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8 de septiembre 2024 - 5:00hs

Son muchas las investigaciones que revelan este secreto: tenemos el poder de agrandar o achicar nuestra amígdala. Además de activar o desactivar disfunciones y, por supuesto, optimizar cada órgano y función.

Las neuroimágenes nos dejan información clave para utilizar en la vida, en el día a día. En otro caso, serían inútiles, ya el conocimiento sin aplicación son solo datos. Debido a que las personas aspiramos a vivir mejor y ser felices por sobre todas las cosas, los secretos que revela la ciencia son para aplicar. Así, seremos felices, saludables y construiremos una vida plena.

Somos un sistema integrado mente-cuerpo que es maravilloso, meticuloso y tremendamente inteligente. A tal punto que en la búsqueda constante del equilibrio y la garantía del funcionamiento, busca adaptarse en forma continua. Esas adaptaciones, cuyo objetivo es mantener las funciones que permiten la vida, en ocasiones, desajustan diversos parámetros y también funciones.

¿Cómo el cuerpo hace esta elección de qué ajustar? Priorizando en forma inteligente. A modo de ejemplo, imagina que acabas de almorzar y tu organismo está ocupando en la digestión, justo cuando suena una estruendosa alarma. ¿Qué pasa dentro de tu cuerpo-mente? La digestión que había iniciado, abruptamente se detiene y la energía se orienta a salvarnos.

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Nuestra mente interpreta, así como nuestro cuerpo y respondemos. Sentimos miedo, ansiedad y reaccionamos. Atenti que el cuerpo sabe antes que nos demos cuenta y por eso activa respuestas automáticas. La respiración se agita, la sangre va a los músculos y miembros, nos ponemos tensos, el ritmo cardíaco se acelera, el cortisol aumenta y en definitiva, todos los signos de alarma están activos para facilitar la lucha o la huida. ¡Lo primero que todo es garantizar la vida! El sistema simpático entra en acción y no termina allí: nuestra microbiota se altera, las hormonas también y el cuerpo queda en estado de alerta por muchas horas. Incluso unos pocos minutos de este tipo de activación, produce cambios de impacto en nuestro organismo. No es gratis pero es necesario, ya que el gran motivo es cuidarnos.

Es muy similar el mecanismo que sucede con nuestras amígdalas, dos estructuras cerebrales vinculadas a las emociones, parecidas a una almendra en forma y tamaño. Resulta que esta región cerebral, se vincula al hipocampo y al hipotálamo además de a la corteza prefrontal y cingulada. Cuando vivimos una situación, real o imaginaria, se activa nuestro sistema emocional, tanto si el evento es de gran importancia como si es irrelevante. La emoción es parte integral y estructural del ser humano.

Imagínate que alguien dice algo que te enoja profundamente, al punto de sacarte de ti mismo. Esto es lo que denominamos “secuestro de la amígdala”: la emoción es tan intensa que nos desenfrena. Exactamente así es como sucede, la activación emocional es tal que nos saca los frenos. ¿Qué frenos? Los que provee la razón, esa área cerebral que todos poseemos que tiene que ver con la cognición -atención, percepción, memoria, planificación, autocontrol, toma de decisiones, entre otras funciones-. La capacidad de pensar nos permite evaluar, reflexionar y aún más importante: elegir. Quiero que sepas que todos los seres humanos tenemos la tendencia primitiva de la primacía de la emoción. Quizá porque es la forma en que evolucionó nuestro cerebro, de la emoción a la razón. Quizá porque somos seres emocionales que aprendimos a pensar.

La amígdala actúa como el director de la emoción y se vincula al hipocampo, que es el almacén de los recuerdos. Nuestras memorias alojan las emociones de lo vivido y se “pegan” a los nuevos eventos. Insisto que estos “eventos pueden ser reales o imaginarios”. Lo que pensamos e imaginamos en nuestro casi constante diálogo interno, activa todo lo mismo que lo vivido. Casi el 80% de la información que procesa nuestro cerebro y nuestro cuerpo pertenece al mundo interno.

Ante cada emoción, el hipotálamo activará las reacciones del cuerpo. Existe una región cerebral que tiene que ver con la integración de lo consciente y lo inconsciente. Se trata de la corteza cingulada, la que rransforma lo inconsciente en consciente. Las emociones se sienten en el cuerpo, por lo que es simple concluir que cuerpo y mente, emociones y razón están totalmente integrados.

La amígdala conecta con toda la estructura cerebral, manda y recibe información, afecta y se afecta. Cuando la amígdala es demasiado grande, la cognición tiene un papel irrelevante, lo que significa que la emoción gobierna sin el filtro de la corteza prefrontal, la cual queda sometida. Y aparece un período refractario que es cuando “nos justificamos” la emoción secuestradora. En esta búsqueda de justificación, se activarán las memorias que así lo hacen y todos los pensamientos irán en la misma línea. ¡La subjetividad y la distorsión en su máxima expresión!

Las emociones van más rápido que los pensamientos y el primer aviso que podemos hacer consciente es el cuerpo. Repito que, debido a que las emociones se sienten en el cuerpo, es allí donde está el secreto de la gestión emocional, aunque no sea el único paso.

Al observar nuestro cuerpo, aprender de sus mensajes y educar la interpretación y la respuesta elegida, podremos reducir el tamaño de la amígdala. Una amígdala más pequeña y que juega en equipo con el resto de las áreas cerebrales, sin imponerse, provee a su dueño de la capacidad de gestionar la emoción.

Practicar la meditación, la atención plena, vivir el momento presente, enfocarse en el aquí y ahora son métodos probados, secretos avalados por la ciencia, que permiten gestionar las propias emociones. Se trata de vivir conscientes y desde ahí, ser libres.

La gestión de las emociones se vincula con la capacidad de decidir, resolver problemas, planificar y, en definitiva, integrar emoción y razón. Como tantas veces menciono en mis conferencias y artículos, “somos seres increíblemente poderosos” y tenemos los talentos para vivir vidas maravillosas. Sin embargo, esto no viene solo; debemos crearlo. Te invito a construir tu vida feliz con voluntad y disciplina. Es posible.

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