La publicación recibió reacciones críticas de usuarios y comentaristas. “Es inadmisible, macabro y manipulador. ¿Hasta qué punto hay que estar deshumanizando para pensar que era una buena idea?”, escribió una usuaria. Otra señaló: “Hay supervivientes de esta matanza a los que podrías entrevistar y obtener sus verdaderas palabras y opiniones en lugar de una pura invención”, cuestionando el método periodístico y la sustitución de testimonios reales por simulaciones.
Voces conservadoras también intervinieron: en Fox News, el periodista Guy Benson dijo “es simplemente repugnante”, y Kirsten Fleming, del New York Post, criticó la “síntesis bastante extraña” de Acosta frente a la desinformación. En defensa, Manuel Oliver, padre de Joaquín, sostuvo: “Si tu problema es la IA, entonces no es el problema adecuado” y recordó: “El verdadero problema es que mi hijo fue asesinado hace ocho años”, recentrando el foco en la violencia armada y no en la herramienta.
Más allá del caso Acosta, la “resurrección digital” gana visibilidad y polariza. The Guardian reseñó un show de Rod Stewart con imágenes de Ozzy Osbourne y otras figuras fallecidas, con público dividido entre homenaje y uso irrespetuoso.
También narró la animación de la madre de Alexis Ohanian, el CEO de Reddit, quien no tiene videos de su madre fallecida y subió una foto de él abrazado a su madre a la IA, que fue animada. "No estaba preparado para sentirme así. No teníamos cámara, así que no hay video de mi mamá y yo. Subí una de mis fotos favoritas de nosotros a Midjourney como "fotograma de inicio para un video de IA" y ¡guau!... Así me abrazó. La he vuelto a ver 50 veces", tuiteó.
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Pero, lejos de los usos positivos y negativos que hay para las personas, crecen preguntas sobre explotación del duelo, privacidad, derechos sobre restos digitales y dependencia emocional. Todo indica que, para vos y para cualquier usuario de estas apps, será un tema cada vez más conversado, con impactos en cultura, medios, salud mental y regulación.
¿Qué dice la ciencia?
El estudio académico, llamado Investigación sobre Inteligencia Artificial que ‘resucita’ a los muertos, atención humanística y gestión ética de riesgos, recientemente publicado plantea que “‘resucitar’ a los muertos con inteligencia artificial no solo es un avance tecnológico, sino también un desafío profundo a las emociones y la ética humanas”, y que la llamada “inmortalidad digital” amplía nuestra comprensión de la vida pero “desafía la frontera entre vida y muerte, la dignidad humana y el orden emocional”
Señala que, apoyada hasta de interfaces cerebro-computadora, la tecnología puede reproducir rasgos, huellas de voz e incluso patrones de pensamiento del fallecido, ofreciendo confort emocional y un canal de memoria, a la vez que introduce "riesgos significativos" que requieren nuevas leyes.
Desde el ángulo técnico, la investigación describe una transición desde animaciones simples (GIF, foto dinámica, síntesis de voz) hacia interacciones multimodales más complejas, donde datos del difunto y modelos de IA se combinan para construir un sistema de “resurrección” orientado a reproducir imagen y características de la persona. El enfoque es data-driven y se articula alrededor del concepto de “inmortalidad digital”, con la contracara de difuminar los límites entre humano y “humano digital” si no existen barreras de uso y etiquetado claros . Este “realismo suficiente” aumenta la autoridad percibida de la simulación y, por ende, la posibilidad de dependencia emocional, sesgos de recuerdo y desplazamiento de rituales de despedida.
Para ordenar ese escenario, el paper propone un marco de relación humano–máquina con tres capas: humana, interactiva y máquina.
El estudio detalla que el mecanismo técnico de “resucitar” a los muertos transfiere a la máquina funciones humanas como cuerpo, percepción, pensamiento y decisión moral, lo que permite simular conductas y copiar imágenes y pensamientos hasta cierto punto. Para equilibrar esa potencia, la capa de cuidado humanista debe guiar el diseño y uso con atención explícita a emoción, valores y dignidad, mientras la gobernanza de riesgos éticos introduce la dimensión de responsabilidad para alinear avances tecnológicos con bienestar humano y orden social.
¿Qué riesgos hay?
El estudio advierte que el uso de tecnologías para recrear personas fallecidas abre varios frentes de riesgo. Entre ellos, la privacidad (qué pasa con los datos, quién los hereda y cómo se gestionan los llamados “restos digitales”), la dignidad (cuando se generan versiones “embellecidas” que no muestran aspectos reales de la persona) y las emociones (porque pueden fomentar una dependencia o prolongar el duelo).
También está el tema de los derechos (como la personalidad, la imagen y el consentimiento después de la muerte) y la ética social (donde se corre el riesgo de confundir lo humano con lo digital).
El informe señala que la promesa de una especie de “inmortalidad” digital y la fascinación por la técnica tienden a borrar límites. Y plantea una idea central: hay que poner freno a hasta dónde se aplica la tecnología y dónde empieza la frontera entre humanos y máquinas, para evitar daños y engaños.
Qué dice la normativa en Uruguay
En Uruguay no existe todavía una regulación específica sobre el uso de avatares o chatbots que recreen a personas fallecidas. Por eso, el tema debe analizarse a partir de normas generales ya vigentes, principalmente en materia de protección de datos personales, derecho a la imagen y derecho de autor.
"No hay nada de regulación de inteligencia artificial en Uruguay", indicó el abogado Pablo Schiavi.
Como señaló el abogado Martín Pecoy, especializado en temas vinculados a derecho informático, “los límites en esos casos los pone la ley de protección de datos personales, por lo que los herederos podrían ejercer los derechos que se establece en la Ley 18.331, así como también podrían promover la acción judicial de hábeas data”. En este marco, los familiares tendrían la posibilidad de reclamar el control o la eliminación de los datos digitales del difunto cuando fueran usados para alimentar una inteligencia artificial que lo imite.
El abogado Camilo Silvera coincide en que “no hay una regulación específica de eso”, pero advierte que, si se generara un conflicto, podrían aplicarse las normas existentes de manera indirecta. Según su visión, serían los sucesores quienes estarían en condiciones de reclamar en sede judicial si consideraran que hubo un uso indebido de datos o imágenes. Este vacío normativo implica que, por ahora, las controversias deben resolverse caso a caso, sin un marco diseñado específicamente para la resurrección digital.
Martín Pesce, también especializado en temáticas vinculadas a derecho informático, afirma que la legislación actual permite abordar legalmente la creación de avatares de personas fallecidas, aunque no exista regulación específica sobre este fenómeno. Señala que “la ley de derechos de autor que data de 1937 pero en lo sustancial sigue vigente con algunas modificaciones”, y establece que, aún después de la muerte, “la identidad de una persona —su imagen, su nombre y también su voz— sigue protegida”.
Pesce indica que el artículo 21 de esa ley exige consentimiento expreso de los familiares directos para usos comerciales: “Para poner un retrato ‘en el comercio’ hay que contar con el consentimiento expreso del cónyuge, los hijos o los progenitores”. Aclara que “cuando creamos un avatar con IA que replica la cara, la voz y hasta las expresiones de alguien, en realidad estamos utilizando y comercializando esa imagen”, por lo tanto, “necesitamos esa misma autorización”. Añade que “la regla es la del consentimiento de los hijos, cónyuge”, aunque advierte que “al no existir regulación específica, hay que analizar caso a caso, si se trata de una figura pública, de un uso con o sin lucro, entre otros factores”. Solo se exceptúa si el uso tiene “un fin científico, didáctico o cultural, o si está ligado a un acontecimiento de interés público”.
La abogada Agustina Pérez Comenale, “el derecho de imagen en realidad es intransmisible”, lo que significa que no se hereda de la misma manera que un derecho patrimonial.