Al cumplirse sesenta años de la declaración Nostra Aetate, Uruguay se sumó a las conmemoraciones mundiales de este documento que cambió para siempre la relación entre judíos y católicos. No fue solo un acto protocolar: fue un gesto de memoria, gratitud y compromiso con la convivencia.
El encuentro tuvo lugar en Montevideo y fue organizado por la Conferencia Episcopal del Uruguay, el Congreso Judío Latinoamericano y la Confraternidad Judeo-Cristiana. Estuvieron presentes autoridades religiosas, representantes diplomáticos y referentes de distintas comunidades, que coincidieron en que el mensaje de Nostra Aetate sigue marcando el camino del diálogo interreligioso hoy.
Promulgada el 28 de octubre de 1965 durante el Concilio Vaticano II, Nostra Aetate marcó un antes y un después. Con claridad inédita en la historia de la Iglesia, rechazó todo tipo de antisemitismo, reconoció las raíces judías del cristianismo y propuso una nueva forma de vincularse: desde el respeto, el encuentro y la construcción de un futuro compartido.
En el Vaticano, el Papa León XIV expresó que “el diálogo no es una estrategia, sino una forma de fraternidad”. Reafirmó el compromiso de la Iglesia con la amistad entre religiones y condenó nuevamente toda expresión de antisemitismo y odio religioso.
En Montevideo, la conmemoración se realizó en la Universidad Católica del Uruguay. Los organizadores recordaron que Nostra Aetate no fue solo un documento, sino una declaración y el inicio de una transformación profunda que hoy permite mirarnos a los ojos con respeto y confianza. En tiempos marcados por la polarización y los discursos de odio, insistieron en que el diálogo no es un lujo: es una urgencia ética para cuidar la paz.
Durante el acto, el Comité Central Israelita del Uruguay y el Congreso Judío Latinoamericano entregaron al presidente de la Conferencia Episcopal, Mons. Milton Tróccoli, y al Cardenal Daniel Sturla una copia de Kishreinu —“Nuestro vínculo”, en hebreo—, el documento elaborado por el Congreso Judío Mundial como respuesta judía a Nostra Aetate. Este documento es una hoja de ruta para seguir construyendo, juntos, el futuro de las relaciones judeo-católicas.
La historia demuestra que cuando el respeto y la convivencia se quiebran, es muy difícil volver a construir confianza. Por eso, que este aniversario se haya celebrado de forma conjunta es más que un gesto simbólico: es la prueba de que la convivencia entre religiones es real y que constituye un patrimonio social que debemos cuidar, fortalecer y transmitir. No es algo que debamos dar por sentado; es algo por lo que tenemos que trabajar cada día y que cada generación debe volver a elegir.