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Por Ricardo RoaEditor general adjunto de Clarín
Con todo respeto, señor Mujica: usted está equivocado. Acaba de decir que por invitación del presidente electo Lacalle Pou “100 mil cagadores argentinos” irán al Uruguay. Pueden ser 100 mil, menos o más de 100 mil. Y algunos o unos cuantos, cagadores. Pero la mayoría o muchos de los que irán son argentinos que se sienten aquí cagados o a punto de ser cagados.
Y otra cosa: si es por argentinos cagadores, hace tiempo que Uruguay los tiene. Si no, cómo llamarles al par de millonarios que hoy son noticia acá y allá por el cordero que uno de ellos tiró desde un helicóptero en la piscina del otro, como la vaca que dejan caer sobre una balsa, en "Un Cuento Chino" de Darín.
Los dos empresarios viven o tienen casas allá desde hace años. Uno, Eduardo Pacha Cantón, está desde el 85. Larga historia y abundantes negocios: construyó el aeropuerto de Carmelo y es dueño ahí del club de campo El Faro y de Puerto Camacho, por donde entraba como Pacha por su casa el financista Clarens, procesado por asociación ilícita en la causa de los cuadernos de la corrupción.
Uruguay ha sido un paraíso para el lavado de plata argentina. Casi sin controles y con un sistema financiero semejante a una pista de aterrizaje que estaba a tiro y que dejó de estarlo por presiones internacionales.
Un caso bien fresquito: las triangulaciones bancarias descubiertas en la compra fraudulenta de Ciccone. La firma trucha Dusbel fue usada para financiar la operación de Vandenbroele, el testaferro de Boudou.
Otro: los pagos de coimas de Odebrecht. La Oficina Anticorrupción argentina denunció que una parte de los sobornos pasaron por la uruguaya Sabrimol del Corcho Rodríguez, con estancia y bodega propias en Punta del Este. Y en José Ignacio, Pérez Gadín, el contador estrella de Lázaro Báez y monotributista para la AFIP, pagó 14 millones de dólares por un campo.
Estudios uruguayos se han especializado en vender empresas de papel a argentinos, comprar inmuebles a nombre de terceros o armar una telaraña de trampas para engañar a la AFIP. ¿Cómo llamar a todos ellos? Aquí les diríamos garcas.
Cualquiera que husmee por el mundo verá que las invitaciones como la de Lacalle Pou abundan. Muchas visas de residencia en los países más desarrollados se consiguen con el simple expediente de hacer inversiones. Sin ir más lejos, Estados Unidos da visas de tipo EB-5 para cualquiera que invierta 900.000 dólares en zonas rurales o 1.500.000 en urbanas. Capitalismo en estado puro: se paga para ganar por la inversión y se invierte en ser residente norteamericano y, si las cosas van bien, hasta puede llegar la ciudadanía.
Los países invitan a invertir, los serios consiguen que se invierta. Habría que preguntarle a Mujica cómo va a calificar a los brasileños que quieran ir a vivir al Uruguay. Lo único que falta es que también los llame cagadores.
¿Y, además, cuál es el verdadero Mujica? El de ahora o el que decía que “hay que llamar a las cosas como son. El capitalismo está para multiplicar la riqueza y reproducirse, no para que le pidamos altruismo”. Lo decía en el hotel Conrad de Punta del Este en febrero del 2011, antes de asumir como presidente y frente a centenares de empresarios argentinos a los que invitaba a invertir en Uruguay.
En su país, Mujica tiene piedra libre para decir casi todo lo que se le cante sin pagar costos. Pero comparte con muchos un prejuicio con los argentinos que orilla la envidia.
Por Fernando Menéndez
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