiso, ponías una silla y quedaba en falso. Y de a poco, con ayuda de mucha gente, fuimos arreglando la casita y nos mudamos", comentó Elena Gómez a Referí en la puerta de su consultorio.

Permiso para salir de su casa

La primera interrogante que se genera en la charla pasa por conocer cómo es vivir en una cancha de fútbol. Porque la casa de Elena queda dentro mismo del Capurro. A pocos metros del vestuario local y arriba de la utilería.

"Es medio complicado. Es un lugar supermachista porque tengo que lidiar con hombres, pero me respetan porque soy media brava. Los días de partido se complica porque no te dejan entrar, los porteros se ponen medio de personajes. Vienen los chiquilines (sus hijos) de estudiar y no los dejan entrar. ¡Pero vivo acá!, les dicen", comentó Elena.

La casera de Capurro reveló: "Si salgo tengo que pedir permiso, para salir de mi casa (risas). Le tengo que decir al portero: 'Mire que yo vivo acá y voy a buscar a la chiquilina que está en un cumpleaños'. Los días de partido tengo que estar ahí porque soy la que limpio todo, veo que esté todo en orden. Cuando se va todo el mundo empieza mi tarea. Voy a ver si quedó todo en orden, que no hayan roto una cisterna. Y me ocupo de lavar la ropa. Quique es el utilero, es buen compañero y me deja el primer lavado y luego me ocupo de la ropa, que esté todo listo para el otro día. La ropa la cuelgo y tengo secarropas. En invierno es complicado porque a veces con la lluvia son las tres de la mañana y tengo que bajar a poner a secar ropa".


Fénix, mi casa, mi familia

Si las habrá vivido Elena en Capurro. Desde el delivery que se perdía cuando le pasaban la dirección porque no podía creer que viviera gente en la cancha, hasta tener siempre algún caramelo para algún jugador diabético.

Aquellas meriendas con chocolate y pan con membrillo para los botijas de las juveniles en la época de malaria, cuando de pronto pasaban cinco meses sin cobrar. Arreglar y coser camisetas. El robo de 2002, cuando le desvalijaron la casa. Pero jamás imaginó pasar por el doloroso momento de perder a su esposo Nelson.

"Costó..., costó recuperarse. En su momento lo que pasó fue un shock en el barrio. Gente que no se animaba a venir a saludarme porque había quedado mal. Me quedé con tres chiquilines y tuve que salir. Me costó quedarme en el mismo lugar trabajando. Tuve a la psicóloga de la escuela Capurro que para mi hija chica fue fundamental porque tenía 9 años y es la época donde los chiquilines tienen miedo de perder a los padres y justo le pasa. Entonces, claro, ella pensó que por su pensamiento el padre se había muerto. Hablé con ella y le dije que no era su culpa. Si la chiquilina no hubiera recibido ese tratamiento hubiese cargado con la mochila toda su vida. La verdad es que tengo que agradecer a todos en la escuela Capurro", dice mientras intenta no quebrarse.

Elena se levanta los lentes, se seca la vista, y dice: "Varias veces pensé en irme de la casa pero dije 'no, tengo que superar esto'. Para volver a la carnicería pasé un mes. No podía ir".
Y concluye: "Lo pensé pero no me voy de acá. Y... (piensa) Fénix es como mi familia. Teníamos 20 años cuando nos vinimos. Yo me vine a estudiar y mi esposo a jugar al fútbol. Y fueron ellos los que le dieron la posibilidad de jugar. Defendió al cuadro, trabajó para Fénix y terminó trabajando. Siempre nos ayudaron. Es mi casa".

De anécdota en anécdota


El Lolo pedía consejos


Fabián Estoyanoff
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"Al Lolo lo conocemos desde los 14 años. Era un gurí y todos lo vimos cuando hizo la explosión. Con mi marido era muy compañero se juntaba en la caldera con Nelson y le iban a pedir un consejo".

El corazón de Puppo

"Con Miguel Puppo en una práctica, en un día espantoso de frío, de invierno, se sintió mal del corazón lo entramos y lo acostamos en la cama hasta que viniera la emergencia a atenderlo".

El ejemplo de Juancito Álvez

Juan Álvez
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"Juan Álvez es un ejemplo. Te trae la ropa en el canasto, que no sabés si se puso porque te trae todo dobladito y las medias correctamente. Es un profesional".

Cacique Medina


Alexander Medina
Alexander Medina
Alexander Medina

"El Cacique estuvo poco pero con mi marido fue especial. Tenía un emprendimiento y le había ofrecido a mi esposo trabajo porque necesitaba a alguien de confianza".

Ligüera, un señor

Martin Liguera
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"Ligüera es un señor. Es muy de venir y decir 'tomá' (dice estirando la mano). Me golpeaba la puerta y... sí, sí, me daba el dinero en la mano. Y yo le decía 'gracias, no preciso, pero no había caso'".

El gladiador

Julio Ribas
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"Otro que estuvo en el club fue Julio Ribas. No tuve mucho trato porque era mi esposo el que más trataba, pero él andaba todo el día con su frase de Gladiador. Y es como es, porque Ribas es así".

El verde de Rosario

Rosario Martínez
Rosario Martínez
Rosario Martínez


"Acá tenés que ver qué mañas tenía cada técnico. A Rosario Martínez por ejemplo no le gustaba el color verde, entonces no vayas a aparecer con chalecos verdes porque te quería matar".


Ser odontóloga en la sede

"Me recibí de vieja", dice Elena a Referí cuando cuenta que ejerce la odontología en la sede de Fénix y en otro consultorio.
"Fue en 2013, luego de criar a los gurises. Me quedaban dos materias, unos amigos me ayudaron a estudiar y terminé. A Álvaro (Chijane, el presidente de Fénix) le planteé la posibilidad de poner el consultorio allá en mi casa. Pero iba a quedar medio raro atender en la cancha de Fénix. Entonces acá en la sede estaba este espacio que era un cíber y Álvaro me dijo que me viniera para acá. Hicimos las instalaciones y quedé acá".

Elena dice que "algunos jugadores del club vienen a atenderse. Mejía y Waterman, los dos panameños venían. Unos señores, los dos. Mi marido los había adoptado como hijos porque, claro, estaban solos en Uruguay, pero son unos señores los dos. A ellos les hice arreglos muy precisos porque tienen unos dientes preciosos".



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