Espectáculos y Cultura > COLUMNA/EDUARDO ESPINA

Netflix estrenó una de las mejores series del año

El gigante del streaming ofrece la serie dinamarquesa The Rain, una de las más destacadas del 2018
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09 de junio de 2018 a las 04:45
Considerando su tamaño, 42.931 kilómetros cuadrados, y su población, 5,8 millones de habitantes, Dinamarca ha dado al mundo gran cantidad de directores de cine de primer nivel: Carl Theodor Dreyer (La pasión de Juana de Arco), Gabriel Axel (La fiesta de Babette), Kaspar Rostrup (Bailando con Regitze), Bille August (Smila: Misterio en la nieve), Thomas Vinterberg (La cacería), y Lars von Trier (Dogville), entre otros, parte de una larga lista de destacados talentos. Por lo tanto, con esa tarjeta de presentación, había mucho interés por el estreno de The Rain, primera serie dinamarquesa en ser financiada y producida por Netflix, plataforma convertida en mecenas de nuevos proyectos con distribución mundial. Antes de pasar al próximo párrafo, conviene adelantar que los ocho capítulos de la primera temporada de la serie no defraudan, por más que la premisa de fondo tenga poco de nuevo y sobren temas ya vistos antes en otras partes.

"El futuro se verá en el año 2000", dijo el poeta inglés William Wordsworth, en la tercera década del siglo XIX. El año 2000 llegó hace 18 años, pero al futuro, convertido en ente abstracto para representar un cambio absoluto respecto a la realidad actual, lo seguimos esperando. Sin embargo, la intuición de ese futuro ya no forma parte de una perspectiva optimista, como la que circuló dos siglos atrás, cuando el futuro era intuido como un momento bisagra de grandes y positivas transformaciones. La visión del futuro se ha ido radicalizando hacia lo oscuro y ominoso, resaltando una visión negativa de lo que se viene. Muy poco bueno hay por delante, por lo que la vida humana tendrá que hacer piruetas para sobrevivir. Tan extendida es esa visión, que desde la llegada del nuevo siglo han proliferado las películas y series televisivas de tono posapocalíptico, esto es, que presentan un escenario en ruinas en el cual los pocos sobrevivientes del apocalipsis deben hacer magia para continuar vivos. The Rain viene a incorporarse a ese subgénero con tendencia en alza, que tantos entretenidos filmes produjo en forma reciente, si bien pocos presentan inconfundibles rasgos de originalidad. La producción dinamarquesa no es innovadora y, por el contrario, deja al descubierto las referencias utilizadas, como si de esa forma buscara homenajearlas.

La primera referencia, la más evidente, es a El libro de los secretos (2010), quizá el mejor filme posapocalíptico realizado después del año 2000. Como en ese neo western, en el que Denzel Washington iba de un lado a otro buscando un destino elusivo que recién en los segundos finales llegamos a conocer, también aquí la vida es un lugar inquieto.

En The Rain los sobrevivientes salen en busca de un destino que puede ser sinónimo de salvación (no voy a dar más detalles al respecto), y generan a partir de su búsqueda el gran enigma de fondo de la serie: ¿es posible la supervivencia humana luego de que todos los códigos éticos han sido transgredidos? ¿Cómo sería la vida humana en el planeta si la mayoría ha sido aniquilada y a los pocos sobrevivientes les cuesta encontrar un nuevo sentido a la vida acorde con las circunstancias? Lo mismo que en varios de los inolvidables filmes del cine estadounidense de las décadas de 1960 y 1970 (Busco mi destino, Mi vida es mi vida, Perdidos en la noche, Espantapájaros), la vida está en otra parte y hay que salir a buscarla por más que anticipadamente se sepa que quizá esa otra parte no exista y sea solo una invención de la esperanza humana.

A los personajes no los guía el optimismo, sino la necesidad de no dejarse vencer por el escepticismo. Son kamikazes que tienen la esperanza de sobrevivir a la caída
La premisa de fondo de The Rain toma en cuenta eso y otorga a la serie su marca de distinción desde el propio inicio: a los personajes no los guía el optimismo, sino la necesidad de no dejarse vencer por el escepticismo. Son kamikazes que tienen la esperanza de sobrevivir el impacto tras la caída. Ese tono, situado entre el nihilismo y lo opuesto a este (el nihilismo carece de antónimo), prevalece en todos los capítulos de la serie, haciendo que esta salve la primera temporada con buena nota. No hay grandes sorpresas, pero tampoco desaciertos imperdonables al borde de la decepción.

En el siglo XX, el ser humano logró sobrevivir el comunismo, el fascismo, el nazismo, y todos los ismos posibles. También el modernismo. En el siglo que sea, este o el próximo, cuando el futuro llegue convertido en escenario posapocalíptico, deberán sobrevivir los bestiales efectos colaterales de la tecnología cuando ninguna ética la guía, que transformarán al ser humano en monstruo y víctima de sus invenciones. Con ese precepto de fondo, The Rain presenta una antología de males a la vista –hambrunas, atmósfera planetaria contaminada, pandillas y grupos criminales armados que tomaron la ley en sus manos, agua que dejó de ser potable, ciudades desbordadas por el caos, antropofagia–, aunque entre las ruinas y las imprecaciones hay lugar para el romance. También bajo la lluvia ácida pueden florecer sentimientos profundos, porque el amor siempre es más fuerte. Y porque el ser humano no es un animal tan horrendo después de todo. Afortunadamente, aquí no hay zombis ni superhéroes. Son solo seres humanos intentando levantarse de la lona con la ayuda de la campana. Y como vuelven a amar y a pensar, lograrán sobrevivir.

El ominoso universo de The Rain es líquido, otro lugar común ya frecuentado por el cine posapocalíptico (Waterworld, El día después de mañana, El rascacielos), aunque en este caso destaca además la conexión bíblica con el diluvio universal. Los sobrevivientes acaban de bajar del arca, simbolizada aquí por los búnkeres que fungen de refugio. En un mundo neo, hay nuevos Noé. Después del fin definitivo de la humanidad, hay lugar y tiempo para un nuevo comienzo, por lo que el agua, además de carácter bautismal, tiene condición salvífica. En el nuevo mundo no hay lugar para la realidad anterior. Los sobrevivientes se enfrentan al dilema de no saber qué hacer con los recuerdos. La memoria ya no sirve de mucho. Después del apocalipsis, el único tiempo posible es hacia delante, hacia lo que vendrá y no se parecerá en nada a lo que ya pasó. Ese tema, por cierto, sobre el cual la serie insiste, es uno de los más constantes y mejor tratados. Además de entretenimiento propicio para tiempos preocupantes como estos, The Rain funge como manual de angustias y dilemas relativos al futuro a la vista.

Envuelta para regalo con una muy buena fotografía, con una música que mejora a medida que los capítulos avanzan, y con actuaciones efectivas por parte de un elenco joven caracterizado por la espontaneidad con que encara a sus personajes, The Rain es disfrutable. Si bien para intentar mantener la credibilidad cae en esquematismos y repite lugares comunes, no traiciona las expectativas con golpes bajos y efectismos de superficie. La progresión dramática se instala de manera convincente en el relato, haciendo que la premisa se mantenga vigente durante los ocho capítulos. El misterio prevalece. ¿Adónde van, qué contiene la lluvia que mató a casi toda la humanidad? ¿Intervino, como ya es costumbre, la mano humana para que el desastre fuera perfecto? Mientras la trama, salpicada de datos inteligentes que no buscan –afortunadamente– aclarar, sino agigantar el enigma, dudamos respecto a quiénes son los buenos y quiénes los malos. Algo igual queda claro. En ese mundo desprovisto de certezas, solo aquellos que no buscan explicación pueden entender lo que pasa.

Quizá intencionalmente, tal vez por mera coincidencia, The Rain se estrena 100 años después de la última gran plaga que diezmó al planeta en 1918, en la cual, según estimaciones, murieron más de 60 millones de personas. La enfermedad convertida en tema de inspiración cinematográfica hace de la serie un documental de la imaginación humana, cuando rastrea en la ficción certezas aplicables a la realidad. Y a veces (pregúntenle a Julio Verne y a Ray Bradbury), la ficción acierta. Metafísica y ciencia ficción, The Rain también es eso. El mal esta vez no se ha ensañado con una ciudad estadounidense, sino con el mundo de los vikingos y de las sirenas de Hans Christian Andersen. Entre idílicos paisajes nórdicos, que parecen salidos de un poema exótico del poeta modernista boliviano Ricardo Jaimes Freyre, la realidad hace el último intento para seguir viva. La naturaleza pasó a estar controlada por la tecnología, pero no lo vemos tan fácilmente. Hay que prestar atención para constatar que en los frondosos bosques de la frontera entre Dinamarca y Suecia por donde deambulan los personajes, no cantan los pájaros y que el silencio es el de la muerte. En The Rain, la poesía del fin está sugerida, no subrayada. Es otro de sus méritos. Una de las canciones clásicas de Creedence Clearwater Revival dice en su estribillo: "And I wonder, still I wonder, / Who'll stop the rain" (Y me pregunto aún me pregunto / ¿Quién detendrá al lluvia?). La lluvia de aciertos de la primera temporada ha sido torrencial. Solo resta esperar que en la segunda nada la detenga.

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