La soja es una de las grandes protagonistas de la economía global y, en tiempos de guerra comercial, se convierte en arma y escudo. En lo que va de 2025, China (el mayor comprador mundial del grano oleaginoso) dejó de comprar soja estadounidense. En cambio, comenzó a adquirir volúmenes récord de soja argentina, impulsada en la última semana por la inesperada baja de impuestos aplicada por el gobierno de Javier Milei.
La disputa comercial entre las dos principales potencias del mundo generó un reordenamiento en la cadena global de suministro agrícola, y Argentina aparece como uno de los principales beneficiarios. Al menos por ahora.
Soja, Estados Unidos y China
El año pasado, las ventas de soja de Estados Unidos a China totalizaron 12.600 millones de dólares, lo que convirtió a ese país en el principal destino de la oleaginosa norteamericana. En 2025, esa cifra cayó a cero. Desde mayo, el gigante asiático suspendió por completo la compra de soja a EEUU, en respuesta a los nuevos aranceles que impuso la administración del presidente Donald Trump sobre productos chinos. Como represalia, Pekín aplicó gravámenes a productos agrícolas, entre ellos la soja, encareciendo su precio en el mercado chino y haciéndola poco atractiva frente a la oferta sudamericana.
En ese contexto, Argentina tuvo una medida esta semana que profundizó el conflicto. El lunes pasado, el gobierno de Milei decidió suspender temporalmente los impuestos a las exportaciones agrícolas para apuntalar el ingreso de dólares. La disposición, que hizo que se alcanzaran 7.000 millones de dólares en operaciones en pocos días, abarcó cultivos clave como la soja. Apenas anunciada, empresas chinas cerraron operaciones por al menos 20 cargamentos de soja argentina (alrededor de 1,3 millones de toneladas), según datos de traders internacionales citados por la agencia Reuters.
Cada cargamento Panamax tiene un volumen estimado de 65.000 toneladas y su destino principal será el mercado chino entre noviembre y enero, una ventana que históricamente estuvo dominada por los agricultores de Estados Unidos. La noticia fue un duro golpe para los productores norteamericanos, que ya estaban iniciando la cosecha de otoño con precios deprimidos y sin señales de reactivación comercial con China. "Cada vez que China elige Sudamérica por encima de Estados Unidos, los agricultores y nuestras familias pierden", lamentó Caleb Ragland, presidente de la American Soybean Association (ASA).
Según datos del Departamento de Agricultura de EEUU (USDA), las exportaciones de soja cayeron un 23% este año, y solo hasta julio, China había comprado un 51% menos que en el mismo período del año pasado. Mientras tanto, países como Egipto, Taiwán y Bangladesh intentan cubrir parte del déficit, pero no logran compensar la magnitud del mercado chino.
Comptras de soja de China (Fuente Reuters)
La posición de la Argentina
Argentina, que tuvo una producción más moderada por efectos climáticos pero con buenos niveles de reserva exportable, aprovechó la ventaja competitiva que le dio el alivio impositivo. "Es una ventana muy favorable. El diferencial de precio frente a la soja estadounidense, que carga con tarifas, hizo que nuestras exportaciones fueran muy competitivas", explicó Gustavo Idígoras, titular de la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA), a medios locales.
De hecho, según el operador asiático Sublime China Information, los márgenes de trituración de la soja argentina se volvieron especialmente atractivos para los importadores chinos, llegando a 200 yuanes por tonelada (unos US$ 28).
Sin embargo, la oportunidad no está exenta de riesgos. La suspensión impositiva tuvo un plazo acotado, y una vez reactivado el tributo, la soja argentina volverá a enfrentar desafíos en términos de precios relativos. Además, las ventas actuales responden a un contexto coyuntural y no garantizan una demanda sostenida si la relación comercial entre China y EEUU se recompone. "Es una ganancia de corto plazo. Pero si esto se convierte en una guerra larga, tenemos que evaluar si la estructura exportadora local puede sostener el ritmo sin comprometer el abastecimiento interno o la estabilidad fiscal", advirtió un analista de mercados consultado por El Observador.
A la vez, la tensión comercial empieza a tener consecuencias más amplias. La suspensión de compras por parte de China (el mayor importador de soja del mundo, con más de 100 millones de toneladas anuales) a Estados Unidos deja fuera del negocio a uno de los actores más relevantes. Y el costo lo pagan los agricultores estadounidenses, que enfrentan una sobreoferta de granos, caída de precios (con la soja por debajo de US$ 10 por bushel, muy lejos de los US$ 13 de comienzos de 2024) y falta de capacidad de almacenaje.
En simultáneo, la presión política aumenta. Senadores de estados agrícolas como Iowa reclaman a la administración Trump que destrabe el conflicto. "Nos preocupa mucho que China haya dejado de comprar nuestros productos agrícolas", reconoció Kevin Hassett, director del Consejo Económico Nacional de la Casa Blanca.
Cómo queda la Argentina
La situación también plantea interrogantes para la Argentina. ¿Tiene el país capacidad logística para absorber una demanda sostenida de China si la disputa se extiende? ¿Puede el gobierno mantener un esquema fiscal favorable al campo sin poner en riesgo sus objetivos de equilibrio macroeconómico? ¿Qué implicancias tiene esta dinámica para el precio interno de los alimentos y la inflación?
Por ahora, la soja vuelve a poner a la Argentina en el centro de una disputa comercial global. Pero la oportunidad puede ser tan efímera como riesgosa. Y el desafío está en convertir esa ventaja transitoria en una estrategia de inserción comercial sostenida y equilibrada.