Sus nombres compartirán un lugar en el pedestal de la historia del cine fraternal al lado de otros grandes. Junto a Auguste y Louis Lumière y Jean-Pierre y Luc Dardenne, los hermanos estadounidenses Joel e Ethan Coen ya no necesitan probar su devoción a la profesión que han elegido compartir por lo que un nuevo filme es motivo de celebración e interés entre los espectadores más cinéfilos.
Su última película ¡Salve, César! se estrena hoy en Uruguay y se suma a la otra parte del ADN narrativo que ha merecido el reconocimiento a los hermanos directores y guionistas. Fuera de sus dramas y relatos criminales donde usualmente han colado su predilección por el humor negro, los cineastas de Minessota cuentan hoy con una larga trayectoria dentro de la comedia.
Desde su segundo filme –escrito y dirigido por ellos– Educando a Arizona (1987) hasta su clásico de culto El gran Lebowski (1998), los Coen han cultivado risas desdoblado el género a gusto y construyendo una pequeña gran historia del legado cultural folklórico de Estados Unidos, una nostalgia usualmente descrita bajo el término Americana.
Por el momento, nada indica que vayan a frenar y mientras se espera el anuncio de su nuevo emprendimiento narrativo, el repaso por sus anteriores obras de comedia es garantía de entretenimiento.
En ¡Salve, César! los hermanos Coen se proponen (y logran) varios objetivos narrativos. Por un lado, reunir al mayor reparto actual de estrellas establecidas e incipientes que incluyen a su eterno colaborador George Clooney y a figuras como Josh Brolin, Scarlett Johansson y hasta Channing Tatum, quien tras su breve aparición en Los 8 más odiados (2015) de Tarantino parece ser la nueva estrella predilecta de los autores de renombre en la industria del cine. Por otro lado, recrear de forma impecable la vanagloriada época de oro del cine de Hollywood en la década de 1950 con un historia de enredos entre un productor de un gran estudio y sus actores y directores que se ven envueltos en una teoría conspirativa de origen inesperado. El resultado es una de las películas estéticamente más cuidadas de los Coen que entretiene gracias a los hilarantes detrás de cámara en la creación de filmes de las época como westerns o películas históricas. No será su filme más memorable, pero sí uno que demuestra que la dupla de hermanos sigue en forma y su nombre sigue siendo una razón suficiente para arrastrar el cuerpo hasta una sala de cine.
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