Las sembradoras avanzan en tiempo y forma.
Paraguay largó la siembra en setiembre, con el objetivo de cubrir 3,5 millones de hectáreas y superar los 10 millones de toneladas, una estimación menor a los 11,2 millones de toneladas que proyecta el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA).
Esa es la mitad del vaso lleno.
La otra parte es que las cotizaciones para la soja de la cosecha de 2025 se mantienen sobre los US$ 350 por tonelada, por lejos debajo de los parámetros de los últimos años.
Eso, para los brasileños con un real devaluado y precios estables en la moneda local no es un problema tan grave, pero para argentinos y uruguayos es un desafío importante: hay mucha oferta de soja en el mundo.
Estados Unidos está terminando de levantar una cosecha récord de 125 millones de toneladas y Brasil se está poniendo al día en la siembra con el objetivo de producir unos 165 millones de toneladas, que sería también un récord.
Argentina también crecerá y pondrá hasta 53 millones de toneladas en el mercado, de las que gran parte serán exportadas como harina y aceite.
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Con el foco en la soja celeste
La productividad será fundamental para alcanzar rendimientos de equilibrio que dejen márgenes económicos positivos en las chacras uruguayas.
Según el coordinador agrícola ganadero de Fucrea, Nazar Rodríguez, a estos valores esos rendimientos deberán estar 30% arriba de los promedios que son de 2.700 kilos por hectárea para los cultivos de primera y 2.100 kg/ha para los de segunda.
“Levantar los promedios no es fácil”, asume. “No hay que descuidar las fertilizaciones, la calidad de semilla... en estos momentos que partís con el mercado mostrando los dientes no deberíamos descuidar nada”, afirmó.
“Después, depende de renta o no renta, de maquinaria propia o no”, dijo Rodríguez, “pero para eso hay que estar en juego”.
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Área de primera estable, incertidumbre en la de segunda
Estar en juego es sembrar, en un año que tiene casi asegurada una muy buena zafra de cereales de invierno, con trigos y cebadas a punto de ser cosechados que están cerrando el ciclo en condiciones ideales.
Sin estimaciones oficiales de intención de siembra, ni proyecciones de la asociación de semilleristas Urupov –se conocerán en un par de semanas-, exportadores y agricultores coinciden en que es una incógnita que se irá despejando con la siembra de segunda, en diciembre.
El Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) dio a conocer una estimación que señalaba una disminución de 18% en el área hasta 1,1 millones de hectáreas, unas 240 mil hectáreas de soja menos que en el último año.
La presentación de ese dato, durante la jornada anual de la Mesa Tecnológica de Oleaginosos (MTO), causó sorpresa.
Varios actores relativizaron los resultados, basados en una encuesta a productores realizada en agosto, poco después de terminada una cosecha dificultosa y con costos acentuados por la necesidad de secado de grano.
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Siembra de soja, en una chacra próxima a Dolores.
Juan Samuelle
Las condiciones climáticas evolucionaron desde entonces y actualmente se espera que de bajar la superficie no lo haga en esa magnitud.
A la vez, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) proyecta para un Uruguay un aumento de 80 mil hectáreas respecto a su pronóstico del año pasado que fue de 1,22 millones de hectáreas. Se llegaría a 1,3 millones de hectáreas.
La cifra de Urupov basada en teledetección sobre la campaña 2023/24 registra 1,34 millones de hectáreas. Sobre esa base el INIA calcula que la producción de soja de la última zafra fue de 3,24 millones de toneladas con un rendimiento promedio de 2.400 kilos por hectárea. Esa productividad tuvo muchas variaciones entre zonas, con menores registros en el Este de país y mayores en el suroeste y el litoral.
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Lo que rinde la soja en dólares
De ese total, entre marzo y octubre Uruguay exportó 2,83 millones de toneladas. La facturación en 2024 es de US$ 1.218 millones –el triple que en todo 2023–, a un promedio de US$ 425 por tonelada, precio embarque.
“Es difícil estimar el área, un poco va a bajar por áreas marginales o áreas que lleguemos muy tarde y no se pueda sembrar en diciembre”, apuntó Rodríguez.
No sembrar soja de segunda en enero fue “una de las enseñanzas” del último año, indica el referente de Fucrea, ya que fueron estos cultivos los que más sufrieron daños por una cosecha que se hizo larga y dificultosa debido a las lluvias excesivas en otoño.
Por su parte, la empresa Cofco proyecta una producción de 2,8 millones de toneladas, unas 400 mil menos que en la última cosecha.
Los rendimientos estarían levemente por debajo del promedio de 2.400 kilos por hectárea aunque lejos de los pisos de rindes de un año con influencia climática de la Niña, una perspectiva que se va reduciendo a medida que se instala la primavera y se acerca el verano.
Si bien no arriesgan área, se puede estimar en unas 1,2 a 1,25 millones de hectáreas.
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Demanda firme por semillas
Desde el lado de la demanda de semilla las perspectivas son de mantener un área similar a la de la última campaña, con la incertidumbre puesta en las decisiones respecto a la siembra de segunda.
“El productor tenía tomada la decisión de sembrar soja”, afirmó Marcelo Ferreira, gerente de semillas en Barraca Erro.
“Podría haber alguna pequeña tendencia de cambio en la parte de segunda por el hecho de que el maíz tardío está un poco incierto a raíz del impacto de la chicharrita el año pasado, sobre todo en el Rio Negro al norte”, añadió.
En fechas ideales y con niveles de humedad corregidos, se empezaron a sembrar los grupos más largos y en noviembre se abren más alternativas en cuanto a grupo de madurez.
Ferreira destaca que “el productor ha tenido una conducta a través de los años, usando una herramienta de costo cero de fecha de siembra de acuerdo al grupo de madurez”.
Dentro de la paleta de variedades de semillas disponibles destacó la demanda fuerte asociada a nuevas tecnologías para control de malezas, aunque la elección mayoritaria se inclina por semillas de mayor rinde.
La presión económica sobre una cosecha a precios que hoy son 20% o 25% inferiores a los de hace un año es manifiesta.
Los costos de siembra son similares a los del año pasado, entre US$ 630 y US$ 660 por hectárea para cultivos de primera y US$ 580 para los de segunda.
La premisa es lograr el menor costo por tonelada producida, “son años en los cuales es el detalle lo que hace la diferencia”, anota el gerente de semillas de Barraca Erro.
Lo que implica “reducir los márgenes de error, ser muy eficiente a la hora de llevar adelante el cultivo, bien fertilizado, sembrar en fecha, elegir las variedades que tienen información a nivel nacional, eventos biotecnológicos para potenciar ese rendimiento de acuerdo a los pronósticos, lograr humedad en periodos de lluvias muy ajustados”.
“El área va a estar”, sostiene el responsable de Originación de Cargill, Joaquín Basso, “no vemos grandes cambios, quizá haya algo menos de área pero se compensa ganando el área que deje el maíz”.
“Hay que partir de una base de 2.400 kilos por hectárea como promedio para soja de primera y segunda para hacer números”.
“El sector”, afirmó, “tiene una oportunidad de cerrar con un negocio bastante sólido, con foco especial en los cultivos de invierno que vienen muy bien y los precios se han sostenido”.
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Se aproxima una nueva cosecha de cereales de invierno, trigo y cebada.
Juan Samuelle
Desafío: articular la logística
Cierto descalce entre cosechas podría ser una cuestión logística a resolver. Queda entre el 8% y el 10% de la soja de la última cosecha, unas 300 mil toneladas sin fijar precio, y con productores dispuestos a esperar que mejore.
Según el MGAP las existencias de soja a octubre son las más altas desde 2018.
El espacio de almacenamiento que ocupan esos granos se necesita para dar fluidez a una cosecha de invierno, que va a ser voluminosa.
En Fucrea anticipan volúmenes “muy prometedores” de cebada y trigo. Y también hay mucho grano de invierno por vender, porque se colocaron pocos kilos cuando los precios estuvieron entre US$ 260 y US$ 270 por tonelada.
“Para que este año cierre bueno tenemos que tener buenas combinaciones de invierno y verano, hace cinco o seis años que tenemos buenos inviernos”, sostiene Nazar Rodríguez, “se va arrancando lindo, hay muy buena capacidad de siembra, maquinaria, todo eso es una fortaleza si el clima lo permite”.
Mientras en Argentina y Brasil el área de soja sigue creciendo con mayores productividades que en Uruguay, aquí la superficie se mantiene, pero con precios que le dan a la zafra un mayor riesgo al de años anteriores.
Las lluvias de esta semana dan tranquilidad, pero todavía falta mucho para que eso pueda considerarse como mucho más que un buen augurio.