Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > Oscar 2018

"La forma del agua" es la mejor historia de amor de estos Oscar

El filme de Guillermo del Toro es un cuento de hadas moderno y un festín cinematográfico
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08 de febrero de 2018 a las 05:00
La forma del agua es redonda. La película de Guillermo del Toro tiene trece nominaciones al premio Oscar y al ver la película queda la sensación de que todas y cada una de ellas están justificadas. Cada aspecto de la obra, desde su guión hasta las actuaciones y desde la presentación visual del mundo en el que transcurre hasta la música conecta entre sí y conforma una experiencia que hipnotiza. El hechizo es instantáneo, y la más mínima distracción (el rasgueo de los dedos contra el pop o la vibración del celular en el bolsillo) son los grandes enemigos de esta joya.

El cineasta mexicano se va a retirar durante un año de la dirección, porque sabe que seguir a este proyecto (más allá de premios) será difícil. "Para mí no hay nada más personal que La forma del agua. Soy el que está más orgulloso de ella. De las películas que he hecho, es mi favorita". Más allá del derecho que tiene al sentir ese orgullo, la película también tiene un costado íntimo para el director, que no solo se basa en sus gustos, sino también en su propia vida.

A Del Toro lo fascinan los monstruos desde niño, y siempre han estado en su obra. A los seis años, vio La criatura de la laguna negra. Quería que el monstruo ganara y se quedara con la mujer que ha secuestrado de una expedición científica. Pero eso no sucede. El monstruo es herido y escapa, solo. Del Toro quiso cambiar eso. Pero también quiso relatar su experiencia como inmigrante en Estados Unidos. Por algo los personajes, al menos los "buenos", son discriminados por ser diferentes.

En el centro de todo está Elisa Esposito (Sally Hawkins, nominada a Mejor actriz), una mujer muda que trabaja como limpiadora en un laboratorio del gobierno de Estados Unidos. Es 1962, la Guerra Fría aterra al mundo y en la búsqueda de garantizar la supervivencia de los futuros astronautas, una criatura acuática mutante es traída desde Sudamérica al laboratorio para ser investigada.
Cada aspecto de La forma del agua conecta entre sí y conforma una experiencia cinematográfica que hipnotiza
Elisa la descubre, y se da cuenta que ese ser es torturado y maltratado por Strickland, el jefe de seguridad del laboratorio, y decide liberarlo, mientras que de a poco va desarrollando una relación con el monstruo, conectados por su rareza, por la incapacidad de hablar, y por un gusto obsesivo por los huevos hervidos.


Acompañando a la película se publicó un libro sobre su producción. Su título se traduce como "creando un cuento de hadas para tiempos turbulentos". La forma del agua es un cuento de hadas. Elisa es la princesa, pero lejos está de la pureza virginal de los cuentos de Disney: insulta y se masturba. La criatura es el príncipe, aunque es él el que debe ser rescatado, porque esto es 2018 y los roles de género ya no son los mismos. Y Strickland es el villano, un personaje hecho para odiar desde el primer momento en que aparece en pantalla con su picana eléctrica y sus dichos racistas, homófobos y sexistas.

La película no olvida que transcurre en Estados Unidos en 1960 y muestra su costado más feo, que en algunos aspectos sigue viviendo hoy. Hay una situación de acoso, personajes negros y homosexuales que sufren por ser quienes son, y un constante desprecio al distinto que no resulta ajeno en ese país cinco décadas después.


La criatura (encarnada por Doug Jones) se siente humana y se ve real. La banda sonora de Alexandre Desplat (con influencias francesas, la presencia de Carmen Miranda y melodías hermosas) y todo el poderío visual de Del Toro convergen así para contar una historia sencilla pero profunda y emotiva. Una historia de amor.

"El agua es como el amor, no tiene forma. Adopta la forma de aquello que habita. Es el elemento más poderoso del universo. Es tierno, flexible, pero rompe todas las barreras", dijo Del Toro. Y el amor –al cine, entre amigos, entre amantes y a los ideales personales– es lo que manda en esta película.

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