Roland Barthes, en su ensayo "La muerte del autor" (1967), argumentaba que el significado de un texto no reside en las intenciones del autor, sino en la interpretación de los mismos lectores. Este concepto, bastante revolucionario en su tiempo, puede ser trasladado hoy al ámbito de las interacciones digitales. ¿Qué sucede cuando las intenciones originales de las herramientas digitales se desvanecen ante el uso y abuso de sus usuarios?
Las interacciones digitales fueron creadas para facilitar la comunicación y la conexión. El "like" en una publicación de redes sociales, por ejemplo, surgió como una manera sencilla de mostrar aprobación o interés. Sin embargo, con el tiempo, estas interacciones se han transformado en algo más complejo y muchas veces, algo distorsionado.
Pienso en mi papá, que me manda un pulgar para arriba por WhatsApp. Para él, es una señal de afirmación. Para muchos de mi generación, los millennials, ese mismo gesto puede ser percibido como una respuesta desganada o incluso pasivo-agresiva. Aquí entra el concepto de polifonía, introducido por el crítico literario Mijaíl Bajtín, que se refiere a la multiplicidad de voces e interpretaciones dentro de un texto o, en este caso, una interacción digital.
Las redes y las plataformas de chat están llenas de estos malentendidos, todo el tiempo. Una simple reacción puede ser interpretada de mil maneras distintas, dependiendo del contexto y del bagaje cultural y generacional del receptor. Lo que fue creado como una herramienta de conexión, a menudo termina creando confusión y malinterpretaciones. O en otras palabras, mas ruido que señales.
Volvamos al caso del uso del "like". Originalmente, un "like" en una historia de Instagram, por ejemplo, era una forma de decir "me gusta" (aunque en ningún lugar lo explican formalmente). Pero, ¿cuántas veces lo usamos ahora solo para cumplir, sin realmente sentir el interés o la aprobación que implica? ¿Cuántas veces se convierte en una herramienta para medir nuestra propia popularidad o valía, en lugar de ser una interacción genuina?
Las interacciones digitales están repletas de estos niveles de interpretación que, en una sociedad cada vez más sensible, impaciente y ansiosa, provocan ruido. Vivimos en un tiempo donde la paciencia es escasa y la impaciencia es la norma, lo que agrava aún más esta situación.
¿Qué hacemos con esto? ¿Cómo navegamos un mundo donde las interacciones digitales pueden ser tan fácilmente malinterpretadas? ¿Podemos encontrar formas de ser más claros en nuestras comunicaciones digitales? ¿O estamos destinados a seguir atrapados en este ciclo de ruido?
La muerte del autor se convierte así en la muerte del meme, la muerte de la interacción digital tal como fue concebida originalmente. Cada "like", cada emoji, cada sticker, cada comentario, cobra vida propia en el momento en que lo enviamos, separado de nuestras intenciones originales y reinterpretado por cada receptor.
En un mundo donde cada gesto digital tiene múltiples significados, debemos ser conscientes de cómo nuestras acciones son percibidas. Necesitamos redescubrir la autenticidad en nuestras interacciones digitales, entender que cada "like" y cada emoji puede ser una polifonía de significados.
¿Estamos realmente conectados o solo lo aparentamos? ¿Podemos devolverle a nuestras interacciones digitales la intención original de conexión genuina? ¿O estamos destinados a navegar eternamente en un mar de malentendidos y significados fragmentados?
Yo creo que, en lugar de buscar respuestas definitivas, deberíamos aprender a convivir con la ambigüedad. Porque en esta era digital, donde la muerte del autor es también la muerte del meme, la interpretación es infinita y las preguntas son, quizás, más valiosas que las respuestas.