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El Observador | Rosendo Fraga (h)

Por  Rosendo Fraga (h)

Director de Análisis e Investigación en gormanlee.com
23 de septiembre 2025 - 13:21hs

El Global Innovation Index (GII) 2025, elaborado por la World Intellectual Property Organization (WIPO), acaba de publicar su esperada 18.ª edición. En ella se evalúa a 139 economías a partir de siete pilares que se dividen en inputs(que son recursos y condiciones que facilitan la innovación, como instituciones, capital humano e investigación, infraestructura, sofisticación de mercado y de negocios) y outputs( resultados efectivos en conocimiento, tecnología y producción creativa). Desde 2007, el GII se ha convertido en la referencia indiscutida para gobiernos, empresas e instituciones académicas que buscan seguir la evolución de la innovación a nivel mundial.

Antes de pasar a Uruguay, la conclusión general de la edición de 2025 es que existe una desaceleración global de la inversión en I+D (investigación y desarrollo) y capital de riesgo tras la pospandemia, al tiempo que destaca la diversificación del liderazgo innovador hacia economías de ingresos medios. La noticia más destacada, sin embargo, es que China logró por primera vez colarse en el Top 10 global y va consolidando su peso creciente en el mapa de la innovación.

En esta edición, Uruguay ocupó el puesto 68 y quedó entre Albania (67°) y Omán (69º). Ello representa una caída de seis puestos respecto a 2024, cuando ocupó la posición 62° (de hecho, el resultado publicado esta semana cortó una racha de ascensos que venía de 2020). Dentro de América Latina, se ubica en el cuarto lugar, detrás de Chile (51º), Brasil (52º) y México (58º), y por encima de Colombia (71º) y Costa Rica (72º). A nivel global, el podio continúa encabezado por Suiza, Suecia y Estados Unidos, mientras que en las últimas posiciones se encuentran Mali, Venezuela, Congo, Angola y Níger.

Todos los años, el Global Innovation Index traza un perfil de todos estos países. El de Uruguay muestra una combinación de entorno institucional fuerte y una matriz energética limpia, con algunas limitaciones en inversión y resultados empresariales.

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Entre sus fortalezas destacan la política para hacer negocios (con un impresionante 4º lugar mundial), la estabilidad operativa para empresas (16º), el uso de energía baja en carbono (12º) y la exportación de servicios intensivos en conocimiento, como los servicios TIC (16º) y los culturales y creativos (26º). También sobresalen la esperanza de vida escolar (17º), es decir el promedio de años de educación formal de una persona, y el desarrollo de servicios online de gobierno (28º).

En contraste, los puntos flojos se concentran en el financiamiento y la I+D privada: baja formación bruta de capital fijo (114º), escasa generación de patentes (108º), pocos graduados en ciencia e ingeniería (108º) y limitado acceso a capital de riesgo en etapas avanzadas (87º). A ello se suma un bajo nivel de I+D financiada por empresas (80º), poca proporción de talento investigador en el sector privado (77º) y una débil presencia en marcas globales y unicornios.

Si trazamos una curva desde 2011 (última vez que la WIPO modificó la fórmula para establecer sus puntajes), en los últimos quince años Uruguay muestra un recorrido con avances y retrocesos en materia de innovación. Su mejor puntaje se registró en 2013 (38,08), mientras que el más bajo fue el de este año (28,8). En cuanto a posiciones, alcanzó su mejor lugar global en 2024 (62º) y su peor en 2020 (69º). Dentro de América Latina, llegó a ubicarse como la tercera economía mejor clasificada en 2013 y 2016, y descendió hasta el sexto lugar en 2020. Estos contrastes muestran que, pese a mantener una base institucional estable, Uruguay parece encontrar algunas dificultades para consolidar de manera sostenida los resultados de su ecosistema innovador.

Uruguay cuenta con un ecosistema institucional fuerte (su gran ventaja en cualquier medición internacional de este tipo) y una infraestructura que le da ventajas comparativas dentro de la región. No obstante, los números muestran que el desafío hacia adelante radica en transformar esas condiciones favorables en resultados más concretos, a través de una mayor articulación entre universidades y empresas, el impulso de alternativas de financiamiento como el capital de riesgo, y el estímulo a la I+D corporativa, especialmente en el entramado de las pequeñas y medianas empresas. Hacia adelante, convertir los inputs en resultados concretos parece ser la clave para sostener el lugar de Uruguay entre los referentes regionales en materia de innovación.

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