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WhatsApp, el arma de desinformación masiva que catapultó a Bolsonaro y Trump

La red social fue clave en la victoria de los actuales presidentes de Brasil y Estados Unidos
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14 de mayo de 2019 a las 05:02

El 26 de octubre de 2014, día en que debían ir a votar, miles de brasileños amanecieron con una noticia impactante en sus teléfonos. Alberto Youssef, uno de los empresarios que colaboraban en la investigación sobre el Lava Jato, había sido envenenado en la cárcel. Se trataba de una noticia falsa que había sido difundida a través de WhatsApp y que sería el germen de una acción que se repetiría durante todo el 2018, durante la campaña electoral que finalizó con Jair Bolsonaro en la Presidencia. 

Si bien la campaña uruguaya todavía está lejos de llegar a su fase final, en las últimas semanas ha comenzado la proliferación de noticias falsas que hasta el momento apuntan principalmente al precandidato Luis Lacalle Pou, líder de la interna nacionalista. 

En 2016, el comando del multimillonario estadounidense aprovechó las ventajas de que esta red social fuera cerrada, que los mensajes estuvieran encriptados, y que fuera prácticamente imposible verificar su origen para difundir rumores o información falsa con el objetivo de perjudicar a sus contrincantes –principalmente a Hillary Clinton– y posicionar a su candidato, una estrategia que replicó Bolsonaro en 2018.

En un país en el que el 80% de los electores utilizaban la aplicación a diario, y el 90% lo hacía más de 30 veces al día, los responsables de la campaña del militar retirado identificaron que WhatsApp erala herramienta perfecta para la desinformación masiva.

La estrategia consistió en crear grupos y listas de difusión –comprando bases de datos a empresas– a los que se les enviaban fotos, videos breves, gráficos, memes, tuits y enlaces a sitios creados por ellos mismos. A todos les pedían que por favor lo reenviaran a sus contactos para continuar viralizando el contenido, aunque sabían que la información era falsa, o al menos incorrecta.

De esta forma, desde el comando de Bolsonaro se elaboraban las directrices para dirigir las conversaciones sabiendo que, según un estudio de la consultora Ipsos en 27 países, Brasil era el territorio más proclive del mundo a creerse la información falsa, ya que más de 6 de cada 10 dieron por cierta una noticia ficticia.

Entre las mentiras difundidas estuvieron que Fernando Haddad iba a crear un "kit gay para niños de seis años", refiriéndose a un proyecto que nunca se puso en marcha y que buscaba formar a los profesores en derechos LGBT. Otra noticia aseguraba que el candidato del PT quería legalizar la pedofilia.

Tras el ataque con un cuchillo a Bolsonaro, desde el comando elaboraron un montaje que se viralizó ampliamente y que mostraba al expresidente Lula da Silva en un acto político con Adélio Bispo de Oliveira –el atacante– a unos pocos metros. Pocos días después, también hicieron circular la información de que Manuela D’Ávila, candidata a la vicepresidencia de Haddad, había recibido una llamada de Bispo de Oliveira el mismo día del ataque. Esa información llegó a miles de brasileños sin que nadie les advirtiera que era falsa.

En el caso de Trump, las mentiras continuaron una vez que accedió a la Presidencia. Según un informe del diario The Washington Post, en sus primeros dos años de gobierno se difundieron más de 8.000 informaciones falsas.  

La viralización de información durante toda la campaña brasileña fue tan grande que un estudio de las universidades de San Pablo y Minas Gerais junto con la agencia Lupa de fast checking analizó más de 800.000 mensajes de 347 grupos diferentes y verificó que de las 50 imágenes más difundidas, solo 4 eran verdaderas. El diario Folha de San Pablo hizo una investigación similar, que concluyó que el 97% de las noticias compartidas por WhatsApp por los seguidores de Bolsonaro eran “mentiras” o estaban “distorsionadas”.

Pero la tendencia a difundir noticias falsas no es exclusiva de Brasil y Estados Unidos. A principios de 2018, un estudio del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) confirmó que estas noticias se difundían seis veces más rápido que las reales, y si bien en Uruguay no hay estudios que reflejen cuánto se cumple esta tendencia, las noticias falsas parecen haber llegado para quedarse y formar parte de la campaña electoral. 

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