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Por Manuela García Pintos y Juan Samuelle
Un día después de haber sido oficialmente presentado como el próximo ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, Carlos María Uriarte recibió a El Observador en su hogar y durante una hora –con el celular en modo avión y su nieto esperándolo a pocos metros–, habló de la responsabilidad que ejercerá desde el 1° de marzo y para la cual hace meses se viene alistando.
“En esta etapa de la vida hemos tenido un momento de cosecha de todo lo actuado en la vida, que fue fantástico y se lo deseo a todos, que todos puedan recibir la expresión de agradecimiento y apoyo que hemos vivido en el último tiempo. A partir de ahora, para mí comienza un tiempo de siembra, un tiempo en el cual seremos evaluados por lo que hagamos, no por lo que hicimos. Espero dentro de cinco años, o cuando sea, tener la misma respuesta que he tenido hasta ahora. Obviamente nos vamos a marcar objetivos y vamos a tratar de cumplirlos, pero y sobre todo es la percepción de a quién va dirigido nuestro trabajo, que va a dictaminar eso, algo que compartimos 100% con Lacalle es nuestro rol de servidores a los ciudadanos. Es nuestro objetivo: servir a los ciudadanos”, respondió a una de las consultas: Suceda cuando suceda, ¿logrando qué cosas se iría satisfecho del MGAP? A continuación, un resumen de la entrevista.
–¿Cuál es el Uruguay productivo ideal? ¿Estamos muy lejos de al menos acercarnos?
–Estoy convencido de que hay un Uruguay productivo ideal, probablemente en cada hombre de campo. Han existido trabas en nuestra historia para que eso se transforme en una realidad. El potencial lo tenemos tanto desde el punto de vista de recursos naturales, como de la gente. Entendemos que quizás la prioridad como país, como nación, no ha sido apuntar hacia ese ideal, sino que se ha priorizado la visión que se tiene del sector como una fuente de ingresos para todo el país para alcanzar ese ideal. Creo que ha sido esa la principal traba para llegar a ese ideal.
–Desde el sector productivo se ha expresado que hubo ministros con excelentes intenciones que naufragaron porque el gobierno no valoró al MGAP del modo adecuado. ¿Lo comparte? ¿Descuenta el apoyo necesario para que su gestión sea eficiente?
–Veo que la visión que se ha tenido del rol del Ministerio de Ganadería en los gobiernos que nos precedieron –no me voy mucho más lejos, porque probablemente en el de (Jorge) Batlle fue distinto, en los últimos tres gobiernos del Frente Amplio–, ha sido una visión muy política más que ligada al sector productivo, sin desmerecer la tarea que realizó el exministro (Tabaré) Aguerre. Consideramos que su tarea y su trabajo, que lo destacamos, estaba un poco separado del aparato burocrático del Estado que perseguía otros fines, mucho más ligado a la política que a las verdaderas necesidades que tiene el sector.
–Arroceros y tamberos son dos rubros particularmente afectados, con años de ejercicios adversos acumulados. ¿Qué pueden esperar del nuevo ministro?
–Pueden esperar una especial atención y dedicación para trabajar en conjunto y juntos encontrar la solución, en el reconocimiento de que muchas de las razones por las cuales han llegado a donde están son razones ajenas a su capacidad de competir, sobre todo y más que nada a través de los costos que han tenido que enfrentar en los últimos tiempos y a las –no digo dificultades– formas en las que tienen que acceder a sus mercados.
–¿Cuál va a ser la hoja de ruta hasta el 1° de marzo y cuáles estima serán sus primeras acciones cuando asuma?
–Tenemos una hoja de ruta para el gobierno que la elaboramos con el grupo de agro de Ciudadanos y la hemos puesto a consideración de todos los referentes de agro de todos los partidos que hoy conforman el gobierno de coalición. Eso para el gobierno. Ahora, de aquí al 1° de marzo tenemos una impronta que nos la impuso el propio presidente electo (Luis Lacalle Pou) que, por un lado y referido al marco del Ministerio de Ganadería, nos pide desarrollar una descripción lo más acabada posible de la situación en la cual se encuentra el ministerio y de lo que se ha hecho en el ministerio en los recientes tiempos. A la misma vez, pensamos proponer ámbitos de discusión por temas, que muchas veces los temas son de sectores, pero pueden haber temas como el ambiente que es transversal a todos, para ir discutiendo esa hoja de ruta. De esa forma, vamos a contar con la participación de los actores directamente involucrados e ir buscando las prioridades de esas propuestas que les vamos a poner arriba de la mesa para poder arrancar lo más rápido posible con ellas en marzo. A la misma vez, debemos armar el equipo del ministerio y las instituciones que conforman la institucionalidad agropecuaria de aquí a marzo y lo vamos a hacer también con la participación lo más posible de los actores que involucran a cada una de las instituciones.
–Ya hay algunas responsabilidades otorgadas, como el subsecretario –Ignacio Buffa– y la directora general –Fernanda Maldonado–. ¿Hay alguna otra decisión tomada? ¿Es posible que algunos de los actores que hoy ocupan puestos de dirigencia continúen en sus cargos?
–En primer lugar, esas son las autoridades hasta ahora designadas. Quiero destacar que eso se hace de común acuerdo y siempre con el aval de Ernesto Talvi y de Luis Lacalle Pou, con el conocimiento del Secretario de la Presidencia, Álvaro (Delgado). No tenemos todavía ninguna otra designación. Sí tenemos ideas de nombres, pero no nos gusta manosearlos y, por lo tanto, de nuestra parte no ha surgido ningún nombre por más que los tenemos. El criterio que vamos a aplicar es que todo aquello que anda bien lo vamos a dejar y lo que anda mal lo vamos a corregir, vamos a priorizar la capacidad, la idoneidad para el cargo en el que se desempeña y su compromiso con el país. No sé cuál va primera, pero van muy ligadas.
"Hablar de una grieta entre la gente de campo y la ciudad me parece muy duro. Creo que ahí vivimos simplemente un alejamiento, un desconocimiento entre uruguayos. Es deber de todos, no solo de la gente urbana o del sector agropecuario, conocernos más, porque desgraciadamente la intención de crear esa grieta estuvo y está, sobre todo con réditos políticos”
–¿Qué relevancia le otorgará al movimiento Un Solo Uruguay?
–Considero que el movimiento Un Solo Uruguay, del cual hemos participado, no tan activamente como sus directores pero nos hemos sentido casi siempre identificados, quizás no en todas las posiciones, es un movimiento social, espontáneo, que representa a todo el interior del país al cual se le debe prestar atención. Creemos que su rol es importante como sensor de la realidad en la cual podemos recurrir a propuestas como a una crítica constructiva. Lo peor que puede hacer el Estado es no atenderlo. El movimiento surgió, justamente, cuando las gremiales, que estábamos solicitándole al presidente Tabaré Vázquez una audiencia para plantearle los problemas que tenía el sector en ese momento, era diciembre y se nos dijo que no tenía lugar en la agenda y que teníamos que esperar a febrero. Esa fue la explosión de indignación que hubo en el campo, pero se le sumó todo el interior, que terminó en la gran jornada del 23 de enero de 2018 y después se instaló. Luego de haber tenido una reunión con los líderes de Un Solo Uruguay en la Torre Ejecutiva no los recibieron más. Me gustaría, es un tema de deseo personal, ver a Un Solo Uruguay trabajando más alineados con nuestra institucionalidad agropecuaria, hablo de las gremiales, son complementarias, no es uno u otro, son muy complementarios. Incluso, han logrado lo que muchos gremialistas hemos buscado desde siempre que es ese poder de convocatoria y de compromiso que uno percibe en la gente de Un Solo Uruguay.
–En su momento se proyectaba que el movimiento Un Solo Uruguay se iba a ver reflejado en las urnas. ¿Comparte esa visión?
–No necesariamente. Como movimiento no, pero fue clara la manifestación del movimiento del interior en las pasadas elecciones, en las dos oportunidades en que el pueblo se manifestó. Creo que eso sí se puede deber en cierto grado al trabajo que hizo Un Solo Uruguay en organizar la propuesta, en justificar, en no permitir que se dividiera y que el mensaje del interior llegara claro y contundente y que eso se manifestara en las urnas. En esto no hago para nada mención al cruce entre el presidente (Vázquez) y un colono. El Estado, y es lo que reconozco del movimiento, tuvo que reconocer eso en las urnas, porque no lo supo reconocer antes. El descontento que el interior tiene respecto a no haber sido considerado en su debida forma.
"Estoy convencido de que hay un Uruguay productivo ideal. Han existido trabas en nuestra historia para que eso se transforme en una realidad. El potencial lo tenemos tanto desde el punto de vista de recursos naturales, como de la gente. Entendemos que quizás la prioridad como país, como nación, no ha sido apuntar hacia ese ideal, sino que se ha priorizado la visión que se tiene del sector como una fuente de ingresos"
–Se ha puesto de moda hablar de grietas, ¿existe una entre el campo y la ciudad?
–Creo que grieta, un término argentino, de fisura, es muy fuerte para describir en forma general todas las realidades de nuestro país. Es claramente una estrategia que el gobierno actual ha tenido para gobernar. Dividir, siempre dividir y, ahí sí, formar grietas. Una grieta da la sensación de que es algo que se forma y que es difícil de subsanar y eso creo que ha estado muy presente como estrategia a lograr en este gobierno, sobre todo en lo que se refiere a la parte laboral. Hablar de una grieta entre la gente de campo y la ciudad me parece muy duro. Creo que ahí vivimos simplemente un alejamiento, un desconocimiento entre uruguayos que no se conocen, que son lo mismo, pero que no se conocen como deberían. Eso es mucho más subsanable, ahí no hay un odio fijo y quizás una idea predeterminada de qué puede ser uno y qué puede ser el otro. Es deber de todos, no solo de la gente urbana o del sector agropecuario, sino de todos, conocernos más y conocernos en los reales términos, porque desgraciadamente la intención de crear esa grieta estuvo y está, sobre todo con réditos políticos.
–¿Qué le ha parecido la gestión del MGAP en estos años? ¿Qué políticas o actitudes le parece útil sostener o profundizar?
–No se puede generalizar. Destaco la función, como dije anteriormente, del ministro Aguerre, un productor que en su momento en todas las oportunidades que nos tocó hacerlo le brindamos nuestro respaldo y nuestros deseos de buena suerte, sobre todo porque era un productor y porque realmente conocía el ámbito. Tiene algunas características inherentes a su propia personalidad e impuso su impronta que, en el acierto o en el error, fue muy clara. El actual ministro (Enzo) Benech es una persona distinta, mucho más apegada a la política que a los desafíos que Aguerre impuso y sacó para adelante. Me da la sensación de que Benech llevó el impulso que dejó Aguerre y se limitó a cumplir políticamente con corrección su función. La verdad que Uruguay, a nuestro entender, necesita una visión del ministerio mucho más involucrada con los actores privados, menos direccionada, menos de Montevideo, menos de las oficinas y mucho más involucrada con los temas. No dictando lo que hay que hacer, sino colaborando con los que están directamente involucrados en la búsqueda de soluciones y herramientas. Eso es la visión que tenemos de parte del ministerio. Destaco lo que significa que un productor y un gremialista acceda al gabinete, al Poder Ejecutivo, porque lo tengo que agradecer y reconocer, porque es un gran compromiso y porque es algo que siempre reclamamos. Ha sido una constante en los últimos años que cuando uno llega a los centros tomadores de decisiones del gobierno se encuentra con grandes desconocimientos de nuestra realidad, identidad y cultura. No solo me refiero al ministerio, sino que al Poder Ejecutivo y al Parlamento. Creemos que ese es nuestro gran desafío, llevar a ese centro importantísimo de decisiones toda la impronta del sector agropecuario en sus reales términos. No por esto desconozco lo que dije de Aguerre, porque me parece que él luchaba, a su forma, con molinos de viento.
–Quienes han estudiado y trabajado en Nueva Zelanda, como usted, señalan a ese país como un modelo. ¿Por qué sería bueno un Uruguay que se le parezca?
–Para mí es un motivo de vida. Tanto así, que me fui a vivir con mi toda mi familia, con mis dos chicos, a buscar esa explicación de por qué Nueva Zelanda sí y Uruguay no. Después de tantos años de haber vivido allá, las razones por las que nos atrae es porque es un país de similares características en cuanto a población, recursos naturales, incluso menos de los que tiene Uruguay porque la tierra productiva es más chica, que ha logrado estar durante muchísimo tiempo en el primer mundo con una base agropecuaria. Hoy, y en los últimos 10 años, es y ha sido el país más próspero del mundo, seis veces. Próspero no es el más rico, sí el que le da mejor calidad de vida a su población. Creo que ambas cosas tienen suficientes argumentos como para estudiar con profundidad qué es lo que ellos hicieron. No solo en el agro, sino en cómo gobiernan, cómo participan, cuál es el rol de cada uno, en qué sectores están haciendo hincapié, cuál es su política exterior, su política comercial, cómo es su vinculación entre el Estado y el sector productivo. No es copia, es simplemente adaptar. Creo que esas son razones suficientes como para estudiar con profundidad lo que ha hecho Nueva Zelanda y tratar de aplicarlo. Es un desafío que compartimos con Talvi. De hecho, desde el vamos fue una de las razones por las que ayudamos a Talvi y por eso tenemos la esperanza que con él al frente del Ministerio de Relaciones Exteriores y nosotros al frente del de Ganadería podamos acercarnos más que nunca a dicho objetivo. De hecho, ya tuvimos un encuentro con la embajadora de Nueva Zelanda y estamos juntando todos los contactos posibles, porque tenemos muchos uruguayos trabajando y viviendo allí, para tratar de desarrollar la mayor cantidad de conocimiento y experiencia posible para transformar ese deseo que siempre tuvimos en una realidad.
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