En el Uruguay en que nacen cada vez menos niños y cierran algunos colegios por falta de alumnos, un grupo extranjero compra un centro educativo privado con 44 años de historia.
El St. Patrick's College, que no cambiará su nombre y mucho menos su apodo “Sampa” como le llaman quienes le tienen afecto, fue adquirido por el grupo internacional Inspired. Es una compañía que ya cuenta con más de 121 colegios distribuidos en 28 ciudades. Y que, según su CEO en Sudamérica, Eleanor Prescott, aterriza en Montevideo “por su tradición educativa sólida” y por la “creciente demanda de enseñanza premium”.
La historia de este grupo internacional no tiene un comienzo feliz. El abogado Nadim Nsouli, nacido en Beirut y de nacionalidad británica, estaba en uno de sus mejores momentos laborales de banca de inversión y capital privado, cuando uno de sus hijos falleció por un cáncer cerebral. El golpe fue tal que se prometió que al resto de su descendencia le daría una educación de excelencia. Primero compró unos colegios en Sudáfrica, luego en Reino Unido y fue escalando hasta convertirse en una de las mayores compañías de adquisición de centros educativos.
Prescott, la CEO regional, explica qué los trae por Uruguay, por qué la compra del “Sampa” y deja en claro que la educación premium no es sinónimo de segregación o elite, sino de las capacidades de comprender el mundo que rodea (y rodeará) a los estudiantes.
—¿Por qué les interesaba adquirir un colegio en Uruguay?
—Uruguay tiene una tradición educativa sólida. Vemos que existe un potencial porque cada vez más familias valoran la excelencia académica y, en términos de desarrollo, es una país que está despegado frente a la región.
—¿En qué nota esa solidez educativa?
—Cómo ha gestionado la educación en la pandemia es un buen ejemplo. Mientras en la mayoría de países los centros educativos permanecieron cerrados durante varios meses, Uruguay fue de los primeros en priorizar la infancia y adolescencia. Uruguay en ese sentido es pequeño en territorio y población, pero muy grande en sus valores. Valores que vemos reflejados en un colegio emblemático como Sampa.
—En Uruguay nacen cada vez menos niños, ¿no es mejor comprar un residencial de adultos mayores que un colegio?
—(Risas). Probablemente usted tenga razón. Pero esa no es una característica exclusiva de Uruguay, es casi mundial. Pese a la baja natalidad, existe una creciente demanda de una educación de calidad internacional. Lo piden los padres.
—¿Qué significa que una educación sea “internacional”?
—Dos cosas: por un lado, el acceso al idioma inglés de calidad. Es el idioma que abre oportunidades en más países. Nosotros mismos, entre nuestros 13.000 empleados, solemos hablar en inglés en cada reunión. Por otro, la internacionalización implica salirse de fronteras. Trascender Uruguay. Conocer la diversidad de culturas, los intercambios, la complejidad del mundo.
Eleanor P
Eleanor Prescott, CEO de Inspired en Sudamérica.
—¿Por qué seleccionaron al Saint Patrick para esa apuesta?
—Valoramos su crecimiento, sus pilares y el objetivo no es cambiar aquello que ya se hace muy bien. Ni siquiera el nombre. Es un colegio que valora la calidad académica y que es a la vez familiar, en el sentido de que la comunidad educativa está integrada y excede al mero vínculo docente-alumno.
—“Sus pilares”, ¿cuáles son esos ejes sobre los que ustedes ven coincidencias?
—La calidad educativa, la práctica deportiva y el arte.
—Usted insiste en el término “calidad educativa”. ¿Cómo se mide? ¿Es solo resultados en pruebas estandarizadas? ¿Es que el estudiante sea feliz? ¿Es habilidades emocionales?
—Es un modelo integral que busca formar personas seguras, creativas, resilientes y con habilidades del siglo XXI. Una educación holística que la vuelve más premium. Claro que esa adjetivación también viene de la mano de una infraestructura superior a la media, de docentes altamente calificados, el acceso a experiencias internacionales y que los pilares de los que hablábamos se adapten a cada niño.
—Cuando se controla el contexto socioeconómico, los resultados de las pruebas estandarizadas muestran que casi no existe diferencias entre colegios privados y públicos. ¿En qué sí hace la diferencia un privado?
—Lo que pasa en Uruguay también pasa en otros países. Esto no es una competencia de públicos versus privados. En el caso del Sampa, los padres valoran el espíritu del colegio, el sentido de comunidad que hay detrás, el compromiso y las oportunidades que se les abren a sus hijos. Y esos valores no se miden con las pruebas PISA u otras estandarizadas.
—Cuando habla de “ser parte de una comunidad” y también de educación “premium”, ¿uno debería interpretar que se quiere un colegio de elite, de estatus como si fuera un gueto?
—Al contrario. Significa que, sin importar con quién esté sentado al lado mi hijo, sea capaz de lidiar en un mundo heterogéneo que lo rodea. Parte del intercambio internacional busca también eso: conocer al diferente. Los padres del Sampa son muy conscientes de que tienen la posibilidad económica de enviar a sus hijos a un colegio con estas características y que ese beneficio no alcanza a toda la sociedad. Va más allá de hacer acciones sociales, es una cuestión de valores. No son padres que les guste ostentar, sino darles lo mejor para sus hijos aprovechando sus posibilidades y sin desconocer lo que los rodea.
—¿Cuánto va a cambiar el histórico colegio?
—Como la base es la misma y la idea es incorporar nuevas oportunidades (entre ellas este sentido más internacional), la transición va a ser muy lenta, poco a poco, y siempre en conversación con los padres. No venimos a inventar la pólvora ni dar un sacudón que desmotive cuando hay cosas que funcionan bien.