Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > CRÓNICA DEL SHOW

Volvieron los 90 por una noche: así fue la fiesta de los Backstreet Boys en Montevideo

La primera función del quinteto estadounidense en Uruguay estuvo cargada de hits y marcada por la nostalgia
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09 de marzo de 2020 a las 11:48

Y un día, los rostros de los posters recortados de alguna revista que tapizaban las paredes del cuarto se convirtieron en personas de carne y hueso. Esas sonrisas que brillaban desde una remera, una tapa de cedé o un casete se dirigen ahora hacia la tribuna donde están esas personas que esperaron décadas, desde que tapaban granos hasta ahora que tapan canas, para verlos de más o menos cerca, gritarles, aplaudirlos, bailar con sus canciones. Y recordar.

Anoche los Backstreet Boys dieron en un Antel Arena agotado el primero de sus dos shows en Montevideo, en la que fue la primera presentación del quinteto en tierras uruguayas en sus 27 años de trayectoria, algo con lo que sus integrantes –Nick Carter, Brian Littrell, Kevin Richardson, Howie Dorough y AJ McLean– machacaron constantemente a lo largo de las dos horas de espectáculo. De todas formas, fue Richardson el que resumió mejor el espíritu de la jornada: “Esperemos que puedan recordar algunos buenos momentos de su juventud, ustedes crecieron con nosotros”.

Y ahí vino el grito: “Party like it’s 1999”. Festejemos como si fuera 1999.

Fue una noche atrapada en el tiempo, con una buena dosis de nostalgia y de catarsis por las décadas que los y las fanáticas (amplísima mayoría) tuvieron que esperar para verlos en casa. Se notó en cada alarido, en cada ovación, en cada verso gritado como si no hubiera mañana, en cada segundo del que, como decían algunas de las remeras alusivas, era un sueño cumplido. Tanto para los que tenían el merchandising oficial ($ 800 la remera, $ 300 el llavero o el vaso de tequila) como el no oficial, o el casero, para los que tenían las vinchas, los gorros, las banderas amarillentas de esperar años o los que las habían hecho específicamente para esa noche, fue un viaje al pasado, aunque por compromiso el quinteto mezclara con los hits algunas de las canciones del disco que da nombre a la gira, y que fue publicado en 2019, DNA.

Para los miembros del grupo también debe sentirse como estar atrapados en un limbo temporal, forzados cada noche a repetir lo que hacían cuando eran adolescentes, aunque los cuerpos ya estén un poco más duros al momento de hacer las coreografías. Pero se nota también que se divierten haciéndolo y encuentran momentos para mostrar sus talentos vocales. Porque más allá de bailes coordinados y de ser carilindos, antes que todo los miembros de los Backstreet Boys son cantantes, como demuestran con su versión a capela de Chances.

Estafados en sus primeros años de actividad por su creador y manager, Lou Pearlman, que terminó demandado por todos los proyectos musicales que ideó, seguramente con estas giras los BSB estén facturando todo lo que no pudieron en su juventud, y aprovechando que no tienen competencia directa, porque ninguna de las boybands coetáneas está en actividad, tienen en este show un hit asegurado con un público que hoy ya tiene la capacidad de gastar su propio dinero.

Y a ese público le dan exactamente lo que fue a buscar. No faltan las canciones como Get down, Shape of my heart, Everybody o I want it that way; tienen la deferencia de cantar en español una canción (Donde quieras yo iré) y parte de otra (I´ll never break your heart), y las de DNA son en su mayoría fragmentos breves, en los que cada uno de los cinco tiene además un momento de lucimiento solitario, en los que se demostró que los predilectos son Carter y Richardson.

Tampoco faltan los gestos. Todo el tiempo están saludando a los diferentes sectores, tirando besos, guiñando un ojo o haciendo alguna pose graciosa, esto último sobre todo a cargo de Littrell, que se hace con el papel de payaso. Aunque todos meten chistes sobre su edad, la vejez, el paso del tiempo y hay gestos y comentarios cómplices a lo largo de las dos horas de show.

Y saben también que están ante un auditorio que ya no es menor de edad. En un pasaje, Richardson y McLean se meten en unos cambiadores y se cambian sobre el escenario, desatando la histeria colectiva (aunque no se ve nada) y hacen “al revés que hacían ustedes antes”, y tiran ropa interior autografiada hacia el sector del pit, ubicado dentro de la pasarela que sale del escenario, a la que solo podían entrar miembros oficiales del club de fans, y que por el precio pagado ($ 17.000) tuvieron a cambio saludos, fotos, autógrafos y demás detalles de parte del quinteto. Ahora que no hay padres que puedan escandalizarse, McLean y Carter alimentan el juego también llevando sus manos hacia su entrepierna y agarrando lo que usted está pensando.

Con la música en pistas, y apoyados por un despliegue visual que intercalaba las imágenes del show con algunos visuales que por momentos rozaban lo cutre, lo que dominó fue el ambiente festivo y la diversión. Aunque ya estén un poco más veteranos y a veces coqueteen con la autoparodia (¡imagine si hubieran venido con 60 años!), lo cierto es que el quinteto estadounidense dio un espectáculo extenso, de más de 30 canciones, con todo lo que se les puede exigir, cargado de energía, festividad pop, baile y diversión. Es un festejo, y no quedan dudas de que se pasa bien, aunque se vaya como espectador curioso y no como fan.

Todavía tienen una segunda presentación en Montevideo, que aún no se agotó, y que cerrará este primer encuentro ante un público local que recibió a los Backstreet Boys de brazos abiertos, y que a cambio recibió lo que había ido a buscar. Ver en vivo y en directo a esos cinco hombres que fueron un poster, una remera o una tapa de disco durante tantos años. A perderse por un par de horas en los sonidos de la juventud. A hacer de cuenta que por un rato, era 1999.

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