Casi nada en la vida pública o privada es, o debería ser, mensurable en términos electorales. Salvo en tiempo de elecciones. En esos días, es decir, en estos que estamos viviendo, todo parece teñirse del color de las estrategias políticas que despliegan los partidos para aferrarse o para acceder al poder. Y en ese camino, incluso asuntos un tanto inasibles como los “valores” y la “moral” son abordados y analizados por los políticos con el fin de sacarle ventajas a sus rivales.
Se trata de temas que no son del mayor interés de los votantes a los que preocupa fundamentalmente aquello que afecte sus bolsillos o amenace su seguridad.
Por ejemplo, y más precisamente, ¿cuánto rinde en términos electorales la “honestidad” que alienta el Frente Amplio y que le achaca en falta al oficialismo? ¿cuánto pesa en la gente la indecisión de la izquierda en asuntos tales como la crisis en Venezuela en el que la coalición de gobierno ha visto un flanco donde golpear a la oposición?
La polémica relación amistosa entre el Frente Amplio y la revolución bolivariana que echó a andar Hugo Chávez no es novedad. Durante las administraciones de la izquierda, el comandante venezolano anduvo repartiendo petrodólares por estas tierras y encandilando a buena parte del progresismo local.
La paulatina degradación del chavismo no pareció hacer mella en la admiración profesada por el FA, pero ese romance atraviesa su peor momento desde que el 29 de julio Nicolás Maduro se atribuyó el triunfo en unas elecciones de muy dudosa legitimidad.
Pese al fraude denunciado por la oposición venezolana y la represión desatada contra los manifestantes antichavistas, el Frente Amplio se vio envuelto en sus contradicciones internas. El secretariado Ejecutivo de la coalición se mostró cauteloso ante la sospecha de un fraude y solicitó al gobierno de Maduro la publicación de las actas que avalaran el resultado, en tanto que el candidato presidencial del FA, Yamandú Orsi, dijo que la demora en presentar esas pruebas lo convencieron de que los comicios no fueron democráticos y que “ya nadie cree en los resultados”.
Sin embargo, la izquierda más radical continúa congeniando con el chavismo-madurismo. Así, el Movimiento de Liberación Nacional (MLN) reconoció la victoria de Maduro y desde el Partido Comunista reprocharon a los frenteamplistas que se animaron a cuestionar ese triunfo. Rony Corbo, dirigente del PCU que participó como observador en Venezuela, afirmó que los frenteamplistas que cuestionaron lo sucedido en el país caribeño lo hicieron “con la calculadora electoral” en la mano para no pagar un precio político en los comicios del próximo 30 de octubre.
“La derecha salió como salió y determinados compañeros dijeron lo que dijeron siguiendo el guión de los medios televisivos”, dijo Corbo.
La “derecha” aludida por el dirigente comunista, es decir los integrantes de la coalición de gobierno, salieron como salieron: cuestionando con dureza el proceso y el resultado electoral venezolano y criticando a la izquierda local por su actitud poco firme ante lo acontecido en aquellas tierras.
Blancos, colorados, cabildantes e independientes reaccionaron con legítima preocupación por la suerte de los venezolanos, aunque también consideraron que se les abría una oportunidad para sacar ventajas políticas.
Pero, volviendo al principio, no es seguro que esos ataques del oficialismo hacia la izquierda, a la que achacan poco apego a valores como el “republicanismo”, calen en el electorado uruguayo.
Desde la coalición han señalado que “Venezuela no trae votos” pero “evidencia las falencias de Orsi en manejar un tema complejo”. “Es escandalosa la demora de Orsi en reconocer la victoria de la oposición venezolana. Creo que eso debería ser tenido en cuenta por los uruguayos cuando vayan a elegir presidente”, dijo a El Observador un alto dirigente colorado.
A su vez, el senador blanco Sebastián Da Silva dijo a El Observador que “todo lo que no sea difícil de explicar da réditos políticos”. “Lo de Venezuela es fácil de entender, no hay que ser un experto en geopolítica para darse cuenta del tremendo fraude”, agregó Da Silva.
En tanto, un operador nacionalista señaló que “Venezuela sirve para marcar límites y representa lo que se está dispuesto a tolerar y lo que no, es un mojón entre lo que está bien y lo que está mal, y tiene la ventaja de poder fijar posición con un sí o un no”.
Además, el líder de Cabildo Abierto, Guido Manini Ríos, ha dicho que en la coalición de gobierno hay grandes diferencias en temas como, por ejemplo, el de la seguridad pública, pero reconoció que hay “determinados valores en común”. “Por ejemplo, con lo que está ocurriendo en Venezuela no tenemos fisuras”, declaró a Telemundo 12.
Honestidad
En esto de los “valores” el Frente Amplio no se ha privado de poner el dedo en asuntos que no están emparentados con la eficacia en la gestión económica o la seguridad pública, las principales preocupaciones de los uruguayos según las encuestas.
Por ejemplo, aprovechando episodios como los ocurridos en Artigas con los actos de corrupción cometidos por el intendente nacionalista Pablo Caram y otros funcionarios de ese departamento, el Frente Amplio también apunta al rescate de “valores”, en este caso el de la honestidad, para fustigar a sus rivales.
"Hay un valor fundamental que tiene que ser la guía de nuestras acciones y es la honestidad. Hoy nos planteamos que gobierne la honestidad en todos los lugares donde nos movemos. El próximo gobierno tendrá que ser noticia a nivel mundial por su honestidad y no por los escándalos”, afirmó Orsi durante la pasada Convención de su fuerza política.
Un operador frenteamplista dijo a El Observador que “sería ridículo” que la izquierda se prive de hacer punta con temas como el de las irregularidades cometidas durante la gestión de Luis Lacalle Pou.
Así, gobierno y oposición buscan hacer caja electoral apuntando no solamente a los “modos de hacer” sino también a los “modos de ser”, tratando de ser distintos además de ser mejores.
En la capacidad para interesar a los votantes en cosas que no son demasiado atractivas para las mayorías, también se juega el resultado de una elección que, al fin y al cabo, tal vez se defina por un puñado de voluntades.