Parecería ser que estamos ante una nueva fase de la educación donde la discusión deja de estar principalmente enfocada en ajustar, flexibilizar, reformar o transformar los sistemas educativos. Se empieza a tomar conciencia que dichas diferenciaciones o contraposiciones no permiten ver con claridad y amplitud los calados de cambios que se requieren para asegurar que la formación de las nuevas generaciones conecte con futuros esperanzadores. Alternativamente a planteamientos de reformas versus transformaciones, la prioridad de las prioridades en educación estribaría en asumir que el modus civilizatorio actual nos lleva inexorablemente a un mundo inviable y a un planeta inhabitable ya sea por las relaciones entre los humanos, así como con la naturaleza y con la inteligencia artificial. Aun cuando es sumamente necesario y saludable, no es suficiente con escrudiñar en profundidad las mentalidades, culturas, políticas y prácticas de los sistemas educativos.
Necesitamos de nuevos marcos de referencia, categorías de pensamiento, ideas e instrumentos que pongan decididamente las miradas en el bienestar y desarrollo integral, justo y balanceado de las nuevas generaciones. Una de las vías fundamentales consiste en repensar los para qué, en qué y cómo de educar, aprender y evaluar a la luz de los imaginarios de sociedad perseguidos. Esencialmente esto implica poner el foco en el currículo como un instrumento político, institucional, pedagógico y docente que establece los propósitos, los contenidos y las estrategias de formación a la largo y ancho de toda la vida de las personas.
El currículo no se circunscribe a un nivel educativo - por ejemplo, primaria y secundaria – o inclusive a un ciclo de la vida – por ejemplo, niñez y adolescencia – sino tiene que ver con los diversos espacios, formas y contenidos de aprendizaje ya sean formales, no formales e informales, o bien públicos o privados o de la sociedad civil. El currículo se origina, se legitima y se sostiene en las intersecciones entre la política, la sociedad civil, la educación y la ciudadanía. Se trata de una construcción política de largo aliento asentada en la complementariedad entre los diálogos políticos y técnicos que involucran diversidad de actores e instituciones, y, asimismo, implica conectar ideas, conocimientos e información que hacen a una formación integral de las y los estudiantes como personas y ciudadanos.
Teniendo en cuenta el rol que la educación cumple ineluctablemente en cimentar un nuevo modus civilizatorio, el currículo imbuido de un sentido comunitario a la largo y ancho de toda la vida, puede ser una palanca fundamental para que la educación se fortaleza como derecho humano que hace posible la realización del conjunto de derechos políticos, sociales, económicos y culturales. Identificamos cinco atributos del currículo en la línea de reimaginar la educación en su globalidad y especificidad.
El primero de los atributos tiene que ver con forjar una educación comprometida con la sostenibilidad desde una perspectiva multidimensional. En efecto, es cuestión de entender la sostenibilidad en un continuo que comprende: (i) el apego a los derechos humanos y la democracia, promueve el pensamiento autónomo y ético, y hermana la libertad con la igualdad; (ii) transiciones justas y progresivas, en lo económico, social, tecnológico y ambiental, hacia nuevas formas de entender las relaciones entre los humanos, con la naturaleza y con los robots; (iii) transversalizar la educación verde (vinculada esencialmente al cambio climático y la biodiversidad) y azul (vinculada a la alfabetización en océanos y recursos hídricos) desde la educación de primera infancia; y (iv) aprender a vivir con los diferentes y las diferencias de identidades, credos y culturas.
El segundo de los atributos tendría que ver con estimular el desarrollo de las inteligencias híbridas, esto es potenciar los usos de las inteligencias humanas y de la Inteligencia Artificial Generativa (IAG) como socio colaborativos que potencian y desafían sus capacidades para crecer en volumen de respuestas sólidas y verdaderas frente a diversidad de temas. Los cerebros humanos y plásticos – de las máquinas de aprendizajes, pueden ser crecientemente similares en sus capacidades de aprender, así como de adaptación y transformación, pero ciertamente lo que singulariza a la inteligencia humana, en su diversidad, es la capacidad de movilizar emociones y las experiencias vividas. Las inteligencias humanas y artificial son socios confiables y evolventes en la medida que, manteniendo sus singularidades respectivas, colaboran en la creación y diseminación de ideas y conocimientos.
El tercero de los atributos implica avanzar hacia una educación de rompecabezas que busca afanosamente integrar piezas de conocimiento, genera sinergias entre los enfoques disciplinares, inter y transdisciplinares, y estimula diversidad de experiencias de aprendizaje, para hurgar y evidenciar realidades objetivables y verdades. Las y los educadores, y las y los estudiantes, son coagentes de currículos localizados bajo una perspectiva global abierta al mundo. Se fortalece la idea que los currículos son construcciones globales y locales estimulados por inteligencias híbridas que integran pluralidad de voces, lenguas, culturas y conocimientos, y enmarcados en forjar interdependencias simétricas y diálogos componedores entre comarca y mundo.
Un currículo que se libera de un relativismo exacerbado donde aparentemente todo vale igual, haciendo abstracción de la sociedad y de las relaciones de poder, y que, asimismo, permita formar a las nuevas generaciones en base a conocimientos firmes y validados. Esto no implica congelar el conocimiento sino entender que las verdades que orientan el sentido y los contenidos del currículo pueden cambiar, pero existen como tal.
Por otra parte, el currículo se asienta en que los conocimientos no se definen por ser duros – solo asociado a ciencia y matemáticas – o blandos – esencialmente las capacidades de las personas de pensar, innovar y de colaborar con otros, o más o menos “esenciales” o “accesorios”, sino por incluir diversidad de experiencias de aprendizaje que son complementarias en la formación de la persona y de ciudadanía.
El cuarto de los atributos es forjar una educación por ciclos de vida – infancia, niñez, adolescencia y juventud – que se abra a la integración de múltiples espacios de aprendizaje – formales y no formales, presenciales y en línea, con foco en ampliar y democratizar oportunidades, procesos y resultados de aprendizajes. Un currículo de espaldas amplias implica la remoción de múltiples barreras que impiden a las y los estudiantes progresar y completar sus aprendizajes, así como transitar desde una educación fragmentada en niveles – el caso paradigmático y conocido de la fragmentación entre educación primaria y media – hacia enfoques por ciclos de vida más receptivos a visualizarlos como personas.
El quinto de los atributos yace en estimular enseñanzas y aprendizajes personalizados que se reflejan en currículos vestidos o trajes a medida de las necesidades específicas de aprendizaje de cada estudiante. El currículo ambienta diversidad de oportunidades y experiencias para que las y los estudiantes puedan ser protagonistas de sus aprendizajes y se formen a partir de retroalimentaciones sustantivas y a tiempo con las y los educadores, y con la orientación y soporte de las herramientas de la inteligencia artificial generativa (IAG). La personalización no implica ni aislamiento del estudiante de sus pares, o una educación individualista, sino apuntalar su desarrollo en ambientes colectivos donde aprenden unos de otros.
En resumidas cuentas, estamos ante un cruce de caminos en educación que implicaría o bien enfocarnos en los alcances e implicancias de las propuestas reformistas y transformacionales, o bien hurgar en cómo se podrían resignificar categorías de pensamientos, ideas e instrumentos que nos permitan imaginar una educación de cara a cimentar un nuevo modus civilizatorio. En particular, repensar el currículo como una construcción política, institucional, pedagógica y docente, plural y conectada con imaginarios sociales, podría sustentarse en cinco atributos que se refuerzan mutuamente, a saber: un currículo sostenible, de inteligencias híbridas, de rompecabezas, por ciclos de vida y personalizado.