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24 de agosto 2024 - 5:00hs

Una de las tendencias más firmes en la economía mundial y en el cambio de costumbres tiene que ver con la popularización del viaje en avión. Mientras que en el siglo XX para un latinoamericano viajar a Europa era algo que con suerte se hacía una vez en la vida y era un símbolo de status, hoy es algo a lo que accede la clase media y que se hace eventualmente casi todos los años.

Particularmente luego de la pandemia, el interés por viajar ha aumentado y en la medida en que la clase media y alta son proporciones gradualmente crecientes de la población, la cantidad de vuelos se multiplica.

En términos relativos a los salarios de la clase media los pasajes de avión tienden a hacerse más baratos y la consecuencia es que lo que antes era un lujo ahora es casi parte de la vida cotidiana.

Por otra parte, el aumento del comercio electrónico lleva a que aumente el transporte de carga por avión, de manera que también hay un aumento de la aviación comercial.

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Todo un desafío para el clima. Los aviones son altamente generadores de calentamiento. Colocan el humo de sus motores directamente en las zonas altas de la atmósfera.

La aviación es un factor especialmente importante del cambio climático por varias razones. Por un lado porque como todo motor de combustión emite CO2, que permanece por mucho tiempo en la atmósfera. También los aviones emiten óxido nitroso, un gas que provoca mucho más calentamiento que el CO2. Pero además al emitir esos gases en la altura tienen un impacto mucho mayor que el gas que es emitido en la superficie de la Tierra.

Otro factor que incide es la estela de vapor de agua cristalizada que dejan los aviones a su paso que también retiene los rayos de luz que tras llegar a la Tierra vuelven al especio.

Aunque solo generan 3% del calentamiento -el metano de los rumiantes genera 6%- se consideran un factor muy importante y sobre todo en fuerte crecimiento. Y como todos y cada uno de los sectores de la economía, tienen por delante una agenda de trabajo para llegar a la neutralidad de emisiones en 2050.

Esa agenda de transformaciones, como en la mayoría de los sectores, viene con una fuerte demora. Las transformaciones planificadas no logran cumplirse.

En 2020 las aerolíneas se comprometieron a llegar a 2030 usando 10% de lo que en inglés se llaman Sustainable Aviation Fuel, combustibles sostenibles para la aviación. Por ahora estos combustibles no llegan al 1%, cuando de acuerdo a la progresión deberían estar entre 4% y 5% del total, pero ya generan una demanda muy fuerte. Porque de nuevo un bajo porcentaje de algo grande, sigue siendo grande.

Es decir, aún con lentitud van. Y empiezan a generar otros cambios, que derivan en este caso de las necesidades de combustibles no derivados del petróleo que sean capaces de levantar un avión y mantenerlo en vuelo durante miles de kilómetros. Para estos combustibles se usará el aceite usado de las cocinas, la grasa vacuna, y también aceites provenientes de cultivos.

Si el lector transita por el campo uruguayo en estos días, verá amplias zonas de un intenso amarillo. Y si lo hace el próximo verano tal vez también verá zonas de un intenso amarillo que le evocarán al gran Van Gogh. En invierno los cultivos para hacer aceite son cada vez más diversos y en verano el girasol se apresta a hacer un regreso.

Porque resulta que el combustible alternativo tiene entre otros componentes los aceites vegetales. De modo que la agricultura de invierno de Uruguay que hasta hace poco era solo cerealera -trigo, cebada, avena-. Ahora suma nuevos componentes, que hasta hace poco no se conocían: colza, carinata, camelina.

El mundo está ante un excedente inédito en soja y el cambio climático ha traído a un problema sanitario que antes solo era de zonas más tropicales a Uruguay. De modo que este año, el área de girasol puede empezar a tomar un volumen que no se daba desde el siglo pasado.

El cultivo enfrenta la competencia fuerte de las aves, en particular de una de las tantas especies exóticas plaga: las palomas. El gran temor de quienes evalúan sembrar el cultivo. Pero en cualquier caso la expansión de las oleaginosas no sojeras despunta como una de las tendencias fuertes de la agricultura uruguaya de los próximos años y muestra como la difícil batalla contra el calentamiento global genera oportunidades a las que vale la pena estar atento.

Cómo lograr una aviación sustentable es uno de los grandes desafíos por delante y mientras la aviación eléctrica solo funcione para aeronaves muy livianas, la agricultura uruguaya será uno de los factores que contribuyan a ese objetivo. Y esa diversificación en tiempos de soja alicaída será una herramienta clave para un país que al ser libre de deforestación, tiene un posicionamiento que muy pocos en el mundo de la exportación agrícola pueden lograr.

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