Los debates y los desarrollos educativos actuales están crecientemente permeados por la aspiración de personalizar la atención a las personas bajo el entendido que cada una de ellas requiere de un traje o vestido a medida de sus expectativas, motivaciones, necesidades y capacidades. No existe un consenso generalizado sobre las ventajas y desventajas de la personalización de la educación, y más bien se tiende a aceptarla o rechazarla desde visiones que podrían pecar de cierto grado de fundamentalismo y/o dogmatismo. Entre dichas visiones, cabe señalar aquellas que asocian la personalización a promover el individualismo y reflejan imaginarios de sociedad que privilegian el valor de la competencia; o bien aquellas que creen que la llave maestra de la personalización yace en las tecnologías digitales, y en particular, en los usos expandidos de los instrumentales de la inteligencia artificial generativas (IAG).
Podemos partir de la presunción que la personalización puede entenderse como una de las principales vías para que cada alumno pueda efectivamente aprender con apoyo de una propuesta adaptada a su perfil, y de un educador que orienta y facilita dicha adaptación. Más aun, se tiende a atribuirle a la personalización la capacidad de remover barreras a los aprendizajes, y de involucrar efectivamente a los alumnos con sus oportunidades, procesos y resultados de los aprendizajes.
Nos parece necesario hurgar en la noción de personalización y sus implicancias desde tres perspectivas interconectadas – la personalización como alternativa a la homogeneidad, indiferenciación y categorización; la personalización como apreciación de las personas en su singularidad; y la personalización como estrategia pedagógica que incentiva el protagonismo de la alumna y del alumno.
En primer lugar, la personalización puede verse como una respuesta posible frente a dos planteamientos de política pública de alta relevancia pasada y presente. Por un lado, lo que entendemos como irrelevancia, disfuncionalidad y regresividad de propuestas educativas asentadas en la noción de un perfil de alumno artificialmente homogéneo e indiferenciado que no repara en las diversidades y especificidades de los mismos así como no visualiza a las aulas como espacios colectivos de aprendizajes entre pares. Contrariamente a lo que podría suponerse históricamente, la homogeneidad e indiferenciación puede obstaculizar una efectiva igualación de oportunidades.
Por otro lado, la discriminación positiva de los alumnos y su atención diferencial puede englobarse en su caracterización como pertenecientes a un grupo o categoría. Basta por ejemplo, que el alumno asista a un centro educativo clasificado como desventajado o carenciado, para que sus necesidades educativas y de aprendizaje estén definidas a partir de una caracterización genérica sin contemplar necesariamente la individualidad. En tal sentido, el enfoque categorial de la educación inclusiva, basado en la identificación de alumnos con necesidades educativas especiales (NEE), es bien ilustrativo de la preponderancia de la necesidad de apoyo diagnosticada en cada alumno a partir de su categorización más que su consideración como persona (Opertti, 2023; Ainscow, 2024).
En segundo lugar, el punto de partida de la personalización de la educación estriba en reconocer la singularidad de cada persona, esto es, su apreciación como un todo indivisible y una realidad irreductible que no puede entenderse haciendo abstracción de sus contextos y circunstancias de vida así como de sus aspiraciones, necesidades y vivencias que les son propias. La personalización solo podría concebirse y efectivizarse a partir de la comprensión de la persona alumno que orienta y sustenta toda respuesta orientada a apuntalar sus expectativas, necesidades y procesos de aprendizaje.
Tomando como referencia el enfoque sobre la personalización desde una perspectiva filosófica, desarrollado por un referente histórico español en el campo pedagógico, García Hoz, los académicos españoles, Pérez Guerrero y Ahedo Ruiz, argumentan que la personalización educativa se sustancia en las interacciones trabadas entre las personas alumnos y educadores. Los procesos de enseñanzas y aprendizajes personalizados se desarrollan a partir de los encuentros personales entre alumnos y educadores.
Pérez Guerrero y Ahedo Ruiz aluden a tres notas fundamentales de la personalización educativa que son mencionadas por García Hoz. La primera de las notas refiere a lo que ya se ha señalado, como la apreciación de la singularidad de la persona alumno como un fin en sí mismo y una realidad propia de cada uno distinta a las de otros, o como un “quien distinto”. La segunda alude a fortalecer y resguardar la libertad de la persona y la autonomía de pensamiento en proponer y desarrollar su propio proyecto de vida como cimiento de los procesos de enseñanza y de aprendizaje. La tercera refiere a generar ambientes acogedores donde pueda desarrollarse el encuentro personal entre educadores y alumnos permeados por un estilo educativo singularizado y convivencial (referencia a Bernardo, Javaloyes y Calderero, 2011, mencionado por Pérez Guerrero y Ahedo Ruiz, 2019).
La personalización educativa parte pues del carácter insoslayable de las relaciones persona a persona en todo acto educativo. Pérez Guerrero y Ahedo Ruiz arguyen que “el carácter asimétrico y funcional, que es propio de la relación educativa, no es incompatible con el encuentro personal porque dicha relación es considerada en orden a la persona, es decir, no busca otro fin que la realidad personal del alumno a la que trata de ayudar a crecer y aflorar en el mundo”. La persona viene a ser el ADN de la personalización educativa que da sentido e integra la voluntad, los valores, las actitudes, las emociones, los conocimientos y las capacidades de cada persona inmerso en sus contextos y circunstancias de vida.
La personalización tiene por objetivo reconocer y apuntalar la especificidad de cada alumno y su potencial relativo de excelencia, en ambientes colectivos de aprendizaje marcados por las retroalimentaciones empáticas y sustantivas entre educadores y alumnos, y por las interacciones y aprendizajes entre pares. La personalización supone reconocer la diversidad de los alumnos en sus múltiples dimensiones que se expresa en que cada uno es diferente por la confluencia de un cúmulo de factores y situaciones, y, que es, asimismo, protagonista de sus procesos de aprendizaje. En modo alguno, implica aislar a los diferentes asimilados a alumnos con dificultades de aprendizaje mediante acciones individualizadas que los alejan de las interacciones con sus pares. Personalizar es, en efecto, una estrategia de entender el todo indivisible que somos cada uno de los seres humanos en lo individual y colectivo (Opertti, 2023).
En tercer lugar, la personalización educativa puede devenir en una estrategia pedagógica potente de apoyo a los aprendizajes de cada alumno persona. Se trata de un enfoque pedagógico sustentado en metodologías activas de enseñanza y de aprendizaje a través de las cuales el alumno es protagonista y responsable de sus aprendizajes porque los mismos pueden guardar conexión con sus aspiraciones y proyectos de vida. Los aprendizajes se anclan en los significados que tienen para las personas.
Asimismo, cabría preguntarse sobre el rol de la inteligencia artificial generativa (IAG) en estimular el rol activo del alumno. Tal como argumenta Hugo Labate, experto internacional en currículo, quizás habría que plantearse transitar desde una noción estrecha de personalización donde la autoridad está en manos de otros que el alumno, a customización - “customization” en inglés – que implicaría mayores grados de libertad y de control por el alumno en moldear sus experiencias de aprendizaje (Labate, 2024). En gran medida, una idea acotada de la personalización no tendría en cuenta la voluntad y la motivación del alumno de modificar lo que la IAG le plantea si todo es dado “en bandeja”, a partir de un menú a seguir basado en las preferencias y características que se identifican a partir de los propios datos de los usuarios, y con estrechos márgenes para que el mismo pueda elegir autónomamente.
No nos parece que se trate de una relación de impacto directo de la IA en las oportunidades y procesos de aprendizaje sino que en gran medida está mediada por lo que se entiende por personalización en el sentido de customización así por la robustez de las intervenciones curriculares, pedagógicas y docentes que la sostienen. En todo caso es cuestión de promover la libertad del alumno y su rol activo en la apropiación de los aprendizajes como sustento de la personalización educativa.
Resulta posible y plausible que la IAG fortalezca la personalización de la educación, de los aprendizajes y la evaluación, ya sea ayudando o bien por separado a educadores y alumnos, o bien en las interacciones que traban entre los mismos. Como señala Stuart Russel, profesor de Ciencias de la Computación en la Universidad de California (Berkeley, Estados Unidos), la IA tiene el enorme potencial de brindar una educación personalizada y de alta calidad en escala masiva que no es lograble por el ser humano sin apoyo (Russel, 2023). Huelga señalar que saber hacer uso de este potencial requiere tener claridad en los propósitos que persigue la educación y alinear la IA a los mismos de cada a fortalecer la personalización educativa.
Una noción acotada de la personalización, englobada en individualizar más que en personalizar la educación, en recibir más que en elegir, y aislando al alumno de ambientes colectivos, es un asunto controversial y de resultados dudosos (Labate, 2024; Livingstone, 2024; Williamson, 2024). Tal cual asevera Jeremy Knox, profesor asociado de Educación Digital en la Universidad de Oxford (Reino Unido), cabe preguntarse sobre si la personalización de la educación con soporte en la IAG logra directamente beneficios educativos.
En síntesis, la integración de tres perspectivas complementarias sobre la personalización educativa - como alternativa a la homogeneidad, indiferenciación y categorización, como potenciación de la persona y como estrategia pedagógica de activación del alumno -, ayudan a visibilizar y apreciar la diversidad de educadores y alumnos como fuente insoslayable de más y mejores enseñanzas y aprendizajes.