Médico en una familia de médicos, Fernán González Bernaldo de Quirós —que así es el nombre completo de quien se ha dado a conocer como Fernán Quirós, ministro de salud porteño— hizo una confesión este martes de esas que llaman la atención cuando la pronuncia una figura pública. La de echarse a llorar cuando toda la situación de pandemia pase o amaine o se aprenda a vivir con la "nueva normalidad"
"Lo primero que voy a hacer cuando pase la pandemia es dedicarme a llorar un rato", dijo en una entrevista en TN, que recogen los principales medios argentinos. Frase que La Nación usó para titular la nota.
Una suerte de necesaria y contenida "descarga emocional", que este hombre de 57 años, especialista en clínica médica, admite con naturalidad y sencillez, como su temple.
Qué no habrá visto Quiros, o sabido, durante estos cuatro meses de pandemia, con él en el mismo centro del mayor y persistente contagio en Argentina: la Ciudad de Buenos Aires.
"Todavía nos quedan una semanas para cuidarse", recordó en la entrevista citada. La curva del coronavirus, la define como madura, lo que se podría traducir como firme aún, entera. "Probablemente se puedan mantener estos valores y después empezará a descender", explicó.
El último dato de la "curva" es que Argentina rebasó el lunes los 3.000 decesos —que son seguramente más que tres mil llantos— y en una sola jornada más de cinco mil nuevos casos confirmados.
Una nota de La Nación advierte que este hombre que por más de 30 años trabajó en el Hospital Italiano de Buenos Aires es afable y cercano, que tiene buen sentido del humor y que es un médico de primera, devenido, por obra de la pandemia, en figura pública.
"Lo mío es la gestión", ha dicho, para alejarse de los focos y de las curvas de la política.
La gestión, la organización, la preparación, para preparar el equipamiento sanitario para crisis como la que la trajo la pandemia. También, y cabe aquí, la gestión del día a día de un encierro que en la ciudad de Buenos Aires hace rato rebasó el centenar de días.
"El que tenga una necesidad imperiosa de encontrarse, que salga a caminar: que se pongan a dos metros de distancia y caminen juntos a la noche", aconseja, él que desde muy pequeño, como revela la nota del diario argentino, es un empedernido corredor.
Lo grave, advierte, es cuando esa imperiosa necesidad de verse suscita reuniones en domicilios cerrados, donde el riesgo del contacto, y del contagio, es mayor.
Para setiembre, piensa y dice, espera que hayan pasado varias fases de la pandemia y se experimente la esquiva nueva realidad. Será entonces, quizás, tiempo para llorar.
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