"Es falso que la libertad económica puede subsistir sin armonía social"

Ernesto Talvi entiende que Uruguay necesita una agenda de transformaciones liberal progresistas. Eso implica generar nuevas oportunidades a partir de una mayor apertura comercial, profesionalización en la gestión pública y reducción de la carga tributaria. Pero al mismo tiempo, permitir a un mayor número de uruguayos aprovechar esas oportunidades con una reforma educativa y una reformulación del actual sistema de protección social.

A continuación, un extracto de la conversación que mantuvo el director de Ceres con El Observador.

Es un crecimiento que está instalado sobre bases relativamente frágiles. Si bien la producción sigue creciendo, no estamos generando empleo, está cayendo la inversión, tenemos un número récord de empresas en concurso de acreedores, tenemos grandes problemas de rentabilidad en el agro, la agroindustria y la industria porque el tipo de cambio está planchado, y uno de los principales factores expansivos es el turismo y algunos desarrollos inmobiliarios vinculados al turismo, porque sobre todo Argentina está carísima en dólares. No se puede esperar que esto sea el comienzo de una fase expansiva sostenible.

Trabajar directamente sobre el atraso a través del tipo de cambio es muy difícil. En parte, los desequilibrios fiscales que tenemos y el atraer capitales para financiarlos pagando altas tasas de interés en nuestros papeles públicos, genera presión a la baja sobre el tipo de cambio. Los dólares que entran por el turismo porque Argentina y Brasil están muy caros, también presionan el tipo de cambio. Por eso, para compensar el problema de costos que eso genera y resultar atractivos, a las nuevas inversiones se le dan estímulos. Para los sectores que ya existen hemos calculado el costo de un alivio de 30% en el gasoil y fueloil, 10% la energía eléctrica –para hacerlos competitivos internacionalmente–, sería de US$ 260 millones anuales.

Nuestra estimación de sobrecostos de producción en los entes es de entre US$ 1.000 millones y US$ 1.200 millones anuales. Con la cuarta parte de lo que se podría ahorrar profesionalizando la gestión, podría darse un alivio sumamente importante a los sectores que hoy están sufriendo la competencia externa.

Para lo que hay espacio es para una agenda liberal progresista. Que nos insertemos de manera más dinámica al mundo. Que profesionalicemos la gestión de las empresas públicas. Que tengamos un estricto control del gasto y por ende, respeto por el dinero de los contribuyentes para reducir la carga fiscal. Esas cosas suenan como muy tradicionales, pero en última instancia deben coexistir con una modernización del estado de bienestar, con replantear de una manera más o menos integral nuestro paradigma educativo para que Uruguay pueda volver a ser ejemplo y reconstruir una convivencia más pacífica y armónica como la que en algún momento supimos tener.

No hay ninguna contraposición entre una cosa y la otra. Las políticas sociales no son buenas de por sí. Son buenas en la medida en que estén bien diseñadas, que estén inspiradas en construir una cultura de oportunidades y no de dependencia. No solamente no se contraponen con los principios de libertad sino que los complementan. Es falsa la idea de que la libertad económica puede subsistir sin armonía social. Todas las sociedades que lograron prosperar sobre la base de economías de mercado, lo hicieron sobre la base de construir una economía social de mercado. Porque eso permite generar una distribución más justa de las rentas que hace posible que el sistema se pueda perpetuar y no esté enfrentado a esos conflictos internos que lo pueden finalmente horadar.

El discurso liberal que se limite a decir "acá de lo que se trata es de generar crecimiento y ese crecimiento va a permear hacia abajo y resolver todos los problemas", es simplista y ni seduce ni resuelve los problemas. En Uruguay tuvimos 10 años de crecimiento espectacular como hacía 60 años que no teníamos y el núcleo duro de la exclusión social siguió creciendo. En la medida en que queramos proteger los valores republicanos, los valores liberales, tiene que venir acompañado de políticas que aseguren la cohesión social. La primera es la educación y la segunda, un sistema de protección social moderno adaptado a las circunstancias que nos tocan vivir hoy, y financiable.

La experiencia de Encuentros Ciudadanos pesó mucho. Recorrimos 15.000 kilómetros en más de 50 actividades en un año y medio. Conocimos y aprendimos mucho. Eso junto con el hecho de que un día al doctor Jorge Batlle se le ocurrió venir aquí (por Ceres) y alentarme, convencerme, proponerme la idea de que quizás había llegado el momento en que muchas ideas que hemos defendido en el debate público, y ahora que estábamos haciendo estos Encuentros Ciudadanos, evaluara esa posibilidad. El que hoy lo esté considerando y no es una decisión tomada ni que pueda tomar antes de junio, es debido a estos dos factores. Y la decisión la voy a tomar en la medida que sienta que la política es un vehículo más efectivo para promover los cambios que entendemos necesarios e impostergables, que seguir trabajando desde la comunidad, desde la sociedad civil, tratando de lograr el mismo objetivo.

Todo lo que he hecho en mi vida lo hice con ilusión. Todos mis trabajos han sido de construcción para dejar algo. Lo que quiero saber es si puedo organizar un proyecto factible que pueda encarar con ilusión. Y eso es lo que todavía tengo que determinar.

Es el tipo de formación que tenemos. El académico está entrenado para ser frontal, decir lo que piensa sin ambigüedades. Es más, está entrenado para decirlo de una manera levemente provocativa para que su contraparte intelectual reaccione ante la provocación y de ese chisporroteo se genere el progreso intelectual. Nadie se toma a pecho eso. La política es otra cosa, es una construcción colectiva. Y al serlo, uno tiene que preservar la autenticidad de sus principios y pensamientos, pero a la vez debe tener la flexibilidad para poder entender la posición de otros, incorporarla, sabiendo que la solución finalmente nunca va a ser pura porque siempre hay muchos intereses en juego.