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12 de mayo 2025 - 14:22hs

La irrupción y cristalización creciente de cambios disruptivos que se caracterizan por ser exponenciales, ubicuos, profundos e impredecibles, cuestionan la noción tradicional que los cambios son más bien progresivos, predecibles y, hasta en cierta medida, manejables. La toma de conciencia que vivimos en un mundo y planeta disruptivos incomodan mantenernos en la zona de confort de los cambios incrementales, y más aún, interpelan nuestra capacidad de efectivamente entender y actuar a la luz de desafíos esencialmente disruptivos. La pertinencia y validez de las categorías de pensamiento y herramientas de análisis están en discusión.

Quizás el indicador más elocuente de cambios disruptivos a escala global yace en que sólo en las dos últimas décadas – básicamente entre el 2016 y el presente, tienen lugar la cuarta y quinta revolución industrial - conocidas por las siglas respectivas de 4RI y 5RI - cuyos desarrollos y efectos son indicios fuertes de cambios civilizatorios y de era en las vidas de las personas y de los colectivos (Opertti, 2024). Cabe acotar que el lapso transcurrido entre la primera – 1784 - y la tercera revolución industrial – 1969- fue cercano a los 200 años (Södergren, 2025).

Klaus Schwab, fundador y presidente del Foro Económico Mundial (WEF por sus siglas en inglés), acuñó el término de la Cuarta Revolución Industrial (4RI) en el 2016. Una nota singular de la 4IR es justamente su carácter disruptivo ya que impacta de manera transversal y profunda en nuestra identidad y quehaceres como humanos en los diversos órdenes de la vida individual y en sociedad (Schwab, 2016).

Asimismo, la Comisión Europea introdujo el término de Industria 5.0 en el informe “Industry 5.0: Towards more sustainable, resilient and human-centric industry” en el 2021. El informe argumenta en torno a repensar el rol de la economía y en especial de la industria sustentado en que la producción respete los límites del planeta y posicione el bienestar del trabajador en el centro del proceso productivo (European Commission, 2021). Alternativamente a la idea extendida que todo crecimiento y creación de puestos de trabajo vale per se, se plantea el desafío de potenciar e integrar las transiciones verdes y digitales de manera de cementar sociedades y economías más sostenibles, resilientes, inclusivas y justas.

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El común denominador de la cuarta y quinta revolución industrial yace en la penetración e impacto que tiene la tecnologización de la sociedad en la reconfiguración de la vida humana. Por un lado, la 4RI muestra que las tecnologías principalmente vinculadas a las máquinas de aprendizaje pueden sustituir a los humanos en la ejecución de tareas rutinarias con base en protocolos altamente estandarizados, y así liberar espacios y facilitar oportunidades para que las personas puedan desarrollar actividades de alta intensidad cognitiva – por ejemplo, vinculadas al ejercicio del pensamiento crítico y creativo, y a la capacidad de producir, diseminar y validar conocimientos -.

Por otro lado, la 5RI pone en el tapete que la inteligencia artificial, principalmente la generativa (IAG) que es capaz de producir textos, imágenes y videos, puede complementar y potenciar a la inteligencia humana en la realización de tareas con grados diversos de complejidad. Se empieza a hablar del desarrollo de una inteligencia híbrida, esto es, una “IA aumentada por los humanos e inteligencia humana aumentada” (Guerra Jáuregui, 2025). Ya no se trata solo de poner foco en potenciar la inteligencia cognitiva para realizar tareas que podrían ser eventualmente igualadas por la IA en el futuro (Foro Económico Mundial, 2025) sino esencialmente en preparar a las y los alumnos para que la IA sea un socio confiable, productivo y evolvente en mejorar la calidad de la educación, del pensamiento y de la vida.

Parecería ser que la progresión de la cuarta a la quinta revolución industrial yace en transitar desde una inteligencia artificial entendida como soporte de la inteligencia humana para la realización de tareas de baja intensidad cognitiva, a una inteligencia artificial que se transforma en socio de la inteligencia humana para que se desarrollen y apuntalen sus potenciales de excelencia respectivos. La calidad de las herramientas de la IAG va a estar dada por su capacidad de estimular el desarrollo de las competencias y conocimientos de orden superior en las personas vinculadas esencialmente al pensamiento individual y colectivo.

La prestigiosa revista interdisciplinar francesa Sciences Humaines, en su número de marzo del 2025, plantea de manera provocativa la interrogante sobre si la IA puede pensar por nosotros mismos. Se trata más bien de entender cuáles son algunas de las potencialidades, umbrales y límites posibles de la IAG. Veamos algunas de las puntas del análisis realizado por Fabien Trécourt, periodista de Sciences Humaines especializado en los temas de ciencias sociales y humanas (Trécourt, 2025).

En primer lugar, la consideración de la IAG como eventual socio de la inteligencia humana requiere entender sus potencialidades y limitaciones bajo el reconocimiento que la inteligencia artificial no puede imitar la singularidad de la inteligencia humana. Precisamente la singularidad humana yace en la conexión e integración entre la razón, las emociones, las intuiciones, el conocimiento y críticamente, la capacidad de problematizar y entender la complejidad y los matices de los temas atinentes a la supervivencia, al desarrollo y a los futuros de la especie humana.

El filósofo y matemático francés, Daniel Andler, arguye que “la frontera última entre el hombre y la máquina es la experiencia vivida” y que “la IA no tendrá jamás esa capacidad propia de los humanos de comprometerse y de asumir la responsabilidad de una decisión” (Andler, 2025). Adler argumenta que la IA nos puede ayudar a mejor analizar e identificar tendencias y patrones comunes a un conjunto numeroso de datos a través de la ejecución de cálculos, pero es la persona quien se compromete, toma la decisión y asume la responsabilidad de cómo usar los datos en aras de los objetivos y metas perseguidos.

En segundo lugar, resulta un lugar común aseverar que la creatividad es un resorte exclusivo de los humanos. Como se sabe la creatividad no es un asunto desprendido de lo que se ha creado con anterioridad. Nada se construye sobre la nada. Igual razonamiento se podría aplicar a la IA ya que su creatividad se sustenta sobre lo que ya existe. La diferencia entre ambas inteligencias parece residir, entre otros aspectos fundamentales, en que mientras las personas desarrollan su creatividad anclada en lo real – vivenciado, comprendido y comunicado -, la IA desarrolla respuestas plausibles basadas en la frecuencia de asociaciones estadísticas entre palabras y sin capacidad de comprender lo que produce. Lo que diferencia a los humanos son las emociones que no son simples reacciones químicas sino como asevera Adler, la expresión de nuestra relación al mundo mediado por el cuerpo. Mas aún se trata de entender la inteligencia humana a partir de las retroalimentaciones entre cerebro, mente, espíritu y cuerpo influenciadas por los múltiples ambientes que impactan en las personas, y en la inteligencia colectiva de las sociedades.

En tercer lugar, la IAG es capaz de transformar un texto en un video o un podcast animado por personas que no existen, y parecerse a una conversación entre humanos. Trécourt menciona un texto de su autoría sobre psicología evolucionista en un podcast creada por la IA que evalúa como fascinante. Un hombre y una mujer, que no existen, discuten el origen biológico de la cognición humana como si estuvieran animando una emisión de radio (Trécourt, 2025). Los talentos y las capacidades de creación humana se podrían verse multiplicados por las diversas formas en que dicha creatividad pueda expandirse con soporte en la IAG.

Asimismo, Marion Rousset, que es una periodista de Sciences Humaines especializada en los temas educativos, alude a que la IAG – en particular se refiere a ChatGPT – puede ejecutar sin demora ciertas tareas intelectuales si la pregunta es bien formulada. Esto implica poner el foco en la formación de las nuevas generaciones para poder formular preguntas profundas a la IA que les permite crecer en capacidad de comprender la complejidad intrínseca de los temas abordados, y disponer de marcos de referencia para poder actuar competentemente.

No obstante, lo cual, el uso desmedido por ejemplo de ChatGPT va en detrimento del desarrollo de las capacidades cognitivas de las personas y de pensar por sí mismas. Esto puede llevar a lo que el neuropsicólogo mexicano Umberto León Domínguez denomina como deterioro cognitivo, esto es, la tendencia a delegar la realización de ciertas tareas a los algoritmos (Rousset, 2025). Las y los alumnos se encontrarían satisfechos con lograr resultados rápidos que luces convincentes y verosímiles.

Tal cual arguye Agathé Cage, presidente de COMPASS LABEL - agencia de asesoramiento en estrategias sobre inteligencia artificial y tecnologías nuevas -, la máquina no podrá jamás ofrecernos el gusto por tomarnos tiempo para que las cosas decanten. Como señala el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, “no tenemos paciencia para una espera en la que algo pueda madurar lentamente” (Han, 2023). Resulta absolutamente necesario que las y los alumnos tengan tiempo para leer, aprender, razonar, producir y pensar por sí mismos (Rousset, 2025).

Asimismo, los estudios coordinados por la investigadora Laurence Devillers con su equipo en el Laboratorio de informática para la mecánica y las ciencias de la ingeniería (CNRE por sus siglas en francés) muestran que niñas y niñas de 9 a 11 años siguen más fácilmente los consejos de las máquinas que de los humanos. Si se trata solo de apretar un botón para obtener una respuesta, esto puede generar una relación de dependencia para con la máquina y constituir un factor desmovilizador de los aprendizajes. Mas aún, Devillers pone el acento en que es indispensable desarrollar el espíritu crítico de las y los alumnos para tener cierto control sobre los resultados propuestos por la tecnología (Rousset, 2025).

En cuarto lugar, importa resaltar la alta potencialidad que tiene la IAG en contribuir a personalizar los procesos de enseñanza, aprendizaje y evaluación, y de esa manera, contribuir a mejorar la calidad y equidad de los aprendizajes. Los herramentales de la IAG aportan insumos relevantes para mejor conocer las necesidades y los ritmos de aprendizaje de las y los alumnos, así como la constelación de contextos y circunstancias de vida que inciden en sus oportunidades, procesos y resultados de aprendizaje.

En síntesis, nos parece que el camino a seguir explorando radica en apuntalar el desarrollo de la IAG a partir de la potenciación de la inteligencia humana. Como asevera uno de los fundadores de la inteligencia artificial contemporánea, el científico Yann Le Cunn, la inteligencia artificial amplifica la inteligencia humana, así como la máquina amplifica la fuerza (mencionado por Trécourt, 2025). La inteligencia artificial no es solo soporte ni tampoco puede sustituir a la inteligencia humana, sino más bien es un socio agenciado por la diversidad de las capacidades de la inteligencia humana. Vivimos tiempos desafiantes y promisorios para la inteligencia humana en un mundo crecientemente permeado, pero no dominado, por las tecnologías.

Temas:

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