Por Maximiliano Otero
Las baquetas de Martín Ibarbururu empiezan a tocar la batería, se abre el telón y las luces del escenario resaltan el lustrado del contrabajo que sobrepasa la altura de Popo Romano. Sus primeras notas graves se mezclan con la percusión y el último en empezar a jugar con la música es Hugo Fattoruso, el ganador del premio Grammy Latino por la excelencia musical, el guía y figura de la noche en el Solis.
Sentado de forma de ver al resto de sus compañeros, casi de espaldas al público, con las manos en el piano y con un teclado a su costado listo para usarlo cuando crea necesario, Fattoruso empieza a tocar. Al fin se junta FRI trío, luego de siete años desde la última vez que tocaron juntos.
Un espectáculo musical donde además de jazz se puede escuchar candombe, tango, funk, murga y blues con artistas invitados que revolucionaron el ambiente en cada una de sus entradas. Sin letras en las canciones y con picardía, Fattoruso despierta risas en el público cuando olvida el nombre de una canción o cuando algo de lo que suena improvisado no lo convence.
-¿Una vez más o queda para la próxima? - pregunta casi sin esperanzas a Julieta Taramasso y a Albana Barrocas, artistas invitadas de la noche.
Las mujeres vuelven a tocar sus instrumentos sin pedirle permiso. Se alegra, las acompaña y el final ahora sí lo deja satisfecho.
Por momentos es un trío, por otros un dúo, también un quinteto y se cierra con los seis artistas que participaron. Aparte de los protagonistas, está Taramasso con el bajo eléctrico, que permitió salir de lo acústico, y con el contrabajo por momentos. También está Barrocas quien acompaña la percusión, y Federico Vaz que con la armónica y sus movimientos al compás de la música, acapara miradas y contagia de energía a todo el Teatro Solis.
“Malambete” y “Figuras del candombe” de Fattoruso, “Temporalmente” y “Vivo de Vivo” de Romano fueron algunos de los temas de la noche. La música es el lenguaje universal y Tatsuhiro Shindo, embajador de Japón en Uruguay, disfruta del show igual que el resto. Incluso más, porque no a cualquiera Fattoruso le dedica una canción. Cuando lo hace, el embajador desde la segunda fila se para con orgullo y saluda mientras es aplaudido.
En el público, un hombre de camisa desprendida, luce un collar de piedras y se golpea los muslos con las manos al ritmo de la música. A su lado un canoso de bigote blanco, con saco y corbata, cierra los ojos, mueve la cabeza y se deja llevar por el sonido de un blues.
En el momento más íntimo de la noche, una mujer de vestido negro y uñas pintadas de rojo queda hipnotizada entre las luces y el dúo Romano-Taramasso, quienes parecen padre e hija haciendo música en el patio de su casa. Las cuerdas del contrabajo y el bajo retumban en el pecho y la mujer de vestido negro apenas pestañea.
-¿Cuál va ahora? ¿Es el último tema? ¿Hay que decir algo? -pregunta Fattoruso.
Por primera vez en la noche Romano habla en el micrófono, agradece al público y como en el primer concierto que hicieron juntos, se lo dedica a los hermanos de todo el trío. “Esto es para los Fattorusos, los Romanos y los Ibarburus”, dice y vuelve al contrabajo, mientras el público se para sin dejar de aplaudir.
Las risas cómplices entre los artistas evidencian que el show sigue un tiempo más, no saben cuánto, como tampoco saben cuándo va a ser la próxima vez que se junten. “Tocá feliz” es su último tema y también su deseo, saben que de eso se trata. Juntarse a jugar con la música, “con la frescura y alegría del reencuentro” como dice Romano.
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