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20 de octubre 2025 - 5:00hs

Pablo Zeballos trabajó como oficial de carabineros en Chile durante más de 20 años, en donde aprendió varias de las herramientas que lo llevaron a desarrollarse como investigador de crimen organizado: la inteligencia policial, la necesidad de conocer el terreno y entender el fenómeno, sobre todo, como un fenómeno social. Junto con el periodista estadounidense Douglas Farah vienen trabajando desde hace varios años en investigaciones sobre crimen organizado en América Latina. En su última publicación De las calles al Estado: cómo el crimen organizado redefine el juego político en América Laitina, publicado por la fundación Konrad Adenauer, hablan sobre la cuarta transformación del crimen organizado en la región.

Definen la primera ola como la ola de Pablo Escobar, que tenía un producto —cocaína—, un mercado clave —Estados Unidos— y una ruta específica —la del Caribe—. Su método era el de "plata o plomo", lo que implicaba corromper o matar. Le declaró la guerra al Estado colombiano y la perdió y así fue como, en paralelo, iba surgiendo la segunda transformación del narcotráfico: la del Cartel de Cali, que mantuvieron el producto —la cocaína— pero cambiaron la ruta —ahora hacia Centroamérica— y lograron alianzas con intermediarios. La tercera ola, dicen los autores, llegó a partir de cambios en la política de los gobiernos como Venezuela, Bolivia o Ecuador, y facilitó la llegada de grupos interregionales.

Y la cuarta ola, la actual, trajo como novedad la diversificación de la economía ilícita —ya no es solo un producto específico sino diversos mercados criminales— y la entrada en el juego de actores de otras regiones —Europa, Asia— para coordinar los negocios.

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Zeballos dice en entrevista con El Observador que esta última transformación del crimen organizado está trayendo amenazas distintas para las democracias, que se ha perdido demasiado tiempo intentando definir el fenómeno cuando el fenómeno ya había cambiado, y que el verdadero eslabón de poder para estas organizaciones criminales ya no es el político, sino alcanzar el control y la normalización dentro del tejido social.

El investigador señala la importancia de blindar a los actores sociales para que estos grupos criminales no sigan avanzando, como lo están haciendo en otros países de América Latina, aunque remarca que en Uruguay ya hay señales alarmantes: extorsiones a comercios locales o lógicas de frontera que parecen pasar desapercibidas.

Sobre esto, sobre el narcotraficante Sebastián Marset, sobre la foto de Betito Suárez con Paco Casal, sobre Rocco Morabito y sobre el ataque a la fiscal de Corte Mónica Ferrero habló en entrevista con El Observador durante su paso por Uruguay.

Ustedes hablan de que estamos en una especie de cuarta etapa del crimen transnacional. Si uno lo traslada a Uruguay, ¿coincide con la etapa del resto de América Latina?

La cuarta ola se compone de esas características: actores extrarregionales bastante invisibles y una diversificación de economías ilícitas muy compleja e integrada. La integración de economías ilícitas obliga a la interacción entre países. La pandemia generó que ciertas zonas fronterizas hoy día sean un tercer país entre dos países, con sus propias lógicas de gobernanza, con lógicas de autoridad, etc. Otro componente de la cuarta ola es la importancia que tienen las cárceles para el surgimiento de estructuras criminales con capacidad internacional. En los últimos 30 años, casi todas las estructuras más complejas de carácter internacional que han surgido en América Latina surgieron de una cárcel. El PCC en Brasil, el Comando Vermelho, el Tren de Aragua en Venezuela. Entonces uno se pregunta, ¿por qué un fenómeno común sucede en diferentes países tan distintos? Y el resultado de eso es que el fenómeno es la gobernanza criminal intrapresencial. Una de las grandes certezas que tiene una persona que entra a la cárcel es que va a salir. La segunda gran certeza es que estando en la cárcel tienes mucho tiempo. La tercera certeza es que si no estás asociado a un grupo criminal, vas a ser extorsionado por el grupo criminal que manda a la cárcel. O estás con ellos o contra. Y te quedan dos caminos. Pagas la extorsión todo lo que vas a estar en la cárcel o te sumas la estructura criminal y la potencias. Es importante lo que pasa en Uruguay. Ustedes tienen 16.000 privados de libertad para 3,5 millones de habitantes. En mi país somos casi 19 millones y tenemos 65.000. Nosotros creemos que estamos al borde de un colapso. La comprensión del riesgo carcelario en Chile está mucho más elevado que la comprensión del riesgo carcelario en Uruguay.

Acá hay una percepción siempre de que estamos un pasito después que el resto de América Latina, de que acá los fenómenos llegan un poco más tarde. ¿Es así?

Hay una mezcla entre percepción y realidad. Ustedes tienen amenazas muy poderosas actualmente. Pero también tienen condiciones de resiliencia muy poderosas. La principal condición de resiliencia que tiene Uruguay no solamente es institucional, es de idiosincrasia. Aquí se pueden sentar dos polos políticos distintos, pueden conversar y pueden llegar o intentar llegar a acuerdos. Si tú miras América Latina, eso es bastante poco probable. Esa posibilidad de llegar a acuerdos puede generar reacciones rápidas en los tiempos adecuados. Pero el crimen organizado sabe eso. Y, por lo tanto, la idea será polarizar a la sociedad para que nunca se lleguen a esos acuerdos. En la medida que no hay acuerdos, no hay reacción, y en la medida que no hay reacción, continúan explotando economías ilícitas. Entonces, creo que hay fenómenos de resiliencia muy fuertes, pero no hay que sentirse tan seguros por eso. Otro fenómeno común que tenemos en Latinoamérica, en países como Uruguay y también en países como el mío, es que existe una lógica de soberbia institucional que es peligrosa. Recuerdo la fuga de Rocco Morabito. Era un delegado importantísimo de la Ndrangheta, la organización criminal más importante del mundo. La fuga es bien especial porque participan otros actores de otras nacionalidades. Demuestra una dimensión del riesgo un poco errada respecto a quién era este personaje.

¿A qué te referís?

Significa de pensar que esto no me va a pasar a mí, esto le pasa a otro, somos diferentes. En Uruguay pasa, en Chile pasa. El caso chileno: nosotros durante mucho tiempo dijimos que era un país de tránsito de drogas. Y obviamente las políticas públicas son políticas públicas para el tránsito de drogas. Pero cuando ese país se convierte también en una boca de consumo, tu política pública no está adaptada a ese cambio. Porque el consumo de drogas ya llegó y genera una lógica que es compleja, que es el control del territorio para vender esa droga. Entonces cuando tú asumes esa posibilidad, ya tienes sectores controlados. Ya tienes sectores con armamento y ya tienes sectores dispuestos a pelear por el territorio y el control. Y se genera un fenómeno que yo creo que es el más dramático de todos, que es la normalización. Cuando la sociedad se anestesia. Y muchas veces el responsable de esa normalización es el propio Estado.

Lo más complejo es cuando la sociedad está dispuesta a ceder sus libertades con tal de tener tranquilidad y seguridad. Eso genera una complejidad muy importante porque trasunta una discusión mayor: qué entendemos por democracia. Eso, por un lado, es una amenaza. Pero ¿cómo afecta al crimen organizado esta estabilidad democrática? Afecta con una de las armas más necesarias que tiene que implementar la actividad del crimen organizado para ingresar a un país, que es la corrupción. Y la corrupción ya no es lo que nosotros pensábamos. La política, sí, contaminada. La justicia, probablemente contaminada. Los órganos administrativos pueden ser contaminados. El deporte va a ser contaminado. La policía va a ser contaminada. Pero cuando las estructuras del crimen organizado empiezan a generar un fenómeno en los barrios, la lógica de control del territorio, la medición de la tasa de homicidio por 100.000 habitantes no sirve mucho. Porque puede bajar. Porque el mejor regulador de la tasa de homicidio es el grupo criminal que está matando. Tenemos que incorporar otra variable. Qué variable creo yo es la más importante y de verdad lo digo con mucho respeto y humildad, que no se estudia bien en Uruguay, es la medición de la extorsión.

¿En qué casos concretos lo has notado?

Uruguay está en fenómenos extorsivos de crímenes depredatorios bien complejos. Préstamos informales, extorsión generalizada a producto de los préstamos y sicariato producto del no pago de los préstamos. Creo que eso realmente nos demuestra el control de este mercado. Si un grupo criminal controla un territorio, va a cobrar dinero. Ese cobro de dinero, normalmente, si las instituciones son sólidas, va a ser denunciado. Cuando las instituciones son poco sólidas, no son denunciadas y, por lo tanto, hay que levantarla a través de encuestas, entrevistas, personales, analizadas, para saber realmente cuál es el impacto de la extorsión. Una extorsión se puede dar porque tú tienes un local y yo no te voy a permitir vender nada si no me pagas. O yo puedo llegar con productos falsificados y decirte: ahora vas a vender esto, aunque sean medicamentos falsos… Eso está pasando en América Latina completa. Y es un fenómeno muy poco observado. Está pasando en Uruguay.

¿Cómo llegás a confirmar que eso está sucediendo?

Tuvimos testimonios de algunas dirigentes sociales con las que hablábamos en Uruguay, en Malvín Norte. También nos hablaron de las fronteras, de ciertas zonas donde se están generando fenómenos de extorsión muy interesantes que hay que analizar. De ese tipo, por ejemplo, del tipo de que alguien que pone un comercio y te cobra un cupo, una plaza. Son fenómenos de extorsión diferentes. Hay extorsiones no monetarias también. La extorsión es parte de un circuito de delitos predatorios, como te decía uno de ellos, por ejemplo, el préstamo ilegal.

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Ahí ya controlan el territorio. ¿Qué sigue?

La etapa más dramática de todas, que es la penetración del tejido social. Es cuando las estructuras criminales se dan cuenta de que controlando un territorio pueden penetrar todo el tejido social de ese territorio. Entonces, cuando uno piensa en la corrupción, ¿van a ir por el presidente, van a ir por el diputado? No, no, no. El modelo efectivo del control del crimen organizado parte por las asociaciones vecinales, sindicales, locales, que de ahí pueden implementar o pueden exigir la implementación de muchas políticas públicas de una forma mucho más real, productiva y efectiva que ser diputado, por ejemplo. Circuitos de comunidades organizadas empiezan a ser controladas por estructuras del crimen organizado. La aceptación y normalización de la presencia de estructuras públicas de gobierno por sobre las estructuras normales de gobernanza.

¿Cuál sería un ejemplo de esto?

Cuando uno hace trabajo de campo y va a una frontera criminalizada y entrevista a personas que dicen: mire yo prefiero que esté don Tito o don Berna que me resuelva el problema, ejerce justicia, hace un tiempo atacaron a mi hija y ahora la persona está muerta. Es que cuando viene el Estado vienen con soldados de helicóptero, golpean mi casa, me rompen la puerta, se llevan a mi hijo.

Si yo te digo que hace unas semanas circuló una foto de Betito Suárez, que es un conocido delincuente uruguayo vinculado con el narcotráfico, junto con Paco Casal, que es un empresario muy conocido que tiene negocios con el fútbol, si te hablo de Rocco Morabito y de su fuga, o del ataque a la fiscal de Corte, Mónica Ferrero. ¿Qué dice todo esto de Uruguay?

Hay un fenómeno donde hoy día las estructuras del crimen organizado o los personajes más importantes de la criminalidad organizada tratan de normalizar su presencia en la sociedad. ¿Qué tanta resiliencia tiene el Estado para entender si esa persona ya está sociabilizada nuevamente o es parte de una nueva lógica y lo que está haciendo es generar una forma de normalización o una forma de presentación en sociedad después de haber pagado su sanción?

Lo que pasó con las fiscales es un hecho absolutamente preocupante. Pero quizás debiéramos defender la semiótica criminal que trae detrás del hecho. Porque yo podría pensar como investigador que a lo mejor el mensaje de atacar a la fiscal, que tiene guardia armada, que tiene una zona protegida, que es conocida, no era solamente para ella. Era para aquellos fiscales que no tienen guardia armada, que no están en zonas protegidas y que están también llevando causas contra el crimen organizado. El impacto que tenemos sobre ellos no lo hemos medido, porque una de las falencias que tiene América Latina y que probablemente, no lo sé, lo desconozco, podría tener Uruguay, es que no hay una capacidad de resiliencia para los funcionarios públicos. Cuando se dice “esta persona es corrupta”, uno se imagina que a esa persona le pagaron. Muchas veces es que si un fiscal o un policía está investigando un hecho complejo y viene una persona y te pone las fotos de tu hijo saliendo del colegio y te dice, bueno, “¿vas a seguir o no vas a seguir?”, eso es corrupción también. Pero, ¿qué instancias le entregó el Estado para resguardar la función que tenía y evitar que eso sucediera?

¿Cómo se lucha contra eso?

Hay que tener mucha atención en esos fenómenos, hay que estudiarlos muy bien, y hay que entender que la criminalidad es racionalmente económica, pero también es muy semiótica. Envía muchos mensajes, y quizás nosotros tenemos que aprender a leer la posibilidad de que el mensaje sea para otro. Y la mejor forma de luchar contra el crimen organizado es tener una sociedad informada. Y una sociedad informada nunca va a ser una sociedad cómplice y ese es el camino que yo creo que hay que seguir.

¿Cómo han enfrentado esto otros países y que haya dado resultados positivos?

Hay países que enfrentaron esto y lo enfrentaron positivamente. Italia es un caso de eso, con la protección de sus funcionarios públicos para evitar ese tipo de intervención. Y después, la importancia de la cooperación internacional, la importancia del aprendizaje y de buenas prácticas. Pero ese aprendizaje y buenas prácticas no son generalizadas. Tienen que ser adaptadas al fenómeno local que está afectando a un país. Creo que la gran debilidad que tiene Uruguay es precisamente su democracia, y por lo tanto, como es una debilidad, esa democracia hay que blindarla, protegerla, y la mejor forma de protegerla es lo que se está haciendo ahora, lo que se está estudiando, lo que se está intentando conversar.

¿Pero de qué forma debería protegerse?

Un dirigente social que está peleando contra el narco en un barrio también es un objetivo del narco, porque está quitando soldados. porque está quitando economías al narco. Un periodista también es un objetivo criminal del narco. Santiago Leguizamón fue asesinado el año 1991 en Paraguay porque fue el primer periodista que empezó a hablar de las vinculaciones de narcotráfico y poder. Empezó a hablar del cruce de estas vinculaciones. Si uno va a Paraguay, todos saben quién mató a Santiago Leguizamón, pero nadie se atreve a decirlo. Tampoco está sancionado. Los autores materiales probablemente sí, pero los intelectuales no. Y fue dramático porque el asesinato de Santiago Leguizamón fue el día del periodista de Paraguay, saliendo de su radio en dirección a un almuerzo que tenía preparada su familia.

Eso es semiótica criminal, mensajes criminales, y por lo tanto la protección del sistema completo democrático de lucha involucra tener prensa libre, prensa valiente, pero también prensa protegida para denunciar las vinculaciones que se pueden dar entre el crimen organizado y el poder.

Hablemos ahora de Marset. En Uruguay es uno de los casos más notorios por la transnacionalidad que implica. ¿Han estudiado el fenómeno?

Yo lo definiría como un caso de estudio, más que como un fenómeno. ¿Cuántos Marset más puede haber ocultos? Quizás lo que hay en Marset es un modelo más que un personaje, un modelo exitoso de vinculaciones con estructuras criminales, un modelo muy millennial, de ser muy público, de mostrarse como un buen marido, etc. Muy atractivo para ciertos jóvenes que generan el efecto de, bueno, yo no quiero ser profesor, yo quiero ser Sebastián Marset, ¿no? Es un modelo que hay que estudiar muy profundamente porque el Estado tiene que decir, ¿qué hacemos para que ese no sea el modelo a seguir? Lo que sí sabemos es que goza de una evidente impunidad que le ha permitido no solamente mostrarse. Hacerse un cartel, una ficha, tener una imagen, un nombre, es importante en el mundo del crimen. Hay varias formas de generar marca criminal. Unas son a través de la violencia racional y otras son a través de la explotación de economías ilícitas muy rentables como es el caso, por ejemplo, del PCC o de otras. Pero las marcas individuales de crimen organizado son poco conocidas. No es la tendencia ahora. Ya no hay tanto Pablo Escobar. Me da la impresión que el fenómeno de Marset fue suplir esa falencia en un momento de mucho consumo de series de Netflix, etc. Esa marca criminal, desde la parte de Marset, tiene que tener un componente económico muy poderoso para poder pagar lealtades, generar operaciones y aumentar el mito que hay detrás de ello. Pero el componente económico no funciona si no tiene un componente de apoyo corrupto dentro de algún actor de poder que le permite o le entrega la protección necesaria para poder ejecutar ese acto.

Decís que es la cara visible de algo más grande.

No tengo la certeza, pero es una posibilidad. Lo que sí se ha podido demostrar en ciertas investigaciones, al menos, es que sí tienen vínculos con estructuras más grandes. Parecería que Merset es un fixer de diversas economías listas y es un vinculador. Es un personaje que permite vincular ciertos grupos y eso le ha generado cierto respeto. Pero lo que más me llama la atención de Marset es la red de protección que él tiene.

¿Cómo están actuando los estados para estos casos de crimen transnacional, ¿Realmente están trabajando de forma articulada?

O sea, hay una falencia y se aprovechan de esa falencia de falta de comunicación entre estados. ¿Cómo se ataca ese fenómeno? Uno tiende a pensar que las vinculaciones entre estados es exclusivamente política. Pero también hay vinculaciones que son técnicas. Entre policía, entre grupos de inteligencia. El tema es cuánta voluntad tiene el país, o el otro país, o tu propio país, en cooperar y entregarte toda la información que tú requieres, o qué tanta importancia le puede dar otro país a un fenómeno que no es suyo. Tengo mi propio problema, olvídate, mi gente la voy a gastar en otras cosas. Lo que hemos aprendido de la experiencia internacional es que el intercambio de información para la lucha contra el crimen organizado lamentablemente en América Latina es difícil, porque no todos los países están dispuestos a entregar esa información y hay países que directamente no la entregan. En Venezuela hoy día es muy difícil. Creo que es un componente complejo, es uno de los puntos de quiebre. Los medios de comunicación están mucho más interesados en este proceso, por lo menos en el lado paraguayo, de lo que podrían estar ciertas autoridades en la búsqueda de este objetivo.

Creo que mientras el tema de este personaje, las estructuras criminales, esta idea de que tiene un grupo que funciona bajo sus órdenes, se mantenga la opinión pública, se sigue investigando en forma de periodismo independiente responsable, la posibilidad de enfrentar el fenómeno y combatir lo que ese fenómeno trae, es mucho más alta que si la prensa deja de hablar de este tema.

Si la prensa sigue hablando, también corre el riesgo de que pase lo que pasa en el resto de América Latina, que es que empiecen a aparecer, por ejemplo, periodistas asesinados. ¿Cómo hacés una cosa sin que traiga aparejada la otra?

Lamentablemente son los riesgos de la profesión. Yo lo que digo puede sonar muy duro, pero cuando tú decidiste entrar a estudiar periodismo, probablemente sintieras lo mismo que el policía que estaba convencido de que quería combatir el crimen. Usted es el periodista. Eso tiene consecuencias, el crimen organizado sabe lo importante que es neutralizar las lógicas del periodismo, pero el periodismo no solamente se silencia asesinando a periodistas, también se silencia económicamente. Y creo que esas son las formas más complejas que tenemos hoy día en un crimen organizado que tiene mucho poder económico para tomar la decisión que quiera.

Puerto de Montevideo/

Uruguay es un país que tiene una frontera muy complicada. ¿Cómo se ataca el problema para evitar el crecimiento de la interacción de estas organizaciones?

Hay que entender las dinámicas que tienen las propias fronteras. Debería trabajar en entender cuál es la economía ilícita, qué potencias lógicas de gobernanza y violencia hay. Hablábamos del fenómeno de los doleiros, que están volviendo a estar en las fronteras. Los cambistas de dólares de Brasil, pero que utilizan otro país, en este caso Uruguay, para el ingreso o el lavado de activos a través de la regularización de ciertas instituciones financieras. Un investigador brasileño decía que ellos lo están observando cada vez más fuerte en las fronteras de Brasil, con Uruguay, con Paraguay, etc. Es un fenómeno que hay que poner atención.

La misma ruta del narcotráfico me sirve para traer cigarrillos, para llevar personas, para traer sicarios, armas, etc. Están hiperconectadas. Nos explicaron que la Tierra estaba cubierta por una atmósfera. Y esa atmósfera tenía diferentes capas, las más cercanas a la Tierra generaban mucha inestabilidad: tormentas, vientos, lluvias. En las capas más alejadas de la Tierra tienen una estabilidad increíble. En materia de crimen organizado existe una atmósfera criminal idéntica, donde operan estructuras criminales internacionales, mafias conocidas y pequeños grupos delincuenciales que nadie podría categorizar como un crimen organizado, como un contrabandista, pero están en la atmósfera. Entonces, lo que haga uno requiere al otro, eso se va vinculando. Pero en la estabilidad de las capas más cercanas a la Tierra, en el mundo, en la atmósfera del crimen organizado, es la violencia y normalmente reaccionamos a la violencia. Y en las capas más estables de la atmósfera están los flujos financieros y normalmente no estudiamos muy bien los flujos financieros. En la medida que se combate la violencia, las estructuras que están en la parte de flujo financiero van a subcontratar a cualquiera que supla al que ya está controlado. La frontera parece ser muy importante porque es el puente conector de esta atmósfera. Todo producto que no se genere en un país y que necesita salir por ese país, va a subir de precio usando la frontera.

¿Ha habido un modelo exitoso, un caso con resultados optimistas con respecto al control de la frontera en América Latina?

Siempre hay luz al final del camino. Eso es súper importante. No todo es tan negativo. Lo que pasa es que hemos perdido tiempo en que Uruguay y Chile buscan un modelo exitoso. Hay que buscar el modelo uruguayo para encontrar la solución. Y en esa búsqueda, el conocimiento interno es lo que vale. Ustedes son un país con una población bastante acotada, por lo tanto, definitivamente todos se conocen, todos saben dónde estar los negocios. Una de las condiciones más importantes en Uruguay sería fortalecer radicalmente la inteligencia territorial. Porque la información que viene de los territorios. Estar en las fronteras. Esa capacidad de levantar información del Estado, interpretarla, analizarla, va a permitir políticas públicas realmente efectivas para los bloqueos de aquellas cosas que hoy día son complejas para Uruguay.

¿Qué señales podría dar el Estado para fortalecer los controles o la transparencia en lo que pasa en el puerto?

Los puertos son la nueva criminalidad que observamos en América Latina, los puertos han tenido una significancia muy, muy importante, al igual que las cárceles. El primer error es pensar que el puerto es solamente el puerto. Hay un ecosistema magnífico y portuario que hay que cuidar. O sea, no es solamente el puerto, es la ruta como se llega al puerto, los puertos pequeños. Un puerto que conecta con el Atlántico, pero muchas hidrovías que vienen desde zonas de producción de droga, por ejemplo, y que pueden ser altamente contaminadas. Lo que hay que entender es que hay un ecosistema, que hay que definir cuáles son los puntos críticos del ecosistema. Si soy un narcotraficante y quiero enviar cocaína a Europa, voy a mandarla en banano, piña o carne, porque sé que ese producto no puede estar muchos días en el aeropuerto de destino. El sistema marítimo portuario es clave. Lo que sí tenemos clave es que mientras haya presión sobre un puerto controlado, por ejemplo el caso del puerto de Santos en Brasil, que está de alguna forma muy vinculado al PCC, el PCC busca otra alternativa de enviar su carga. El ecosistema marítimo portuario es una prioridad de países como Uruguay que viven mucho de su exportación. Incentivar estudios académicos para ver de qué forma se encuentran soluciones no necesariamente técnicas. La academia uruguaya siempre ha sido una muy buena academia, pero siento que puede aportar mucho más en buscar soluciones de protección y resiliencia a Uruguay para estas nuevas amenazas.

Decías que la cooptación del crimen organizado en la política ya no es lo más grave, sino la cooptación de las organizaciones sociales.

La afectación de la política en sí misma, nosotros la conocemos, y la afectación del tejido social, de niños, de barrios, son dos fenómenos que están sucediendo en casi todos los países afectados criminalmente. Lo ideal sería no enfocarnos en proteger la política de un país. Una de las cosas que más hemos visto en Ecuador, en investigaciones en Chile, en investigaciones de campo en Perú, es que todo narco quiere tener un equipo de fútbol local, barrial. Primero, porque hay un circuito de apuestas informales respecto al fútbol. Y después, la venta de jugadores. Pero también en el caso de Ecuador, lo que se genera es que se van potenciando barras bravas locales, de pequeños barrios, que van generando identidad. Y la identidad barrial también es una señal de control del territorio.

Te traigo de vuelta la foto de Betito Suárez con el empresario Paco Casal…

Hay que poner mucha atención a ese tipo de cosas porque, efectivamente, las lógicas de crimen organizado son bastante comunes. Todo modelo exitoso lo vas a replicar. La mediación del tejido social tiene mucho que ver con eso porque además en esta fase de equipos pequeños de barrio, tú vas generando lealtad desde pequeña edad. Nuestro principal centro de preocupación, sobre todo en países como Uruguay, que tiene una tasa de natalidad infantil bastante baja, es proteger a los jóvenes, a los niños y adolescentes de este influjo increíble. Hay que proteger el tejido social de las comunidades porque es la principal fuente de resiliencia, no solamente la policía, no solamente el Estado, es esa junta de vecinos...

¿Cómo la protegés?

Evitando la cooptación. Lo principal es protegiendo a nuestros líderes sociales. Yo no sé si en Uruguay existe una ley que penalice, por ejemplo, la amenaza, el atentamiento o el ataque contra líderes sociales. Creo que ese tipo de cosas hay que empezar a estudiar. Porque los escenarios son diferentes y una de las formas de enfrentar escenarios diferentes es prepararnos para lo que pasa.

¿Un agravante, por ejemplo?

Absolutamente. Igual que el periodismo, debería ser un agravante. Estoy absolutamente convencido de que eso debe ser así. Y potenciar, por ejemplo, la lógica de los observatorios independientes. Normalmente el discurso oficial del Estado puede ser uno, pero necesitamos contrarrestarlo con una observación independiente que ya ni siquiera tiene que ser de la prensa. Puede ser de observatorios que surjan en academias, universidades, que no tengan necesariamente un sesgo político, sino tengan un sesgo de importancia. El crimen organizado es un virus, es una bacteria. La única forma de acabarla es con luz, creo.

Pero también se ha estudiado que el agravamiento de una pena no necesariamente tiene un efecto sobre la disminución del crimen, sino que en realidad tendría más efecto que la persecución del delito sea efectiva.

Todo es una construcción en bloque. La construcción del sistema de cumplimiento penal, la construcción de la investigación, de la inteligencia, de la prevención, de la reinserción, de la resocialización, de la protección de los niños infractores de ley, todo es un bloque. Si tú construyes solamente una parte del edificio se te va a caer, tienes que partir construyéndolo ladrillo por ladrillo en forma inteligente y planificada. Tiene que ser planificado, estudiado.

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