El tambo, con capacidad para cuatro vacas.

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Vendió vacas para sobrevivir en la sequía y tiene un sueño: "Un tractor viejo, chiquito, pero mío"

María Esther vive y trabaja en el campo junto a su hija y sufre por la sequía, tuvo que vender vacas para sobrevivir y pese a todo cumplió varios sueños y tiene otro: llegar al tractor propio
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06 de febrero de 2023 a las 06:13

María Esther Foster es una pequeña productora de quesos. La sequía, como a tantos más, le provocó severos perjuicios y tuvo que ir vendiendo vacas para cumplir con los pagos y subsistir. En su campo no llueve, “salvo algún chaparroncito”, desde hace más de un año, contó. Sin embargo, no baja los brazos y tiene un nuevo sueño por cumplir: “Necesito un tractor, aunque sea viejo y chiquito, pero que sea mío”. Y confía en que un día se le haga realidad ese sueño, como ha pasado con otros que tuvo.

En el paraje La Pachina, por camino Del Cerro, en San José, viven y trabajan solo dos personas, María Esther (58 años) y su hija Paula Valentina (21).

Es un sistema productivo familiar de 24 hectáreas, 12 propias (donde está la casa) y el resto arrendado. El rodeo lechero es de vacas holandesas, pero tiene tres que son Kiwi, es decir mezcla de Holando con Jersey, “porque eso le da más fuerza a la leche para el queso”, explicó.

Las vacas de María Esther, pastoreando al costado de los caminos.

“Desde diciembre de 2021 la seca me tiene horrible, salvo algún chaparroncito no llovió y el campo está pelado, todo seco, no tengo comida, tuve que vender cuatro vacas recién para tener plata para pagar cuentas y me quedé con solo 14 en ordeñe, porque a otras 11 las solté porque no tienen pasto para comer y no dan leche, están secas, algunas van a parir más adelante”, contó.

Las vacas en ordeñe, incluso, dada la merma en la oferta de comida están dando apenas 60 litros por día, entre todas, cuando en momentos en los que llueve bien una sola vaca le llega a dar 20 litros al día.

Toda la leche se industrializa, obteniendo fermento, que un cliente adquiere para venderlo como queso rayado.

Las vacas, cuando llueve normal, tienen en el campo praderas, sorgo también, pero ahora no hay nada. Incluso está sacando las vacas a pastorear en las calles, para lo cual pidió permiso al Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP).

La veo fea, más de un año sin llover, vendí varios bichos para mantenerme y la ración no alcanzaba para todos, aunque estoy gastando $ 30 mil por mes en ración. Igual tengo esperanzas de que todo mejore y si un día llego a tener un tractor aunque sea viejo, chico, de dos rastras, me va a servir para trabajar la tierra cuando llueva”.

Productora chica y agradecida

María Esther detalló a El Observador que en todos estos años pudo salir adelante con su hija gracias al esfuerzo personal, pero también por un conjunto de ayudas importantes, que expuso.

Por un lado, en 2005, Mevir le construyó la casa y eso incluso lo terminó de pagar, dando lugar a un orgullo muy grande, el tener la casa propia, en su campito.

Luego nuevamente Mevir le dio una mano: le ayudó a construir un tambo para tres vacas, una pieza para hacer los quesos y otra pieza para guardar los quesos. También le hizo un pozo, que le permite hoy tener agua para los animales, no le da para regar el campo, pero le es de gran utilidad. Todo eso, contó, lo está pagando.

Después, el MGAP le pagó el costo de los materiales que se fueron comprando para agrandar el tambito, que pasó a tener capacidad para cuatro vacas a la vez.

Luego hubo una obra más, una plancha o piso de cemento lindera al tambo, estrenada a mediados del año pasado y que facilita el trabajo, beneficia a los animales que no están en el barro y mejora la higiene en el sistema productivo. Eso también se va pagando de a poco.

El único alimento que hoy tienen las vacas de María Esther, lo que hay al costado de los caminos.

Extraña al barro

María Esther recordó, riendo pese a la adversidad que significa la sequía, que “antes las vacas entraban enterradas al tambo, eso se arregló, pero lo curioso es que pusimos el piso y no llovió nunca más, así que barro hace mucho que no vemos, como quien dice ahora lo extrañamos porque precisamos las lluvias”.

La productora, además, agradeció porque en distintos momentos recibió otros apoyos de diversas instituciones y personas, por ejemplo recibió fardos y ración, también urea, incluso un vecino fue con un tractor y le hizo una siembra a mitad del año pasado, también Mercedes Antía y un sobrino la ayudaron con raigrás y avena (aunque la falta de lluvias no permitió el desarrollo del cultivo), también le llegó una canasta de productos desde el Ministerio de Desarrollo Social (Mides).

Además de quesos, María Esther tiene otro ingreso: tiene gallinas y vende los huevos. También tenía quinta, pero la sequía terminó con todo.

Todo suma para uno de sus objetivos, que su hija estudie. Está formándose como asistente en veterinaria. Lo ideal hubiese sido que pudiese estudiar veterinaria, pero la facultad queda lejos y el costo de $ 15.000 por mes para que Paula Valentina viva en Montevideo es inviable.

La casa propia, el tambito, las salas para los quesos, el piso para las vacas, el pozo... ni que hablar que la hija estudiando... esta productora con mil sacrificios y aprovechando ayudas fue progresando y ahora tiene un nuevo sueño, el tractorcito propio.

La genética es sobre todo de la raza Holando.

 

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