Que nos morimos sobre todo por enfermedades cardiovasculares es una realidad tan conocida como predominante desde hace años, acá y en el mundo. Según cifras de 2022, el 23,5% de las muertes fueron por este tipo de enfermedad, que en personas menores de 70 años es 2,3 veces mayor en el sexo masculino.
Hay muchas causas que derivan en muertes de este tipo (que van desde enfermedades cerebrovasculares, isquémicas, paro e insuficiencia cardiaca y enfermedades hipertensivas son las más frecuentes), pero los hábitos de vida, entre ellos los alimenticios, suelen ser un punto de partida consolidado.
Uno de esos hábitos, el consumo excesivo de sal, además de azúcar y grasas no beneficiosas para el organismo, atraviesa edades y niveles socioeconómicos. La Organización Mundial de la Salud aconseja que no se consuman más de 5 gramos de sodio (no solo de sal agregada) por día por persona adulta sana, es decir, que no tenga por ejemplo hipertensión u obesidad. Si es un niño eso baja a 3 gramos, y solo luego de determinadas edades en las que se aconseja que no se agregue sal de ningún tipo en sus comidas.
La Comisión Honoraria para la Salud Cardiovascular intenta concientizar a la población sobre la relación entre los hábitos alimenticios, los ingredientes que se eligen para comer y hasta la forma en que cocinamos -o no lo hacemos- y comemos, y estas enfermedades. La campaña se llama "Sumale corazón a tus comidas" y apunta a hacer énfasis en que muchos de los problemas vinculados a la salud cardiovascular pueden prevenirse con una correcta alimentación.
Una “correcta alimentación” supone un montón de cuestiones que seguramente hemos escuchado hasta el cansancio, pero que no terminamos de incorporar en nuestros hábitos, al menos en la mayoría de los casos si se considera que la prevalencia de obesidad en Uruguay también es alta. Afecta al 65% de los adultos y a casi el 40% de los niños y no para de crecer exponencialmente, según datos del Ministerio de Salud Pública. En lo que refiere a sobrepeso infantil, Uruguay tiene las cifras más altas del continente: tres de cada diez adolescentes de entre 13 y 15 años presentan sobrepeso y obesidad. Además, dos de cada tres uruguayos están en riesgo a causa de sobrepeso, obesidad o hipertensión.
Es difícil para los expertos medir con exactitud cuánta sal consume un uruguayo promedio por día, pero se calcula que por lo menos son 9 gramos, casi el doble de lo recomendado. La dificultad para medir este ingrediente proviene de que casi nunca lo pesamos cuando lo incorporamos en comidas hechas en casa, pero también de que hay exceso de sal en la mayoría de los alimentos ultraprocesados de los que abusamos.
Los hexágonos tan discutidos que ahora se multiplican en los envases de alimentos, demuestran que sobra sal, azúcar y grasas, pero casi nunca nos detenemos a hacer la suma. La sopa que comiste con poca sal tiene poca fuerza contra las galletitas dulces (que también llevan sal) o el pan, que lleva bastante sal, que suele ser una presencia repetida en la dieta promedio de los uruguayos.
Entre 5 y 9 gramos de sal parece que hay poco espacio, pero el trecho es tan grande que puede significar la diferencia entre vivir y morir, o entre vivir más tiempo o morir antes de tiempo, o entre vivir sano y vivir con enfermedades tales como hipertensión o desórdenes renales que complica seriamente la calidad de vida.
En 2014, el decreto 34.952 estableció que los saleros no pueden estar en las mesas de bares y restaurantes ni ser ofrecidos al consumidor salvo que lo pida. Hubo polémica y sorna con respecto a la decisión, pero en los hechos fue una primera demostración de que hay que tomar medidas concretas para intentar convencer a los uruguayos de que bajen su consumo de sal. Cuatro años después, la Intendencia de Montevideo obligó por decreto a todos los restaurantes y comercios que venden comida a tener en sus menús al menos un 10% de alimentos elaborados sin sal.
En Uruguay 3 de cada 10 personas de entre 25 y 64 años tienen hipertensión arterial, un número que viene en aumento. Esta enfermedad, que parece tan sencilla de resolver como tan solo tomar una pastillita, es un factor de riesgo importante para otros desórdenes cardiovasculares. Es usual que el médico que detectó la hipertensión y medicó para mantenerla a raya, descubra que el paciente no ha modificado su consumo de sal. Si bien la reducción de este ingrediente en la dieta del hipertenso seguramente no será suficiente para evitar la medicación, al menos logrará que no se deba incrementar la dosis o cambiar de remedio porque ya no logra el efecto deseado.
Pero deberíamos pensar cómo no llegar a la hipertensión y para eso una parte importante del trabajo se hace en casa y en la educación, enseñando con el ejemplo a los más chicos que ciertos alimentos no deben consumirse o, si se comen, deben ser la excepción y no la regla. La nutricionista Gabriela González Bula, referente técnico del Área de Alimentación y Nutrición de la Comisión para la Salud Cardiovascular, hizo un cálculo que da miedo: en dos horas de un cumpleaños infantil, entre paps chis, quesoritos y panchos se superan los 5 gramos de sal, ya por encima los tres recomendados en niños.
Todo esto de cambiar los hábitos que parece sencillo, no suele ser una prioridad para la gran mayoría de las familias. Algunas no tienen tiempo ni cabeza para pensar en la cantidad de sal, porque deben preocuparse por problemas acuciantes cómo si hay algo para alimentar a todos sus integrantes cada día. Otras tienen los medios pero no la disposición para cambiar sus hábitos.
La sal no es el enemigo, y si lo fuera tendría compañía multitudinaria. Pero es un ejemplo de cómo un hábito relativamente sencillo de cambiar, porque en la mayoría de los casos no se trata de eliminarla de la dieta sino de reducirla, no se cambia hasta que no hay más remedio. Necesitamos más conciencia, más educación, más y más, si queremos menos muertes y menos enfermedades que le cuestan, dinero y vida, a la sociedad uruguaya.