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23 de septiembre 2025 - 5:00hs

Es probable que el nombre Alexis Ferrand pase desapercibido para la mayoría de lectores. No era un político —aunque lidiaba con ellos defendiendo su causa—, no ocupaba horas de los informativos de TV ni era un influencer. Pero ese nombre, tal vez desconocido, era el de una persona protagónica en la defensa de los derechos de los cerca de 16.000 ciudadanos legales que se estima hay en Uruguay.

"Ciudadanos legales". Ahora sí puede que a alguno el tema le resulte más noticiable. Fue clave en la polémica de los nuevos pasaportes y en la defensa de esos ciudadanos legales se le partió el corazón. Literal. Ferrand infartó —y horas después murió— mientras defendía en plena Cancillería sus ideas sobre los derechos de las personas nacidas en otros países (que no son hijos ni nietos de uruguayos) y que tras años de residencia consiguieron la ciudadanía uruguaya pero no la nacionalidad que les permitiría, entre otras cosas, viajar al exterior sin trabas legales.

Él no era de los ciudadanos más castigados a efectos del pasaporte, porque era natural uruguayo. Su esposa —hoy viuda— sí. A continuación el relato en primera persona de ella, la uruguaya nacida en Paquistán María Ahmad:

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Recuerdo la derrota en su rostro, la incredulidad en el mío y a nuestros dos hijos chicos, gateando en nuestro apartamento de Malvín.

Alexis Ferrand, economista especializado en desarrollo, reconocido mundialmente, uruguayo orgulloso nacido en el Reino Unido e hijo de madre uruguaya, había vuelto al país después de tres décadas de trabajar en África, Asia y Medio Oriente como funcionario del Departamento de Desarrollo Internacional de Reino Unido. Intentó el ingreso a un cargo técnico en el Poder Ejecutivo hace unos años. Y el diálogo, que redundó en su cara de derrota, fue algo así:

—Tu experiencia en cooperación internacional, tus habilidades diplomáticas y tu conocimiento son una combinación perfecta para las necesidades de relacionamiento internacional del Estado. Pero no sos lo suficientemente uruguayo.

—¿Qué quieren decir con que ‘no sos lo suficientemente uruguayo’? ¿Qué significa ‘ser lo suficientemente uruguayo’?

Rápidamente aprendimos que, a pesar de su ferviente deseo de servir a su país, de representarlo internacionalmente siguiendo los pasos de su ídolo, el contador Enrique Iglesias (por cierto nacido en el exterior), no había lugar aquí para él. Estábamos en su patria, en la que tuve que aprender español desde cero y construir un hogar a miles de kilómetros de mi familia mientras dependía de él para tener un ingreso, pues estoy “sobrecalificada”, como me decían cada vez que me postulaba a un cargo.

Como excelente funcionario e intelectual, le preocupaba que, incluso después de obtener la ciudadanía –y aparentemente según la propia Constitución–, yo no fuera a tener la nacionalidad uruguaya y, por lo tanto, tampoco tuviera el mismo derecho a la movilidad que el resto de los ciudadanos uruguayos. Su propio padre, nacido en Chile, tampoco era considerado uruguayo, incluso después de vivir cinco décadas en la patria que Alexis llevaba consigo a todas partes.

Casarse conmigo trajo el problema a casa. Habiendo trabajado en países con Estados frágiles, ambos sabíamos que en caso de emergencia, había muy pocos países seguros donde podríamos estar juntos como familia con nuestros dos bebés: yo necesitaba visa para ir a cualquier parte y él era un turista en todas partes.

Así, con mucha seriedad, comenzó a investigar cómo podría convertirme en una “uruguaya de verdad” después de tener la ciudadanía. Nuestra llegada y su búsqueda coincidieron con la llegada de muchos hermanos venezolanos al país, lo que también visibilizó el resto de la inmigración interregional que llegaba a Uruguay desde 2010 pero que había sido pasada por alto tanto por los medios como por la cultura dominante en el país.

A medida que el colectivo Somos Todos Uruguayos tomaba forma lentamente, sin que yo lo supiera, Alexis lloraba casi a diario escuchando las historias de los 16.000 ciudadanos legales a quienes se les negaba el derecho a la nacionalidad uruguaya. Desde un joven futbolista a quien no se le permitió jugar y representar a Uruguay internacionalmente hasta un alumno de sexto año que no podía llevar el pabellón nacional en la ceremonia de la jura de la bandera, los ciudadanos legales simplemente no eran lo suficientemente uruguayos para merecer el “título”.

Se veía y se escuchaba a sí mismo en cada historia. Mi caso se volvió uno entre muchos. Desde 2021, Alexis trabajó incansablemente con diferente partidos políticos, con organizaciones regionales e internacionales, a puertas cerradas y hasta altas horas de la noche, después de jornadas completas de trabajo para sostener a una familia en un país extremadamente caro sin dejar de estar presente para alentar a sus hijos en cada partido de fútbol y exhibición de gimnasia. Redactaba políticas, regulaciones, buenas prácticas y convocaba a expertos técnicos para ayudar a Uruguay a cumplir su promesa de no dejar a nadie atrás, ni en la teoría ni en la práctica.

En todos los proyectos en los que participó, desde su trabajo voluntario en la comisión de finanzas del barrio hasta el proceso de desminado de Angola, Uruguay siempre fue su norte: “María, si mis hijos tienen una infancia segura y feliz en Uruguay, los niños en todas partes merecen lo mismo”.

Una y otra vez le dijeron que lo que quería era demasiado difícil, demasiado riesgoso políticamente para cualquier partido o líder: que la población uruguaya jamás aprobaría la nacionalidad plena para los ciudadanos legales.

Su último acto, dos días antes de su repentina partida, fue una apasionada presentación en la Cancillería sobre el derecho de niños, niñas y adolescentes migrantes a una nacionalidad uruguaya plena. “Se me parte el corazón, María”, me dijo ese día antes de que lo llevaran a cirugía. “Estos últimos meses han sido muy, muy duros. Todo el odio y la rabia dirigidos contra nosotros en las redes y medios digitales, me impactaron. Pero capaz que hoy escucharon a mi niño interior. Creo que si me escucharon a mí hoy, mañana van a escuchar a los demás”. Horas más tarde los médicos nos confirmaban que un infarto le había partido el corazón en dos.

Un mes después aquí estoy, como viuda, inmigrante con dos hijos chicos, dudando si Uruguay alguna vez podrá ser mi hogar. Pienso en cómo, al regresar al país, Alexis creía haber dejado atrás las lacras del racismo, la discriminación y la exclusión, solo para descubrir que esos mismos males habían impregnado también su tierra natal.

Su dolor, su búsqueda, su camino es la historia de todo inmigrante, de todo retornado, de cada miembro de la diáspora, esté donde esté. La misma experiencia de cada niño que da sus primeros pasos en el mundo y se pregunta: ¿Pertenezco aquí? Si no, ¿a dónde y a quién? ¿Soy suficiente, tal cual soy, para pertenecer? ¿Para ser aceptado? ¿Para ser amado?

Me siento obligada a preguntar a todos los uruguayos nacidos aquí, orgullosos descendientes de los miles de familias que llegaron al Río de la Plata a lo largo de décadas, a este pueblo de gente “tranqui” en una tierra “suavemente ondulada”: ¿Qué significa ser uruguayo? ¿Qué se necesita para ser uruguayo? ¿Para ser lo suficientemente uruguayo? ¿Qué haría falta para que pudiéramos escuchar, honrar, aceptar y amar al niño interior de cada uno? ¿Qué haría falta para reconocer que el miedo a la exclusión y la necesidad de pertenecer, de tener un hogar, de ser aceptados tal como somos, de ser suficientes, son los mismos que tenemos todos?

Temas:

uruguayos discriminación pasaportes extranjeros Ciudadanos legales

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