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4 de enero 2025 - 5:00hs

Un pedazo de baldosa se expone en una pared del Espacio de Arte Contemporáneo (EAC). Un trozo de la ciudad tallado hasta que emerge el Palacio Salvo en una superficie que era gris y se transformó en plata. Un pedazo de baldosa de una vereda montevideana. Quizás la pieza más despojada de la exposición. El recurso de la nada. De la falta. De la carencia. O quizás de todo: la posibilidad de hacer que el arte crezca entre las grietas de una ciudad que lo ve pintar en los límites.

Una pequeña pantalla muestra un escrito de Víctor Hugo Andrade. Héroe, un texto autobiográfico que, de alguna manera, es un espejo de una muestra que podría ser toda una autobiografía. Víctor escribe: Se refugia en una cantidad penosa de chapas y maderas envueltas en nylon para cubrir y resguardar su piel del hielo del crudo invierno. Barre su comedor de la calle 25 de Mayo. Fastidia a los transeúntes con un extraño humor infantil en un cuerpo de 34 años mientras mira para arriba, techo en el que nada existe pero sabe que la gente es paranoica y se burla inocentemente. Se divierte con tan poco.

20241223 Exposición de Víctor Andrade en el EAC.

Víctor Andrade nació en 1978, un día que no recuerda con exactitud, en el barrio Malvín. Creció en lo que entonces era el Consejo del Niño y hoy es el Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay. Vivió en la calle durante unos 15 años, durmió a la intemperie y la Ciudad Vieja fue el barrio que se convirtió en el escenario de su vida, pero también de las ficciones que fue creando a su alrededor.

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Le gustan las series del Hombre Lobo, Las Tortugas Ninja y el Auto Fantástico. Escucha a Freddie Mercury y a Tina Turner. Pinta en el suelo. Cada tanto puede transformarse en Mangerman, el superhéroe, o en alguno de Los Andrades, un grupo de músicos de jazz o rock and roll. Recorre el barrio cargando su obra sobre los hombros o equilibrándola sobre la cabeza.

“Pintor, bailarín de break dance y boxeador”, Víctor Hugo Andrade descubrió su vínculo con el arte desde su infancia. Cuando intercambiaba retratos de sus amigos por meriendas y, según cuenta en su autobiografía, a veces los hacía tan diferentes que terminaba en la dirección. Desde entonces, se convirtió a sí mismo en un artista autodidacta.

Los trazos de su caligrafía siguen apareciendo en la pantalla: Su piel ya no puede ser más oscura, ni aunque intente que las chispas que se vuelan con el revoltoso viento se conviertan en carbón y le tiñan la cara. El mismo carbón que usa de tinta con el que se da maña para realizar las más espontáneas y únicas y talentosas obras de arte que jamás había visto, apoyadas en la calle de la Ciudad Vieja.

Sin capa pero con vuelo

“Realmente Mangernan no existe, porque Mangerman es el coraje y el alma mía. Un hombre sin capa, pero con vuelo” “Realmente Mangernan no existe, porque Mangerman es el coraje y el alma mía. Un hombre sin capa, pero con vuelo”

Lourdes Silva inició una investigación curatorial con el desafío de relevar la obra de Víctor Andrade, repartida por muchos sitios de la ciudad e incluso fuera del país. “La obra estaba bastante dispersa, así que hubo que construir una especie de cartografía de dónde estaba cada una de esas piezas, y empezar a visionar muchísimo material”, explica a El Observador mientras recorre la exposición.

Un relevamiento y una revisión de la obra de Andrade desde una lógica histórica y académica que llegó a reunir alrededor de 300 piezas del artista. “Lo interesante de este proyecto de investigación es que son piezas que comienzan a integrar un catálogo razonado parcial de la obra de Víctor, lo cual es algo sumamente importante para la producción artística y la iconografía nacional”, considera.

De aquellas 300 piezas, la curadora seleccionó 76 que ahora se exponen en la EAC. Mayoritariamente son pinturas pero también hay ensamblajes, piezas realizadas en cerámicos, en azulejos o en objetos de mobiliario cotidiano, como el respaldo de una cama que fue del artista, puertas, ventanas y recortes de lo que para otros pueden haber sido deshechos.

20241223 Exposición de Víctor Andrade en el EAC.

En los últimos años algunas de sus pinturas fueron integradas a la pinacoteca del Cabildo de Montevideo y al archivo del Museo Figari. Este año el Instituto Nacional de Música le comisionó obras sobre Lágrima Ríos para los Premios Nacionales de Música, y del Instituto Nacional de Artes Visuales surgió la iniciativa de esta muestra retrospectiva de su trayectoria que abarca piezas desde 2001 hasta 2024. Un proceso que movió no solo a instituciones públicas, sino a privados, desde el grupo de Amigos de Víctor hasta las personas que cedieron obras de su colección.

“Hay algo que me comentaba una de las personas que cedió obra para esta exposición. De alguna manera, Víctor, entre otras cosas, pinta para encontrarse con él y también para practicar una familia. Ahí aparecen Los Andrades, que son como estos alter-egos; aparece Mangerman, que es este superhéroe. También es un artista muy potente en el sentido de generación de ficciones sobre él mismo para poder producir obra”.

20241223 Exposición de Víctor Andrade en el EAC.

Víctor es un artista perteneciente a la comunidad afrodescendiente, que es una comunidad que históricamente ha sido bastante invisibilizada en las narrativas y en las poéticas visuales de nuestro país. De alguna manera, también era una forma de poner en posición de valor y de significancia su obra. Es una obra que tiene un sistema de producción bastante liminal –a mí me gusta utilizar esa palabra, lo liminal, y no tanto lo marginal– porque es un sistema de producción que está de alguna manera muy marcado por las materialidades a las cuales se accede. Hay muchas pinturas de las que vemos aquí que están producidas con la tinta que obtiene de romper una pila, y con eso se genera ese negro tan fulgurante, o trabajar con acrílicos o con óleos que son de baja calidad. Hay como una estética de lo low-tech, si se quiere, como una poética también”, dice Silva.

Andrade trabaja con la visualidad de los años 90. Desde Las Tortugas Ninja a Michael Jackson, pasando por Frida Kahlo y Freddie Mercury. Pero también hay un aspecto relacionado a la iconografía religiosa en su obra, resignificaciones de la Virgen con Niño, La Última Cena o una estampita de San Jorge. Personajes y colores de la ciudad se mezclan en narrativas internacionales y lógicas de la novela visual con el autorretrato.

“Considero su obra como una obra pictórica muy asociada a una reflexión sobre el paisaje y sobre el territorio. Es una obra brutalista, es una obra pop, es una obra que tiene momentos de expresionismo abstracto absolutos. Es una obra muy genuina y también vertiginosa; su trazo es muy vertiginoso, su tensión sobre la pieza es de mucha velocidad, no es una pintura de largo aliento, sino que tiene algo compulsivo en esa pintura”, sostiene la curadora.

Exposición: Sin capa pero con vuelo. Visiones erráticas por la obra de Víctor Hugo Andrade
Cuándo: De miércoles a sábados entre las 13:00 y las 19:00 o los domingos de 11:00 a 17:00. Hasta el 9 de marzo.
Dónde: Espacio de Arte Contemporáneo (EAC), Arenal Grande 1930.

Montevideo, al estilo Andrade

Mientras carga con el peso de las imágenes que produce, Andrade baila. Es experto en la caminata lunar, se desliza por el barrio que parece ser su matria: la Ciudad Vieja, como si las calles estuvieran enjabonadas. Porta el ritmo en su cuerpo, también el sacrificio y una especie de intemperie sin afuera: la calle, la nocturnidad y sus quimeras han sido su pista de break dance, su casa, su vasto tablón virtual donde empezó a dibujar, como mareado, orillando un nuevo orden de los elementos en el espacio Mientras carga con el peso de las imágenes que produce, Andrade baila. Es experto en la caminata lunar, se desliza por el barrio que parece ser su matria: la Ciudad Vieja, como si las calles estuvieran enjabonadas. Porta el ritmo en su cuerpo, también el sacrificio y una especie de intemperie sin afuera: la calle, la nocturnidad y sus quimeras han sido su pista de break dance, su casa, su vasto tablón virtual donde empezó a dibujar, como mareado, orillando un nuevo orden de los elementos en el espacio

Victor Andrade es un pintor de la ciudad. De una ciudad viva, latente y nocturna. Una Montevideo que circunscribe a la Ciudad Vieja, pero no es solo ella. La deconstruye y la vuelve a armar, juega con las dinámicas y los ritmos de su entorno, crea un paisaje completamente nuevo donde el Palacio Salvo se mezcla con la Torre de Antel al ritmo de una comparsa o un séquito de poetas. Donde el cielo se confunde con el río y un zeppelín con una ballena.

La obra de Andrade se produce a partir de desechos y ese es un mensaje claro de la ciudad en la que vive. ”Lo que la ciudadanía de alguna manera descarta, él reutiliza. Hay una dimensión un poco de reutilización y de compostaje. A mí me gusta mucho esta idea de que él composta esos residuos de la ciudad. Y en ese sentido me parece muy mítico su trabajo también”, valora la curadora.

En su pintura, Andrade resignifica los elementos icónicos de la ciudad. Juega con sus emblemas, su monumentalidad y crea postales oníricas de una ciudad imaginada que quizás está allí pero no llegamos a apreciar. La pintura para el artista es la forma más directa de habitar el mundo.

20241223 Exposición de Víctor Andrade en el EAC.

“Es una ciudad habitada de swing la ciudad de Víctor. Hay tambores permanentemente, hay músicos de jazz o bailarines de break dance. Es una ciudad muy coreográfica la de Víctor. Creo que ahí hay más un ejercicio especulativo de él, de ficción, que lo que efectivamente la ciudad es. Es una ciudad, aparentemente, que es una pista de baile. Entonces, ahí me parece que hay un esfuerzo interesante para pensar su obra, que es lo que él propone también”, analiza Silva, y señala además que la ciudad que el artista presenta es una vinculada a los orígenes de Montevideo. ”Una ciudad que se organiza como ciudad-puerto, que el puerto se organiza para defenderse de las grandes embestidas de los temporales y aparece todo eso también: aparece el puerto, aparecen los barcos, aparecen los contenedores, aparece la circulación comercial de esta ciudad”.

Andrade es además un artista con un permanente sentido del humor. “Es algo que no es tan usual en nuestro país y menos en el campo pictórico", señala Silva.

Víctor Andrade pinta y vende su obra en Ciudad Vieja. Mano a mano. Las vende con la misma vertiginosidad con la que las pinta. “Él es un medio para pintar y es un medio para divulgar su obra. Entonces, en ese sentido también es muy significativo el trabajo que él hace, su obra es también lo que le permite sobrevivir", indica la curadora.

20241223 Exposición de Víctor Andrade en el EAC.

Las obras de Víctor Andrade tienen un reverso. Escritura, dibujos, bocetos. Obras detrás de obras que se exponen al mismo tiempo en el espacio. Pero también un dorso simbólico: el reverso de la ciudad que él le está presentando a quien las quiere mirar.

Me reconozco como un artista, pero para mí, adentro. La voz de Víctor Hugo Andrade se escucha a través de unos auriculares en la sala en una entrevista con el poeta Martín Barea Mattos: Pinto porque es un don mío. Es lo que me aclara la mente, es lo que me hace luchar contra la envidia, lo que le da más fuerza a mi alma.

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